Como suele ocurrir en el seno de la América hispana, el grupo andino, posteriormente denominado la Comunidad Andina de Naciones a CANde manera que recuerda a la junta "conservadora de los derechos de Fernando VII" constituida el 19 de abril de 1810, definió como objeti vo "establecer condiciones favorables para la conversión de la Alalc en un mercado común". Propósitos que, como era de esperarse, en ambos casos no se procuró cumplirlos.

Hace 15 años en 1991 Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay suscribieron el Tratado de Asunción, que dio impulso a la conformación del Mercado Común del Sur Mercosur cuyo dinamismo inicial abrió paso más adelante a un proceso de intercambio comercial con muchos altibajos y poco desarrollo de sus instituciones supranacionales. Hoy, los logros comerciales e institucionales de la CAN y el Mercosur no guardan una adecuada relación con el tiempo transcurrido y menos con lo alcan zado en períodos similares por otras asociaciones, como la Unión Eu ropea.

Observar, en esos lapsos, el grado de integración alcanzado por los miembros de la UE y el número de socios que hoy la conforman, y los resultados del Acuerdo de Libre Comercio Nafta celebrado entre Canadá y México y Estados Unidos en 1992 dentro de la "Iniciativa para las Américas" propuesta por el presidente de dicho país, George Bush, permite precisar quiénes han aprovechado las oportunidades y quiénes han procurado dejarlas pasar.

Hoy son manifiestos el poco celo profesional mostrado al abordar los problemas de la integración y la falta de voluntad de contraer compromisos de gran aliento en beneficio de los pueblos representados, como ocurrió con la incorporación de nuestro país al Mercosur, que ponen en riesgo los logros antes registrados y el aprovechamiento de las oportunidades existentes en los mercados internacionales para construir un futuro comercial nacional que implique un bienestar real de los venezolanos.