Los gobiernos de la mayoría de los países del mundo procuran mantener apartados a sus pueblos en la mayor medida a su alcance de las acciones bélicas que en su entorno puedan ocurrir, y más si se suceden en tierras lejanas; y, por supuesto, fuera de los conflictos que puedan derivar en guerras. Y, en buena parte de los casos y hasta donde les es viable, procuran contribuir a que prevalezca la paz entre los pueblos en conflicto. Por ello, resulta difícil comprender y más aún aceptar la conducta del régimen venezolano dirigida a convertir al país en parte de la guerra del Medio Oriente.

Las guerras, cualquiera sea su naturaleza, son siempre condenables, salvo las realizadas para defender a los pueblos de quienes quieren atropellar su libertad y dignidad. Por eso, confunde la actitud de la dirigencia del "Mercosur político", en particular de Kirchner y Lula, puesta de manifiesto en su ausencia de la toma de posesión del presidente de Colombia y la falta de una condena clara del terrorismo, beligerante tanto en dicho país como en el Medio Oriente, y cuyos planes para explotar al tiempo varios aviones y matar a miles de personas inocentes recién fueron frustrados por las policías británica y paquistaní.

Igual a como ocurrió en el siglo XX y quedó probado en Alemania y la Unión Soviética, a los impulsores hoy de los totalitarismos emergentes, algunos promotores abiertos del "socialismo (comunismo) del siglo XXI", tampoco les importan las personas; y, por eso, en los atentados terroristas o en sus acciones para imponer sus creencias y apetencias sobre quienes desean vivir en libertad y paz, le tienen sin cuidado cuánto daño y sufrimiento cause a la gente su acción y la zozobra que siembran en el seno de los pueblos. El reto: Vencerlos.