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03/05/2006 | Límite 48 horas: salvar al laborismo

Gonzalo Suárez

Rodeado de escándalos, Blair intenta recuperar la iniciativa política a dos días de las municipales

 

Ayer fue festivo en el Reino Unido, pero Tony Blair no pudo tomarse ni un segundo de reposo. Tras el vapuleo que sufrió la semana pasada por la ristra de escándalos protagonizados por tres de sus ministros más fieles, al premier sólo le quedan 48 horas para restañar su devaluada credibilidad. El jueves se celebran las elecciones locales y el líder laborista repasó ayer su menguada lista de opciones para recuperar la iniciativa política, desde anunciar por anticipado la fecha de su «jubilación» hasta destituir a algunos de sus ministros más desgastados, pasando por una reforma en profundidad de su Gobierno. Lo que sea para llegar en las mejores condiciones a las urnas, de las que dependerá su futuro inmediato: si el varapalo electoral es calamitoso, su estancia en Downing Street podría acabar precipitadamente.
   

Los analistas ya comparan los sucesos de la última semana con el colapso conservador durante los años de su antecesor, el conservador John Major, constantemente distraído de las labores de gobierno por el constante reguero de escándalos al que tuvo que enfrentarse. De hecho, una reciente encuesta aseguró que el 57 por ciento de los británicos asocia a los laboristas con el adjetivo acuñado para describir el declive «tory» en los años 90: «sleazy», un nefasto cóctel de laxitud moral, corrupción e incompetencia. Para un político tan instintivo como Blair, este tipo de señales resultan alarmantes: de ahí que sea consciente de la necesidad de poner fin a la actual parálisis si quiere aferrarse al poder.
   

«Cabezas de turco». Para algunos asesores del premier, la mejor alternativa sería destituir a uno de sus subalternos más desgastados y así aplacar a unos medios de comunicación sedientos de sangre ministerial. El principal candidato sería Charles Clarke, titular de Interior y responsable de la liberación de un millar de delincuentes extranjeros sin someterlos al preceptivo proceso de deportación. Otra posible víctima sería John Prescott, su veterano «número dos», cuya credibilidad se ha hundido después de que su secretaria confesara los sórdidos detalles de su amorío con ella. De momento, ambos cuentan con el apoyo condicionado del líder laborista, aunque la aparición de cualquier nuevo dato comprometedor supondría su inmediata salida del Gobierno.
   

De todas maneras, el premier preferiría elegir por sí mismo el momento de la inminente reforma de su equipo: en el pasado, se ha arrepentido de ceder ante la Prensa a la hora de sacrificar a sus ministros, como cuando destituyó en dos ocasiones a Peter Mandelson, actual comisario europeo. Así, quiere esperar a las próximas semanas para remodelar su Ejecutivo por última vez antes de su jubilación política y ascender a primera división a jóvenes «blairistas» como Hazel Blears o David Miliband. Así apuntalaría su posición de cara a los difíciles meses que se avecinan, en los que deberá tramitar polémicas reformas de la educación secundaria y de los subsidios para discapacitados.
   

A la espera de las elecciones del jueves, el laborismo atraviesa un periodo de tregua artificial, pero las hostilidades podrían desencadenarse a partir del fin de semana.
   

¿Moción de censura? Según «The Guardian», varios «pesos pesados» del partido quieren que Blair anuncie de antemano la fecha de su retirada como única forma de airear los recovecos de un Gobierno en descomposición. Mientras tanto, el «ala izquierda» ya prepara una moción de censura contra Tony Blair si no acepta su drástico ultimátum: que entregue las llaves de Downing Street a su delfín, Gordon Brown, a mediados del año 2007.

La Razón (España)

 



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