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25/05/2006 | Argentina: El significado del 25 de mayo

Alejandro Gómez

La enseñanza que deberíamos tomar de quienes llevaron adelante la Revolución de Mayo es que a lo largo de la historia el mundo atraviesa épocas de cambio y sigue su curso sin detenerse a esperar a aquellas naciones que se empecinan en seguir aferradas a prácticas del pasado. ¿Aprendimos, realmente, la lección?

 

El 25 de mayo de 1810 es una fecha cara a los sentimientos de los argentinos. Se trata del día en que los miembros del Cabildo de la ciudad de Buenos Aires (capital del Virreinato del Río de la Plata por aquella época) deciden retomar el control del gobierno colonial hasta que el Rey Fernando VII volviera a ocupar el trono de España. De hecho, el nombre que tomará la primera junta de gobierno es el de Junta Conservadora de los Reales Derechos de Fernando VII. Mucho se ha escrito y dicho sobre este período de la historia nacional, algunos confunden la patria y la argentinidad con esta fecha. En realidad se trata de un período de transición entre lo que dio en llamarse el Antiguo Régimen y la Modernidad.

Estimo que es más apropiado en este caso hablar de un camino que llevará después de muchos años a la formación de la Nación argentina. Hechos similares se replicaron en toda Hispanoamérica en aquellos años. Lo que se dio fue una lucha entre las elites criollas y españolas por los espacios de poder. Ambos grupos, a la luz de lo que estaba aconteciendo en España, querían tomar el control del vacío político dejado por la ausencia del monarca. Y si bien la puesta en práctica de las ideas ilustradas era una novedad para la región, éstas no implicaban la incorporación masiva de las masas populares al juego político. La experiencia de lo que había sucedido con la Revolución Francesa y los excesos cometidos en nombre de la libertad y la igualdad actuaban como un toque de atención ante la movilización de los sectores bajos.

En realidad, se trata de un momento de cambios pero sin saber exactamente cuál será el resultado final de los mismos. Inclusive, esto se aprecia en la reacción que tuvieron las provincias ante la decisión inconsulta tomada por la gente de Buenos Aires. Tradicionalmente, se nos ha enseñando que el 25 de mayo todo el mundo sabía perfectamente qué hacer y hacia dónde íbamos, tachando de traidores o antipatriotas a aquellos que se opusieron a lo decidido por el Cabildo. Pero lo que subyacía detrás de todos los debates que se dan entre 1810 y 1820 es qué forma de gobierno se iba a adoptar y quién iba a ejercer ese nuevo gobierno. Y en este sentido, las posiciones pasaban desde una monarquía constitucional hasta la forma republicana, organizadas bajo la forma unitaria o federal.

La falta de consensos en este aspecto demoró la organización nacional por cerca de 40 años. Fue recién en 1853 que se pudo sancionar una constitución que fuera aceptada por todas las provincias (excepto la de Buenos Aires, que lo haría en 1860). Luego, tomaría unos 20 años más hasta que todo el país se encontrara definitivamente organizado como lo vemos hoy.

Sin duda que el 25 de mayo es una fecha importante en nuestra historia, pero hay que tomarlo como punto de partida hacia la formación de la identidad nacional. Suponer que los que lideraron la revolución en 1810 sabían que lo estaban haciendo en nombre de la Nación argentina es caer en un anacronismo demagógico. Como en todo proceso histórico, el trayecto es mucho más largo y complicado de lo que muchos creen (o nos quieren hacer creer): el mundo estaba cambiando y nuestros líderes se encaramaron detrás de ese cambio. Las nuevas ideas que propiciaban una mayor participación política y una apertura económica fueron las que motivaron su accionar. Quizás el error de las autoridades peninsulares fue el de no querer aceptar ese cambio y abrir el juego político en sus colonias, por este motivo la corona española vio cómo cada uno de sus territorios se le fue independizando en esos años.

Probablemente, ésta es la enseñanza que deberíamos tomar del significado del 25 de mayo: hay épocas de cambio y el mundo sigue su curso sin detenerse a esperar a aquellas naciones que se empecinan en seguir aferradas a prácticas del pasado. España aprendió duramente su lección, dejando de ser un país de importancia en el contexto mundial por más de 150 años. ¿Podemos nosotros en 2006 darnos este lujo volviendo a prácticas del pasado como la de organizar “plazas de mayo compradas”?

Alejandro Gómez es profesor de Historia.

Economía Para Todos (Argentina)

 


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