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28/01/2007 | Argentina abre el baúl secreto de la Triple A

Alejandro Gómez

El coronel Jorge Sosa Molina es una figura clave para saber si el terrorismo de Estado en Argentina no fue iniciado por las Fuerzas Armadas, sino por un gobierno constitucional, llegado al poder con una mayoría abrumadora.

 

Recientemente las autoridades argentinas han iniciado un proceso que permitiría determinar, primero, cuánta responsabilidad tuvo el general Juan Domingo Perón y, luego su viuda María Estela Mártinez, en la aparición y desarrollo impune de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), autora de unos 1,000 asesinatos entre 1973 y 1976.

Sosa Molina ha muerto, pero queda su testimonio, grabado en 1990 por el también fallecido periodista argentino José Blas Made y publicado en el diario UNO de la provincia de Mendoza.

Por su relevancia histórica, citamos a continuación fragmentos del mencionado texto.

Un militar de honor

Jorge Felipe Sosa Molina es descendiente del Tropero Sosa, aquel jefe de logística del Ejército Libertador, y de la familia de los Molina, que diera a Mendoza, entre otros hijos, un gobernador.

Su padre, José María Epifanio Sosa Molina, estaba en 1955 a cargo del II Ejército, con sede en San Luis, cuando la rebelión de Lonardi en Córdoba, y ordenó su frustrada represión. Su tío Humberto Sosa Molina fue el apoyo militar más importante del coronel Juan Domingo Perón el 17 de octubre de 1945, y después durante los dos primeros gobiernos peronistas, ministro de Guerra y de Defensa. Su otro tío, Vicente Arnaldo, también fue general y peronista, como sus hermanos.

Nacido el 29 de enero de 1929, Jorge Felipe Sosa Molina es casado y tiene cuatro hijos, uno de ellos militar. Coronel retirado del Ejército Argentino, fue jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo desde enero de 1974 hasta agosto de 1975, durante las presidencias de Perón e Isabel Martínez.

A pesar de esos antecedentes, afirma que el único pronunciamiento castrense del siglo ''con alguna legitimidad'', fue la Revolución Libertadora, porque ''en 1955 el gobierno era ejercido mediante prácticas autoritarias inaceptables, que impedían cualquier posibilidad de expresarse a la oposición''. Del resto de los golpes (1930, 1943, 1966, 1976) dice `` que no son para poner orgullos a ningún militar, por fanático que sea''.

Perón

``En los primeros días del año 74 estaba preparándome para viajar a Libia con el grupo de oficiales del curso superior de estrategia que acababan de ascender conmigo al grado de coronel, invitados por el gobierno de aquel país. La invitación la había conseguido José López Rega, que como representante del gobierno argentino había celebrado unos convenios sobre compra de petróleo con Ghadafi, un asunto bastante raro, que terminó en un escándalo, como todo lo que hacía el ministro de Bienestar Social. Es entonces que me convocan al comando en jefe del Ejército y me anuncian que había sido designado por el presidente Perón como jefe del Regimiento de Granaderos. Obviamente tuve que cancelar el viaje y hacer confeccionar de apuro el uniforme para la ceremonia''.

¿Usted lo conocía a Perón?

``No, sólo de vista cuando yo era cadete del Colegio Militar, en unos ejercicios realizados en Campo de Mayo, en el año 43 ó 44, siendo él ministro de Guerra del general Edelmiro Farrell. Me llamó mucho la atención el interés que su figura despertaba entre los oficiales jóvenes, que se amontonaban a su alrededor en gran número, mientras los de mayor graduación se mantenían apartados''.

¿Cómo fue su primera conversación con ese hombre, tan cargado de historia, y que para usted tenía tanta significación familiar?

``Apenas me hice cargo del regimiento me presenté al presidente. Fue en la residencia de Olivos. Me preguntó primero por mi padre, por mis tíos, por mi familia. El era sumamente sociable, le gustaba mucho conversar. Después me pidió mi opinión sobre la situación política del país, especialmente en el plano militar. Como yo había participado activamente en los acontecimientos ocurridos en el ejército hasta el año 1973, le expuse un cuadro de situación que a mi entender determinaba la subordinación en ese momento de los militares al poder político, pero que también persistía en la fuerza una mentalidad antiperonista que no se podía cambiar de la noche a la mañana. Perón había sido muy resistido durante tanto tiempo, y era muy chocante para muchos de mis camaradas que le hubieran devuelto el grado y el uniforme de general del Ejército Argentino, del que había sido expulsado''.

¿Cuál fue su impresión sobre Perón, próximo a cumplir los 80 años y en ejercicio de su tercera presidencia?

``Mentalmente lo vi con una lucidez absoluta, total. Su conversación era interesantísima. Me habló mucho de sus encuentros con el general Charles De Gaulle, por quien sentía mucho respeto. Creo que era la única figura de la historia contemporánea que admiraba. Rescataba de él que le había devuelto a Francia su sentido nacional, que había recuperado la economía para los capitales franceses y que había posicionado a Francia como una potencia mundial, equidistante tanto de Rusia como de Estados Unidos. Le gustaba a Perón la personalidad enérgica, casi autoritaria de De Gaulle. El creía que De Gaulle continuaba con la tercera posición que el peronismo había fijado como norte de su política internacional''.

¿Perón se sabía un grande de la historia?

``No sólo él se sabía un grande, cualquier persona que estuviera frente a él se daba cuenta que estaba frente a un personal de la historia. Era increíble el carisma, el magnetismo, la capacidad de comunicación que poseía. Yo me pregunté qué era lo que tenía ese hombre, un viejo militar retirado, ya enfermo. Yo me creía más moderno, más actualizado. Pero me tuve que callar frente a él, me daba vergüenza meter la pata frente a esa personalidad extraordinaria. Cada frase que decía Perón, cada idea que expresaba, que a lo mejor no eran de él porque era un gran aprovechador de ideas ajenas, impactaba. A cada pensamiento propio o ajeno lo volvía atrayente. . .''.

[. . .]

¿Y su salud?

``Al mismo tiempo que Perón conservaba intactas sus facultades mentales -- una extraordinaria inteligencia y una memoria privilegiada -- percibí que no estaba volitivamente en plena capacidad. La presencia de López Rega o de Isabel lo cohibía, lo ponía nervioso, era como si no manejara la situación. Cuando conversábamos a solas se expresaba con absoluta libertad, pero frente a ellos mostraba cierto temor y se retraía. Me dí cuenta de que estaba como influenciado, que se sentía inseguro. Yo corroboré eso con el jefe de la Casa Militar, el coronel Corral. Después me enteré que la enfermedad del presidente le había quitado gran parte de su voluntad, de su decisión, del aspecto volitivo de su personalidad. La influencia que tenía sobre él López Rega era muy grande, que de su sirviente pasó a ser. . .''

Su carcelero. . .

``Sí, esa es la palabra porque lo tenía dominado. En diciembre de 1973 Perón había tenido en Olivos un ataque al corazón muy grave. En la residencia no había unidad coronaria, ni siquiera un médico, algo inconcebible. El primero que lo asistió fue López Rega, que lo empezó a cachetear, a mover de un lado para otro, a soplarle la boca, a hacer como si le insuflara fuerzas. Después lo convenció al general de que él lo había salvado, que le había transmitido su

espíritu, su fuerza, que prácticamente lo había resucitado. Perón no quiso desde ese momento que López Rega se separara de su lado. Creyó que lo salvaría de cualquier cosa que le pudiera ocurrir. En realidad, Perón pasó el trance solo, y luego fue atendido por un médico de la zona''

¿Usted cree que Perón gobernaba efectivamente?

``Creo que las grandes decisiones las tomaba. Pero desde que yo llegué a Granaderos no salió más que dos o tres veces de Olivos, y su actividad diaria era muy reducida. No atendía más que tres o cuatro audiencias por día. El confiaba mucho en [el ministro de Economía José Ber] Gelbard, que en la práctica era un primer ministro, con mucho poder. Hasta López Rega tenía que respetarlo porque tenía todo el apoyo de Perón.

Isabel y López Rega

Había que ser muy optimista para pensar que la vicepresidenta iba a poder gobernar el país.

``Nadie se explica cómo Perón en sus cabales pudo compartir con Isabel la fórmula presidencial. Sólo se puede entender a través de influencias sicológicas o esotéricas. En realidad Isabel era muy influenciable, ciclotímica y depresiva. No estaba al tanto de los problemas del gobierno, ni leía los diarios, y evidentemente López Rega ejercía sobre ella un gran poder. En realidad era su apoyo espiritual, la persona que le levantaba el ánimo, le daba fuerzas, o la medicaba, sinceramente no sé. Alguna vez la guardia lo sorprendió zamarreándola, gritándola, pero cuando le pidió a Isabel permiso para intervenir, ella contestó que no, porque a veces que caía su ánimo necesitaba que él la tratara así.

``Pero aclaró que jamás la conducta personal de Isabel mereció la menor objeción. Jamás. Su comportamiento fue siempre intachable, nunca hubo el menor comentario sobre algún desliz por parte de quienes estábamos allí. Pasaba a veces cuatro o cinco días sin salir de la cama por sus estados depresivos''.

[. . .]

¿Y López Rega?

``Era medio afeminado, nunca se lo vió con una mujer. Tenía cara de lobo, con los dientes medio salidos. Andaba siempre rodeado por una banda de atorrantes y delincuentes, que en general eran exonerados de la policía. Ellos lo llamaban Daniel. Era un hombre primario. Un agente de policía. Hay que reconocer que era muy vivo, supo ir ganándose la confianza de Perón hasta ejercer sobre él una influencia muy nociva.

'Fue lo más negativo del último gobierno peronista. Creo que también fue utilizado por los sectores más reaccionarios, porque no tenía la capacidad ni la inteligencia para hacer todo lo que hizo. Y así fue usado por aquellos poderes que yo llamo `fácticos', que estaban muy preocupados por el avance de la izquierda radicalizada, de la guerrilla marxista o neoperonista, y que no vieron mejor solución que oponerle a esa radicalización el extremismo de derecha.

``López Rega era entonces dueño de la plata y de la muerte. Del dinero, porque manejaba cuantiosos fondos desde el Ministerio de Bienestar Social, casi la mitad del presupuesto nacional. Y de la muerte, porque a través de la Triple A se cometieron más de 1,000 crímenes, todavía impunes''.

La Triple A

¿Al final de su vida Perón estuvo muy influenciado por la derecha?

``Efectivamente, la gente que trajo López Rega influyó mucho. Sobre todo porque Perón sufrió como una afrenta la rebelión de la tendencia revolucionaria, y la violencia guerrillera lo puso definitivamente del lado de esa gente en la última etapa. Pero mientras estuvo vivo lo respetaron de alguna manera, de un lado y de otro. Antes de su muerte la Triple A recién estaba naciendo. Después, fue el caos''.

Pero pudo haber dicho como los romanos: ``Arda el mundo cuando yo muera''.

``Pero él pudo haberlo evitado si hubiera generado una sucesión más prudente. Con Isabel en la presidencia comenzó en realidad a gobernar López Rega, y la gente que él trajo, un loco suelto como Ottalagano, o un viejo gagá como Ivanissevich, los comisarios Villar, Margaride. . . En fin, así le fue al país. López Rega nucleó en torno a él a gente que había sido exonerada de la policía por delitos comunes, como Almirón o Rovira, y formó entonces su custodia personal y la de Bienestar Social. Así fue el nacimiento de la Triple A.

[. . .]

Usted fue el único militar que denunció entonces a la Triple A. Cuénteme cómo fue.

``Un día de vuelta de un acto oficial en Casa de Gobierno, un vehículo del regimiento tiene un desperfecto mecánico en la calle Figueroa Alcorta. El oficial a cargo, un teniente de apellido Segura, que iba de uniforme, es auxiliado por un policía que lo invita a pasar a una casa, diciéndole que está entre amigos, compañeros de la misma causa. Cuando Segura entra a la vivienda se da cuenta de que está en un centro operativo muy importante de la Triple A. Le presentan a una secretaria del jefe, que era López Rega, y le comentan que allí trabaja personal de las fuerzas armadas y de la Policía Federal.

``El teniente llegó al regimiento espantado, y me comentó lo que había visto. Le pedí entonces que redactara por escrito lo que me contaba, para denunciarlo oficialmente al Comando en Jefe del Ejército. Por razones de seguridad le dije que no se identificara, que yo me hacía cargo de la denuncia. Entonces elevó, ese mismo día, el expediente a los efectos de que se investigara la posible participación de oficiales de las fuerzas armadas en la banda terrorista.

Me recibió el general Rosas, jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército. Cuando lo leyó me expresó que era una cosa gravísima, que seguramente iba a tener una trascendencia enorme. A los dos o tres días me llama el general [Jorge Rafael] Videla, jefe de Estado Mayor, acompañado por dos o tres generales más del organismo, entre los que estaban Suárez Mason, Menéndez y el mismo Rosas. Me dice entonces que tiene que elevar la denuncia al ministro de Defensa Savino, que era hombre de López Rega, advirtiéndome que podía pasar cualquier cosa. Por supuesto, que decidí seguir adelante con la denuncia. El Comandante General, que era el general Anaya, estaba en ese momento en el extranjero. A su vuelta es citado con urgencia por el ministro, quien le reprocha duramente el tenor de mi denuncia. A los dos o tres días el general Anaya fue relevado del cargo''.

¿Qué pasó con usted?

``Me llamó López Rega a su despacho en Bienestar Social y me preguntó, poniendo detrás de mí a gente armada, por qué lo había denunciado. Casi llorando, juró ser inocente de todo, que lo único que quería era la grandeza de la patria, y que todo lo hacía con ese ideal. No pasó a mayores, pero yo había tomado mis previsiones poniendo a granaderos armados en la puerta del despacho, por lo que pudiera ocurrir.

``Hasta Massera me felicitó por la denuncia, porque aunque había sido anteriormente aliado con el ministro, se habían peleado. Me convertí entonces en una referencia entre los que habían sido atemorizados por la Triple A, y vinieron a verme varios periodistas y políticos con mucho miedo, y hasta el ministro Benítez, algo inaudito, me contó llorando que lo habían amenazado''.

El final

Después del ''rodrigazo'', López Rega comienza su decadencia, y ve desvanecerse aceleradamente su poder. La opinión pública, la oposición de los gremios y el hartazgo de las fuerzas armadas determinaron su renuncia a los cargos que tenía de ministro de Bienestar Social y Secretario Privado de la presidenta. Sin embargo siguió viviendo en la quinta de Olivos.

[. . .]

``Era una situación insostenible. En el transcurso de la primera quincena de julio de 1975, un año después de muerto Perón, recibo una orden del Comandante General para que garantizara al ministro de Defensa, Jorge Garrido, las condiciones de seguridad que le permitieran plantearle a la presidente la postura del gabinete, en el sentido de que era necesario el alejamiento definitivo de López Rega, con lo que la fuerza estaba obviamente de acuerdo.

``Procedo entonces a reforzar el destacamento de Olivos con tropas del regimiento y vehículos blindados. Cuatro oficiales rodearon el chalet y los efectivos fueron apostados en lugares estratégicos dentro de la quinta. Cuando llegó el ministro lo recibí, y luego pasó a conversar con Isabel. Partió sin ningún problema, después de haber informado a la presidenta la postura del gabinete.

``El día siguiente era el fijado para que se fuera López Rega, y éste comenzó temprano a hacer los preparativos de la partida. [. . .]. A eso de las dos o tres de la tarde comenzaron a juntarse en la entrada principal de la quinta personas que -- evidentemente -- eran custodios de las distintas dependencias de Bienestar Social. Estaban armados y llegaron a ser aproximadamente doscientos. A los gritos, reclamaban que les abrieran las puertas. Indudablemente conformaban un grupo peligrosísimo, ya que el armamento que poseían era muy sofisticado y de alto poder de fuego. Constituían un pequeño ejército.

``Al haberse enterado de la próxima partida de su patrón venían a defender su fuente de trabajo, e indudablemente entre ellos estaban muchos de los autores de los crímenes cometidos por la Triple A. Estaban a punto de forzar las puertas. Pensé entonces que López Rega podía resistir desde allí, incluso podían tomar Olivos, y desencadenar hechos muy graves. Había que impedir un tiroteo, que generaría un escándalo.

``Recordé entonces algunos episodios de historia militar, y le ordené al oficial a cargo que abriera los portones y los dejara entrar. Al mismo tiempo hice que los vehículos blindados los rodearan y el personal se agazapara en posición de combate. Cuando entró el último, los soldados cerraron las puertas, aparecieron los tanques y las ametralladoras, y por altoparlantes se los intimó a que dejaran las armas en el suelo. Apareció entonces un verdadero arsenal, que rápidamente fue incautado por mis hombres. Además de desarmados, quedaron muy asustados. Se procedió también a desarmar a los custodios de López Rega que habían quedado con él en el interior de la residencia''.

¿La presidenta estaba en Olivos?

'Por supuesto, e inmediatamente me mandó a llamar y me preguntó: `Coronel, ¿estoy presa?, ya que usted ha detenido a mi guardia personal'. 'Por favor, ¿cómo me pregunta eso?', le contesté. 'Estamos para garantizar su seguridad y su vida, y la protegemos con nuestra vida. Lo que acabo de hacer es desarmar a la guardia del ex ministro'. La guardia personal de Isabel estaba compuesta por oficiales de la Policía Federal, que siempre actuaron muy correctamente, y en esa ocasión también''.

Fue el final de una pesadilla.

``Así es. Hablaron con López Rega y lo convencieron de que no había otra salida que se fuera del país. Apresuradamente le armaron un diploma que lo presentaba como embajador extraordinario y plenipotenciario ante los gobiernos europeos, un papel que sólo firmó la presidenta, y que no tenía ningún valor legal ya que no había intervenido la cancillería ni el Senado.

``A eso de las siete de la tarde se despidió de Isabel y partió hacia el aeroparque escoltado por motociclistas de la Federal. A los pocos minutos tuvo que volver porque se había olvidado el diploma. [. . .]. En el aeropuerto lo estaba esperando el avión presidencial que de inmediato lo llevó a Río de Janeiro. [. . .].

Un gran alivio

El 28 de agosto de 1975 la presidenta María Estela Martínez de Perón, después de una grave insubordinación de los altos mandos desconociendo al Comandante General, Alberto Numa Laplane, y en consecuencia la propia autoridad presidencial, designó al frente del Ejército al general Videla, y como jefe de Estado Mayor al general Roberto Eduardo Viola. [. . .].

En la misma fecha, el coronel Jorge Felipe Sosa Molina pidió su propio relevo como jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, anticipando el final de su carrera militar.

Comenzaba también ese día la cuenta regresiva que -- implacable -- alumbraría una nueva pesadilla.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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