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12/05/2014 | El neocolonialismo chino se adueña de África

Pablo M. Diez

Con la visita esta semana del primer ministro chino, Pekín sigue a la conquista de las materias primas del continente.

 

Un año después de que el presidente chino, Xi Jinping, escogiera África como destino de su primer viaje oficial tras pasar por Rusia, el primer ministro, Li Keqiang, ha regresado esta semana a dicho continente. Frente a su olvido por parte de Occidente, Pekín demuestra así la importancia que le concede a África (ver aquí un gráfico), a cuya conquista se ha lanzado en busca de materias primas y un vasto mercado emergente a cambio de inversiones faraónicas.

A su paso por Etiopía, Angola, Nigeria y Kenia, que concluyó el viernes, Li Keqiang ha anunciado una línea de crédito de 10.000 millones de dólares (7.200 millones de euros) y otros 2.000 millones de dólares (1.400 millones de euros) para un fondo destinado a financiar proyectos para el desarrollo. Dichas partidas se suman a los 20.000 millones de dólares (14.400 millones de euros) que el presidente Xi Jinping prometió el año pasado, sobre todo para infraestructuras construidas por empresas chinas.

«Tengo un sueño en el que todas las capitales africanas están conectadas con ferrocarriles de alta velocidad para potenciar así la comunicación y el desarrollo», aventuró el premier Li, quien aseguró que más de la mitad de la ayuda extranjera que destine su país irá a parar a este continente «sin precondiciones».

Desde hace cinco años, China es el principal socio comercial de África. El año pasado, sus intercambios alcanzaron los 210.000 millones de dólares (151.000 millones de euros), mientras que la inversión directa china se ha multiplicado por treinta en una década y llegó a los 25.000 millones de dólares (18.000 millones de euros). Creando unos 100.000 puestos de trabajo, más de 2.500 empresas chinas hacen negocios en África, especialmente en sectores como las finanzas, las telecomunicaciones, la energía, las manufacturas y la agricultura. Según informa la agencia estatal Xinhua, las compañías chinas habían firmado a finales de 2013 contratos por valor de 400.000 millones de dólares (288.000 millones de euros), construido más de 2.200 kilómetros de ferrocarriles y 3.500 de autopistas.

A cambio de esta lluvia de millones en el continente más pobre del planeta, el gigante asiático se asegura el acceso a valiosos yacimientos de recursos naturales imprescindibles para alimentar su imparable desarrollo económico, como petróleo, gas natural, minerales y madera. Pero, según denuncian Estados Unidos y la Unión Europea, esta diplomacia del yuan fomenta la corrupción y afianza regímenes totalitarios acusados de violar los derechos humanos, como el de Sudán.

Mediación política

Desde diciembre, y en un extraño caso de intromisión política en asuntos nacionales del continente africano, el Gobierno chino se ha convertido en uno de los máximos mediadores del conflicto en Sudán del Sur. El interés parece claro: proteger los intereses petrolíferos. Ya en enero de 2012, cuando Sudán del Sur anunciaba que interrumpía sus extracciones en respuesta al «expolio gratuito» por parte del norte (las reservas se hallan en el sur y los oleoductos que garantizan su exportación en el norte), la empresa estatal Corporación Nacional del Petróleo de China (CNPCC) controlaba el 40 por ciento de los consorcios petrolíferos en los dos países y, sobre todo, las exportaciones. A falta de datos fidedignos actuales porque ambos países mienten de forma continúa sobre su exportación real, en 2006 el 77,4 de las exportaciones tuvo como destino China, lo que generó más de 4.000 millones de dólares (2.896 millones de euros) en dividendos. Europa fue entonces el tercer destino (2,5 por ciento) tras Japón (8,4 por ciento).

Basándose en el mismo principio de no injerencia que Pekín reclama para sus asuntos internos, el régimen chino ha extendido sus tentáculos por África no sólo en busca de materias primas, sino también abriendo mercado para los baratísimos productos que salen de la «fábrica global».

«Los aspectos positivos son indudables en términos de flujos comerciales, proyectos en los sectores extractivos, créditos, empleo y construcción de infraestructuras. El problema es que a China únicamente le preocupa llegar a acuerdos con las élites políticas y económicas locales, sin importarle los que deberían ser los verdaderos beneficiarios de sus inversiones: las poblaciones locales. A pesar del dineral invertido, las poblaciones locales no tienen la percepción de que sus vidas hayan mejorado. En muchos casos, se debe a las pésimas condiciones laborales que ofrecen las empresas chinas, incluido un trato vejatorio a sus trabajadores», explica a ABC el periodista español Juan Pablo Cardenal. Escrito junto al también periodista Heriberto Araújo, su libro «La silenciosa conquista china» documenta sobre el terreno la expansión del gigante asiático en 25 países del mundo emergente.

Invasión silenciosa

Sin embargo, el panorama no es del todo novedoso. Como asegura Ndiege OdhonŽg, analista keniano y experto en relaciones internacionales, las transacciones económicas entre el gigante asiático y el continente africano se remontan a la década de los 50, en forma de suave diplomacia hacia sus socios soviéticos. Ya en los 70 se firmaron los primeros contratos de construcción (Islas Mauricio y Sudáfrica), elemento primordial del tan criticado intervencionismo chino en este continente.

Hasta el momento, la más cuantiosa inversión directa china en África, ya finalizada, no es una maquiavélica construcción urbana o una simple concesión petrolífera. En este caso se trata de una operación bancaria a gran escala que data de 2008, cuando el Banco Industrial y Comercial de China adquirió el 20 por ciento del Standard Bank sudafricano por unos 5.000 millones de dólares (3.620 millones de euros).

A tenor de Juan Pablo Cardenal, «las inversiones chinas en África adolecen muchas veces de los mínimos estándares medioambientales o sociales porque su único objetivo es el desarrollo económico sin importar los efectos secundarios, un modelo de crecimiento que sigue vigente en la propia China desde hace más de tres décadas». Debido a la falta de transparencia y a la desigualdad de los acuerdos con países débiles, no tiene dudas acerca del «neocolonialismo» de Pekín sobre África: «antes lo hicieron las potencias occidentales, ahora lo está haciendo China».

ABC (España)

 



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