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12/04/2015 | Argentina - Predicciones y adivinanzas para 2016

Néstor O. Scibona

La pregunta del millón tiene respuestas devaluadas. Cualquiera que busque adivinar qué ocurría con la economía después del cambio de gobierno en diciembre, se topa con múltiples presunciones basadas en dibujos en el aire.

 

No es para menos. Cuando faltan poco más de dos meses para la presentación de las candidaturas y poco menos de cuatro para las PASO nacionales, los presidenciables siguen enfrascados en sus internas y relegan a un segundo plano los diagnósticos de sus asesores económicos. A veces, lanzan propuestas aisladas y voluntaristas (Macri, el fin del cepo cambiario; Massa, el fin del impuesto a las ganancias para trabajadores), que poco tienen que ver con un programa económico consistente. Scioli, fiel a su estilo, habla sin decir nada que pueda comprometerlo. Con matices, sus equipos coinciden en bajar la inflación, movilizar millones de dólares "encanutados" fuera del circuito económico, promover inversiones, más empleos y salir del estancamiento de los últimos años. Pero ninguno se arriesga a anticipar precisiones.

A corto plazo, más previsible es la estrategia para 2015 de la dupla Cristina-Kicillof: convertir a más consumidores en votantes del oficialismo, aun sin candidato. Con la premisa de que la gente vota con el bolsillo, no pasa semana sin que eleven el piso del gasto público. Ni sin ofrecer por la cadena nacional de radio y TV más créditos subsidiados, para contrarrestar el deterioro real de salarios y jubilaciones en 2014, a la espera de las inciertas paritarias de este año. Mientras tanto, contiene la inflación con más atraso cambiario, subsidios tarifarios y "precios cuidados". Y contrarresta el retroceso de las exportaciones y el drenaje de reservas por ventas récord de "dólar ahorro" a precios de ocasión, mediante el racionamiento de importaciones no energéticas que tal vez se flexibilicen transitoriamente con la liquidación de la cosecha de soja.

Ningún analista económico prevé que esta política de "radicalizar el populismo" (según la definición que en 2011 acuñó el entonces viceministro Roberto Feletti) explote antes de las elecciones. Pero la mayoría coincide en que no es sostenible sin complicar la gobernabilidad a partir de 2016, por más que el cristinismo se empeñe en asignarle carácter "irreversible".

Esta perspectiva coloca en un brete a Scioli, si se confirma la presunción de que aceptaría a Kicillof como compañero de fórmula, a cambio de un apoyo de CFK en las PASO. Al igual que con el número de pobres, difícilmente el ministro de Economía admita en campaña el agravamiento de la herencia macroeconómica kirchnerista. Tampoco la urgencia de remover restricciones al comercio exterior y el exceso de intervencionismo para reactivar una economía necesitada de mayor inversión para crecer. Por ahora sólo se sabe que el pragmático gobernador bonaerense quiere ser presidente a toda costa. Pero, con tantos desequilibrios acumulados, todavía es prematuro conjeturar cómo haría equilibrio dentro de su ambivalente consigna de continuidad con cambios.

Por razones diferentes, los equipos opositores tampoco arriesgan definiciones que impliquen costos políticos. No sólo para evitar prematuros "escraches" del kirchnerismo que, en caso de convertirse en primera minoría opositora, ya tiene preparada la consigna "con nosotros no pasaba". También porque exploran cómo ampliar su futuro margen de maniobra.

Para encarrilar el sector externo, todos tienen in péctore la perspectiva de colocar deuda en los mercados externos -en un rango de 10.000 a 20.000 millones de dólares- para saldar pagos pendientes, reforzar reservas y salir lo antes posible del cepo cambiario. Sería la forma de aprovechar la baja relación deuda externa/PBI, uno de los pocos puntos a favor de la herencia K. Pero esto implicará no sólo resolver el default de la deuda con los holdouts, sino también definir la futura política cambiaria. No es lo mismo arrancar una nueva gestión con tipo de cambio de equilibrio o con "colchón"; y de eso dependerá si se eliminan retenciones a la exportación (menos la soja) o si habrá una reducción gradual. Esta incógnita, junto con el fin de los ROE, ya desvela a los productores de trigo que deben sembrar con este gobierno y cosechar con el próximo.

En cuanto a la reducción del gasto público, las predicciones apuntan a los crecientes e indiscriminados subsidios a la energía y el transporte, superiores al 4% del PBI. Malas noticias a futuro para usuarios residenciales e industriales; especialmente del área metropolitana de Buenos Aires. En un seminario organizado por los Ex Secretarios de Energía, el economista Fernando Navajas reveló que las tarifas eléctricas muestran el mayor atraso real desde 1945. Pero reiteró la necesidad de un sendero gradual de ajustes para reducir los subsidios, además de una tarifa social de suma fija para sectores de menores ingresos y criterios de eficiencia energética nunca utilizados en estos años (como tarifas diferenciales según horarios o demanda estacional).

Estas cuestiones abrieron un debate entre economistas sobre la disyuntiva de shock o gradualismo. No sólo eso: en el sector financiero hay quienes conjeturan si el ministro de Economía del próximo gobierno podrá aplicar de movida un programa integral, o conformarse con un trabajo sucio de transición. Desde la heterodoxia racional, el economista Carlos Leyba enfatiza que para salir de los ciclos de crisis y reactivaciones basadas en endeudamiento, no sólo hay que ocuparse de la macroeconomía sino de una estrategia de desarrollo, que hoy tampoco surge -dice- de la financiación china.

Los presidenciables apuestan a la mejora de expectativas económicas que provocaría el cambio de gobierno. No obstante, son conscientes de que quien sea electo deberá asumir con un programa integral y consistente debajo del brazo, para corregir los desequilibrios y recuperar la confianza.

Más lejos de estos interrogantes, los mercados apuestan a que el efecto "chau, Cristina" implicará el fin del default y nuevos repuntes en el valor de los activos. Por eso están más atentos a las encuestas que a los indicadores económicos: si a medida que se acerquen las elecciones no se despejan las incógnitas para 2016, tendrán tiempo suficiente para desarmar posiciones y refugiarse en el dólar.

La Nación (AR) (Argentina)

 



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