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23/08/2006 | Doha y el neoliberalismo

David Ibarra

En el pasado mes de julio, Pascal Lamy, director de la OMC, indicó que las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha quedaban suspendidas.

 

La razón que se esgrimió fueron las amplias diferencias en tre el G-6, grupo integrado por EU, la Unión Europea, Japón, Australia, Brasil y la India que incorpora a una muestra de los principales países industrializados y de algunos grandes productores agrícolas del Tercer Mundo.

La importancia de la Ronda de Doha es poner a prueba la voluntad de naciones avanzadas en crear un clima de comercio beneficioso a las economías en desarrollo y dentro de éstas a las más atrasadas. Por eso, el tema fundamental residía, y quizás aún, en liberar el comercio agrícola, reduciendo las barreras arancelarias, las subvenciones a los productores domésticos y los subsidios a la exportación que practica básicamente el proteccionismo de los estados del Primer Mundo. Además, en parte para compensar la erosión de preferencias ya otorgadas a los países más débiles y en parte para alentar su desarrollo, se buscaba darles acceso preferencial a los mercados, así como la instrumentación de "ayudas al comercio" que implicaba cooperación en el fortalecimiento de instituciones y de capacidades de generar producciones exportables. También quedó parcialmente en suspenso el acuerdo previo de la reunión de Hong Kong, consistente en la eliminación de los subsidios a la exportación del Primer Mundo que habría de culminar en 2013.

En lo que toca a las subvenciones a la producción agrícola, el desacuerdo entre EU y la Unión Europea no ha podido zanjarse. La propuesta estadounidense, aunque reducía las concesiones actuales, en opinión de los representantes europeos, le permitiría otorgar subvenciones cuantiosas superiores a las de naciones competidoras. En todo caso, la Unión Europea tendría que hacer los mayores sacrificios, seguida por EU y Japón, y luego por los países en desarrollo. Aquí, aparte del problema de equiparar concesiones, reside en el obstáculo político de enfrentar seria oposición de los productores de los países involucrados. El impasse dejará sin solución a las graves distorsiones en el intercambio de productos como azúcar, lácteos o carnes, especialmente importantes para varios países en desarrollo, aunque los gobiernos afectados pudiesen en principio recurrir a multiplicar las querellas en los mecanismos bilaterales de solución de controversias.

Más importantes y más conflictivas son las negociaciones sobre libertad de acceso a los mercados. EU demandó reducciones sustantivas en las tarifas arancelarias de la Unión Europea, en función de sus ventajas competitivas en materia agrícola. Este último conglomerado de países estuvo anuente en hacer algunas concesiones, pero exceptuó a una serie de productos calificados como "sensibles". Aquí, según el Banco Mundial, la incorporación de sólo el 2% de las líneas arancelarias en ese apartado podría comprimir en más de dos tercios los beneficios de la reducción de tarifas. Además, aunque las rebajas en las tarifas parecen grandes, en la realidad son sustancialmente menores, pues se calculan sobre el arancel teórico (consolidado) y no sobre el que realmente cobran los países importadores.

La suspensión de las negociaciones pone en riesgo de nueva cuenta el principio básico del multilateralismo en el ordenamiento del comercio mundial, abriendo puertas no sólo al proteccionismo, sino a la multiplicación de acuerdos bilaterales que fragmentaría al mundo en compartimentos estanco, impulsores de los intereses económicos y políticos de los gobiernos dominantes de cada región. EU ya tienen en vigor 10 tratados de libre comercio, otros próximos a llegar a las autorizaciones finales y unos más en proceso de negociación. La urgencia proviene, además, de que el gobierno estadounidense tendría que cerrar las negociaciones en diciembre de este año. De otra manera, se violarían los plazos del procedimiento simplificado de ratificación (fast track) que vence en marzo próximo.

En suma, después de más de cinco años de discusiones, se vuelve a poner de manifiesto la discrepancia entre los principios neoliberales y las realidades geopolíticas preponderantes. Las regiones periféricas han debido adaptarse, incluso con grandes costos, a la supresión de fronteras a los movimientos financieros y de mercaderías. En contraste, el Primer Mundo se reserva el derecho de instrumentar políticas keynesianas, mantener algún proteccionismo y tener menor inclinación de hacer sacrificios a fin de reducir las disparidades en la distribución de los beneficios de las libertades económicas.

En términos no exentos de propagandismo suelen ensalzarse las virtudes de los mercados y la competencia. En la práctica, se admite la consolidación de los oligopolios multinacionales no regulados y el embate a los nacionalismos periféricos que solían aportar sentido de pertenencia e identidad ciudadana en esas regiones. Las paradojas no terminan ahí. Los motores de la economía mundial que curaron el receso de 2001, han sido EU y China. Son, empero, las dos economías que más se han apartado del texto neoliberal y adoptado políticas francamente keynesianas. La primera con sus déficit presupuestales o comerciales gigantescos y su enorme consumismo; la segunda con un esfuerzo descomunal de gasto en inversión, sea en infraestructura o industria, financiadas con deuda pública e inversión extranjera.

La primera o segunda oleada de la globalización, que se extendió por el mundo entre 1870 y 1914, estuvo alimentada por alta movilidad internacional del cambio de productos, de capitales, acompañada de amplias libertades a la migración de mano de obra. Como resultado, se alentó el desarrollo de las zonas entonces periféricas y se redujeron los diferenciales de precios, salarios y tasas de interés. La globalización de nuestros días entraña cambios enormes en la organización y geografía de la producción, así como el impulso a la transferencia ubicua de los recursos financieros y la expansión del comercio. En contraste, no se permiten o se restringen los movimientos de mano de obra, limitando sus efectos en la reducción de las asimetrías salariales del mundo. De ahí, las enormes presiones de la migración ilegal que comienza a erosionar las fronteras, en tanto válvula de escape a las escasas oportunidades de trabajo y los bajos salarios de los países periféricos. Tal situación sólo se podría subsanar con esfuerzos concertados para hacer del comercio y el financiamiento, palancas efectivas del desarrollo.

Analista político

El Universal (Mexico)

 



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