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13/03/2016 | Luis Almagro quiere recuperar papel central de la OEA

Franco Ordoñez

Luis Alamagro se comprometió a modernizar la OEA y a volver a centrar al grupo en su misión fundamental de proteger los derechos humanos y la democracia. Prometió no dejarse amilanar por la corrupción.

 

En pocos meses de mandato, Almagro ha mostrado que no tiene miedo de usar su posición de autoridad para denunciar la corrupción o exigir que se dé la bienvenida de nuevo a Cuba en las discusiones hemisféricas. Y aunque todavía tiene sus escépticos, especialmente en Miami, el diplomático uruguayo ha ganado mayormente elogios de todo el hemisferio por sus primeros 10 meses en el puesto.“El doctor Almagro ha devuelto la respetabilidad a la OEA. Su voz fue la única que se atrevió a denunciar las atrocidades de Venezuela”, declaró recientemente a McClatchy el ex presidente colombiano Alvaro Uribe.
El diplomático uruguayo heredó una atribulada organización hemisférica de 35 miembros que ha pasado los años más recientes en medio de una crisis de identidad, enfrentada a problemas financieros y una influencia cada vez más disminuida.
Una nueva generación de grupos regionales como la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, se ha formado para competir con ella, y para socavar la influencia de Estados Unidos, que paga aproximadamente el 60 por ciento del presupuesto anual de $81.5 millones de la OEA.
Almagro reconoció la competencia cuando asumió el puesto. Se comprometió a modernizar la OEA y a volver a centrar al grupo en su misión fundamental de proteger los derechos humanos y la democracia. Prometió no dejarse amilanar por la corrupción.
“No estoy interesado en ser el administrador de la crisis de la OEA, sino el facilitador de su renovación”, dijo a los miembros tras ser elegido.
Almagro, de 52 años, quien está casado y tiene siete hijos, se formó como abogado. Ha ocupado puestos diplomáticos en China, Alemania e Irán. Más recientemente, fue ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, durante cuyo mandato colaboró con Estados Unidos en la transferencia a su país de detenidos de Guantánamo y en la restauración de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
En una entrevista de casi una hora de duración en su oficina de la OEA cerca de la Casa Blanca, Almagro habló de su intercambio con el gobierno venezolano. El ataque de Maduro a su integridad no lo molestó, dijo. Lo hizo sentir mejor. Para él, el líder venezolano estaba admitiendo que Almagrotenía razón al recurrir a los insultos en lugar de discutir temas políticos.
“Siempre estoy dispuesto a admitir cuando me equivoco”, dijo Almagro. “Pero el lenguaje que ellos usaron conmigo me demostró que yo no estaba equivocado. Eso me dio paz”.
En lo que se refiere a los derechos humanos, “no hay 50 tonos de gris”, le gusta decir a Almagro. Es un asunto en blanco y negro.
Cuando él escucha que algunos líderes de EEUU y el mundo se sorprendieron ante su agresiva actitud ante Venezuela, sus facciones se tensan con frustración. Sacude la cabeza.
“Ellos no me conocían”.
Estados Unidos no apoyó inicialmente la candidatura de Almagro cuando él anunció por primera vez que se iba a postular para dirigir la OEA. Aunque era visto como moderado, provenía de un gobierno de izquierda que algunos pensaron no estaría de acuerdo con los ideales de EEUU.
Para cuando llegó el momento de las elecciones en marzo, era el único candidato postulado, luego que el ex vicepresidente guatemalteco Eduardo Stein y el jurista peruano Diego García-Sayan retiraron sus candidaturas. Un alto funcionario del Departamento de Estado dijo que EEUU decidió apoyar a Almagro y “lo ha duplicado” desde entonces.
La administración de Obama conocía su posición con respecto a los derechos humanos, pero ellos no esperaban que Almagro se expresaría tan enérgicamente como lo hizo.
“¿Podríamos haber pronosticado una carta de 18 páginas sobre Venezuela? No”, dijo el alto funcionario del Departamento de Estado, quien no pudo usar su nombre públicamente debido a la política de la Administración. “Siempre es bueno recibir sorpresas agradables en ciertas cosas, quizá”.
Durante años, ha habido considerables debates –especialmente en el Congreso de EEUU– con relación al papel de la OEA en apoyar las prioridades estadounidenses. Por décadas, los estados miembros que querían sostener una relación cercana con el superpoder económico del hemisferio ayudaron a mantener a la OEA alineada con la política estadounidense.
Pero Estados Unidos ha perdido influencia, a medida que los miembros encontraron en la expansión de China un incentivo al desarrollo económico, y eligieron a nuevos líderes ideológicos con agendas antiestadounidenses. Algunos en el Congreso han hecho esfuerzos por retirar el financiamiento de EEUU a la organización.
Muchos señalan el hecho de que la organización no ha tomado una posición más dura con respecto a supuestas violaciones de derechos humanos. El ejemplo que tiende a citarse más en Washington es el de la respuesta de la OEA luego de que protestas generalizadas en Venezuela en la primavera del 2014 terminaron con docenas de muertos.
Estados Unidos quería que la OEA denunciara lo que estaba pasando, pero Venezuela presionó a sus aliados, muchos de los cuales recibían petróleo descontado de parte de Caracas, y la OEA aprobó una tibia declaración que rechazaba la violencia pero ofrecía “pleno apoyo” a los intentos de Maduro de dialogar con sus oponentes. Estados Unidos, Canadá y Panamá fueron los únicos países que se opusieron a la declaración.
Por esa razón, y por otras, varios líderes estadounidenses cuestionaron a Almagro, cuyo historial de izquierda fue visto como demasiado cercano a regímenes como los de Venezuela e Irán, donde él ocupó uno de sus primeros puestos diplomáticos.
La representante de Miami Ileana Ros-Lehtinen, una republicana que dirige una poderosa subcomisión de asuntos exteriores, se opuso a la selección de Almagro. Ella mencionó su trabajo en Irán y alegó que Almagro continuaría el historial de la OEA en cuanto a socavar los derechos humanos y la democracia en Latinoamérica.
Ros-Lehtinen no quiso hablar con McClatchy sobre Almagro para este artículo.
Otro republicano de Miami, el representante Mario Díaz-Balart, tenía preocupaciones similares con respecto a la candidatura de Almagro. Díaz-Balart dijo que todavía es demasiado pronto para tener una idea clara de cómo evaluar a Almagro. Pero señaló a su vez que le gusta la manera agresiva en que Almagro lidia con Venezuela. Afirmó que Almagro era una franca mejoría con respecto al antiguo secretario general José Miguel Insulza, ex político chileno, cuyo mandato de 10 años estuvo marcado por problemas financieros y la emergencia de nuevos grupos regionales en competencia.
“La diferencia es del día a la noche”, dijo Díaz-Balart. “El está tratando de hacer una vez más de la OEA una organización legítima, y no lo estaba siendo”.
El diplomático uruguayo no sólo se ha enfrentado cara a cara con Venezuela, sino que además ha confrontado a un ex presidente de Guatemala con respecto a la corrupción justo antes de que fuera encausado; intervino en la crisis electoral de Haití y negoció con grupos anticorrupción para enfrentar las redes criminales de Honduras dentro de los sistemas político y judicial del país.
Pero fue Venezuela la que sirvió como la primera prueba de fuego para el nuevo líder. Roger Noriega, ex embajador de EEUU ante la OEA, dijo que Almagro dio un ultimátum al gobierno de Venezuela e hizo más difícil para ellos maniobrar en contra de la oposición.
“El hecho de que alguien esté tomando una posición firme con respecto a esos problemas despertó a todo el mundo en el hemisferio”, dijo Noriega, quien trabaja como investigador invitado en el Instituto Americano de Empresas, centro de investigaciones de tendencia conservadora.
Muchos en Miami continúan preocupados por los esfuerzos expresados por Almagro de traer a Cuba a la OEA. La OEA expulsó a Cuba de sus filas en 1962.
Díaz-Balart ha criticado duramente a Cuba por sus problemas actuales de derechos humanos, que incluyen más de 8,000 arrestos en el año transcurrido desde que la administración de Obama anunciara que restauraría sus relaciones diplomáticas con la isla.
En el 2009, la OEA levantó su suspensión de 47 años a Cuba, pero Díaz-Balart alega que Cuba no puede ser admitida porque la nación isleña no tiene un gobierno democrático.
Almagro está de acuerdo que la devolución de la membresía a Cuba tomará tiempo.
No obstante, dijo que si Cuba entra en la OEA eso significaría una atención más directa a sus abusos a los derechos humanos.
“Miren, si Cuba tiene todos estos problemas, esa es una razón para que Cuba no entre en la organización”, dijo Almagro. “Porque la vida se le va a hacer dura”.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



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