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30/09/2016 | Milán, bastión europeo de las maras

Monica Bernabe

La ciudad de Milán, en el norte de Italia, se ha convertido en cuna de bandas salvadoreñas, repletas de jóvenes con dificultades para integrarse

 

Un número 18 gigante, pintado con aerosol de color negro, ocupa una de las paredes de la antigua piscina del parque Trotter, en Milán. La piscina está vacía. No tiene agua, sólo hierbajos, botellas rotas y porquería. Un muchacho, que había pasado de largo, vuelve sobre sus pasos e interpela a esta periodista: "Oye, tú, ¿por qué tomas fotografías?", pregunta. El chico es un joven italiano, pero como muchos otros en Milán sabe que el número 18 no es un simple grafiti: es el símbolo de una pandilla latinoamericana.

La ciudad de Milán, en el norte de Italia, se ha convertido en cuna de bandas salvadoreñas. Algunos expertos incluso consideran que es la capital europea de las maras. Se han reproducido allí las mismas pandillas que existen en El Salvador: la Barrio 18 y la Mara Salvatrucha, conocida con el número 13 o las siglas MS. Ambas dejan su rastro en parques y plazas de Milán, o en los alrededores de discotecas latinas.

"Este año teníamos miedo de celebrar el Día de la Independencia en un parque", asegura Deidamia Calderón, una de las muchas salvadoreñas que llegó a Milán en los años 70 para trabajar como criada en casas de familias acomodadas y ya no volvió más a su país. El inicio de la guerra en El Salvador en 1979 hizo que muchas de esas mujeres se quedaran en Italia y después trajeran a sus esposos, hermanos e hijos, que primero huían del conflicto y, más tarde, de las maras.

Deidamia es cofundadora de la Comunidad Monseñor Romero de Milán, y en la sede de esa iglesia es donde se celebró el Día de la Independencia de El Salvador el pasado 11 de septiembre. La sede es un recinto deportivo con zonas ajardinadas y un perímetro vallado y el consulado salvadoreño en Milán también realizó gestiones para que ese día contara con vigilancia policial. "Las maras son como un pulpo que se ha introducido de forma silenciosa y nadie sabe cuántos de esos desgraciados hay ahora entre nosotros", murmulla Deidamia.

El 11 de junio del año pasado varios pandilleros clavaron un machete al revisor de un tren en la estación de Milán-Villapizzone. Los muchachos se subieron al tren sin pagar y casi amputaron el brazo al hombre. En la prisión milanesa de Bollate hay en la actualidad 15 chavales latinoamericanos encarcelados. Todos por delitos de homicidio, intento de homicidio o violencia agravada. O sea, por excederse en reyertas, normalmente entre las propias bandas latinas.

Jóvenes en una realidad hostil

La educadora social Anna Viola y el psicólogo Gianluigi Pino trabajan en esa cárcel en la reintegración de estos chicos dentro de un proyecto financiado por el Ayuntamiento de Milán. Según aseguran, todos los casos responden al mismo patrón.

"Son jóvenes que llegaron a Italia a los 13 o 14 años a través de un proceso de reagrupación familiar", expone la educadora. "La mayoría no quería venir y se encontró con una realidad hostil: una madre que sólo conocen de hablar con ella por Skype, una lengua y cultura extrañas, y un clima frío", señala. Y no sólo eso.

Viola explica que estos chicos suelen proceder de barrios marginados de El Salvador y van a parar a la periferia de Milán, donde las escuelas no están preparadas para acogerlos. "Sus madres tampoco saben cómo lidiar con unos adolescentes que llegan cargados de rabia", apunta. La bomba de relojería está servida. El resultado son las maras.

"Son muchachos que no encuentran un lugar en la sociedad y buscan identificarse con alguien", aclara el psicólogo Pino. "La banda se convierte en su familia", añade. Y lo peor es que eso sucede en Milán, pero también se puede replicar en cualquier otra ciudad: en Madrid o Barcelona.

"Milán es bonita, pero no sé si me quedaré", admite Fernando, un joven salvadoreño que se muestra cohibido. Llegó a la ciudad italiana hace seis meses, con 17 años, porque, dice, su tía le animó. Ahora vive con ella y básicamente se relaciona con otros chicos procedentes de su país y Perú"Aquí es difícil integrarse. Los italianos me miran con susto cuando digo que soy de El Salvador", se justifica.

La integración de los jóvenes no es una prioridad

En 2014 la educadora social Yessica Avelar hizo una investigación sobre las maras en Milán y se quedó de piedra: "Nadie trabaja en la reintegración de estos jóvenes", denuncia. La organización italiana Codici ayudaba a estos muchachos, pero en 2012 se quedó sin fondos.

"Dejó de ser una prioridad para las administraciones", argumenta su responsable, el investigador social Massimo Conte, que explica que en 2006 hubo dos grandes operaciones policiales contra bandas latinoamericanas en el norte de Italia, que tuvieron una gran repercusión mediática e hicieron que se dedicaran recursos al problema durante algunos años. Pero eso ya pasó a la historia.

Los salvadoreños pretenden evitar ahora que la mancha de aceite se haga mayor. "No podemos cerrar los ojos a lo que sucede", advierte Alicia Pérez, vicepresidenta de un prototipo de asociación, la Comunidad Salvadoreña de Lombardía, que intenta reunir a todas las personas procedentes de El Salvador que viven en esta región del norte de Italia, que no son pocas: hay unas 40.000 registradas. El número real se calcula mayor.

"Nuestro objetivo son los jóvenes", subraya. "Tanto los que nacieron en El Salvador como los que lo hicieron en Italia en el seno de familias salvadoreñas", detalla. Todos, curiosamente, se sienten extranjeros en Italia.

El Mundo (España)

 



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