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18/09/2006 | La ideología del enemigo: ¿Cómo se llama?

Clifford D. May

En su discurso por el aniversario de las atrocidades del 11 de Septiembre, el Presidente Bush dijo que Estados Unidos está librando “la decisiva lucha ideológica del siglo XXI”. Muy bien, pero... refrésqueme la memoria: ¿Contra qué ideología estamos luchando?

 

5 años dentro de esta guerra y sigue siendo curiosamente difícil contestar esa pregunta. En su discurso del lunes, el presidente no lo hizo, aunque en un momento se acercó a ello, describiendo la ideología como “totalitaria” – siendo los totalitarios aquellos que están a favor del control total de un dictador sobre naciones, sociedades y poblaciones.

La filósofa de Política, Hannah Arendt, sostenía que Alemania con Hitler al mando y la Unión Soviética con Stalin eran ambos regímenes totalitarios, cortados por la misma tijera aunque el primero fuese percibido más como tiranía de la derecha y el segundo como tiranía de la izquierda.

Bush intentó sugerir igualmente que cuales fueran las diferencias que pudiesen haber entre Osama bin Laden, Mahmud Ahmadineyad y Saddam Hussein, ellos, al igual que nuestros enemigos totalitarios del siglo XX, comparten atributos definitorios que incluyen una vehemente hostilidad contra la libertad y la democracia.

En estos últimos días, se ha desatado un debate sobre si la ideología con la que Estados Unidos está en guerra debería ser llamada “fascista” o más precisamente, “fascista islámica”.

El movimiento fascista original era italiano pero el término ha venido a cubrir no solamente a los regímenes de Benito Mussolini y Adolfo Hitler sino también al de los militaristas japoneses que se alinearon con ellos para formar los Poderes del Eje. 

El senador por Pensilvania, Rick Santorum, ha usado el término insistentemente para sugerir que el enemigo contra el que hoy se enfrenta Estados Unidos es el heredero ideológico del enemigo al que Estados Unidos se enfrentó en la Segunda Guerra Mundial y que es, por lo menos, una amenaza tan seria como ésa. El Presidente Bush usó el término una vez el mes pasado, desatando las ardientes protestas de autoproclamados portavoces de la comunidad musulmana.

Parvez Ahmed, el director del Consejo de Relaciones Americano-Islámicas (CAIR), envió a Bush una carta abierta quejándose: “Ud. ha dicho durante muchas ocasiones que el islam es una ‘religión de paz’. Hoy Ud. ha equiparado la religión de la paz con la fealdad del fascismo”.

Como respuesta, el periodista de Bahrein, Omran Salman, hacía hincapié en que Bush no había llamado fascistas a todos los musulmanes sino que había señalado a aquellos que usan la religión para justificar el genocidio.

“¿Cómo deberíamos llamar, según Ahmed, a la gente que intenta volarse en aviones comerciales llevándose consigo miles de vidas inocentes?” preguntaba Salman, “¿ángeles voladores?”

Allá por 1979, Michael Ledeen, un académico especializado en Historia italiana, tildó al líder revolucionario iraní, el ayatola Jomeini, como “un clérigo fascista”. Al igual que los fascistas europeos, Jomeini era un supremacista. Pero mientras los nazis luchaban en una guerra por el dominio alemán de Europa, Jomeini anhelaba una guerra que expandiese el dominio islámico por todo Oriente Medio y allende sus fronteras.

Si nos remontamos a 1942, Jomeini escribió entonces: “Aquellos que estudian la yihad comprenderán por qué el islam quiere conquistar el mundo... el islam dice: ¡Lo que sea que haya de bueno existe gracias a la espada y a la sombra de la espada! ¡La gente no puede convertirse en obediente excepto por la espada! ¡La espada es la llave del paraíso y éste sólo puede estar abierto para los guerreros santos!”

Puede que pronto los sucesores de Jomeini tengan no solamente espadas sino armas nucleares como ayuda a la búsqueda de su visión. Las ambiciones de Osama bin Laden son las mismas aunque él sueña en jeques sunníes en vez que en chiítas, ordenando a los infieles a que se conviertan o mueran.

También influenciados por ideas fascistas estaban los baazistas, un movimiento del siglo XX que exhorta a la supremacía y el dominio árabes. Aunque la gente piense que el baazismo es laico, uno de sus fundadores, Michel Aflaq, decía: “El islam es al arabismo lo que los huesos son a la carne”. El baazismo es la ideología propugnada por Saddam Hussein y por el dictador sirio Bachar al-Assad, aunque éste haya forjado una estrecha alianza con los gobernantes jomeinistas de Irán.

Por ésta y otras razones, es justificable tildar de fascistas a estas ideologías, o islámico fascistas, islamofascistas o neofascistas. También es adecuado describirlas como islamista militante o yihadista radical.

En su discurso de esta semana, el Presidente Bush dijo también que la guerra en la que Estados Unidos está inmersa no es un “choque de civilizaciones” sino “una lucha por la civilización”. Eso quizá nos sugiere alguna otra forma en la que podríamos caracterizar la ideología contra la que las naciones libres están luchando: Es el barbarismo. Siempre ha habido bárbaros a las puertas de la civilización. A lo mejor es hora de que aceptemos eso y que nos decidamos a luchar contra ellos, donde sea que estén y por el tiempo que tome. Tal vez tengamos que decidir, aunque sea difícil, que estando en guardia, los enemigos de la libertad – sean de la ideología que sean – no se impondrán.


Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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