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13/11/2006 | Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz 2003: «En Irán la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre»

Macarena Gutiérrez

- «A las iraníes se les golpea, se les detiene y ellas siguen manifestándose: no se les puede pedir más» - «Han intentado matarme dos veces, pero no pienso irme. Irán es mi país y aquí es donde debo quedarme»

 

Shirin Ebadi pasó por España para participar en el Tercer Diálogo Oriente-Occidente celebrado en la Casa Asia de Barcelona. Con un ligero toque de maquillaje y sin velo (en Irán lo lleva por obligación), esta abogada y defensora de los derechos humanos explicó a este periódico las enormes dificultades de ser una musulmana moderada en los tiempos que corren. Ebadi zanja el polémico asunto del velo diciendo que «no debe prohibirse ni forzarse», y recuerda con cierta tristeza las críticas que recibe en su país, donde el régimen de los ayatolás se esfuerza por convertirla en un ser invisible.
   

- ¿Qué ha significado para usted y para Irán el Premio Nobel de la Paz que le otorgaron en 2003?
   

- Para mí demuestra que el mundo reconoce la importancia y el esfuerzo de los musulmanes de mente abierta. Y para mi país también ha sido positivo porque los iraníes han comprobado que el mundo respalda a los que luchan por la democracia.
   

- En Irán el 63 por ciento de los universitarios son mujeres. ¿Cree que la próxima revolución la llevarán a cabo las iraníes? ¿Tienen alguna opción de convertirse en fuerza política?
   

- El movimiento feminista de Irán es muy fuerte, pero es que ni siquiera los partidos establecidos pueden decir lo que piensan. El problema es la falta total de libertad. Cuando haya libertad de expresión no podemos ni imaginar hasta dónde llegarán las mujeres.
   

- ¿En qué aspectos sigue siendo la mujer una ciudadana de segunda?
   

- Todavía hay muchas leyes discriminatorias en materia de familia. Un hombre puede casarse con cuatro mujeres o divorciarse sin presentar razón alguna, pero ella no está autorizada siquiera a solicitarlo. El valor que se da a la vida de una mujer es la mitad que la del hombre. Si hay un accidente de coche y muere un hombre, el dinero que recibe la familia de la víctima es el doble que si hubiera sido una mujer. En el plano legal, el testimonio de dos mujeres equivale al de un hombre.
   

- ¿Era mejor esa legislación en época del Sha Reza Pahlevi?
   

- Todas estas leyes que he mencionado se aprobaron después de la revolución islámica de 1979, pero con el Sha no había ninguna libertad política.
   

- ¿Nunca ha pensado marcharse de su país como tantos otros exiliados políticos?
   

- No. Soy iraní y tengo que vivir en mi país.
   

- Otra de sus denuncias recurrentes es el maltrato a los niños. ¿Sigue aplicándose la pena de muerte infantil?
   

- A partir de los 9 años una niña puede ser condenada a muerte, y un niño, de los 15.
   

- ¿No ha evolucionado el papel femenino en el núcleo familiar con tantas licenciadas universitarias?
   

- La mujer tiene voz en la sociedad, y está totalmente en contra de las leyes que la discriminan, pero se la pisotea.

Cada vez que una mujer se equivoca y comete un acto contrario a la ley, la Policía la ataca y la pega. Muchas de estas mujeres vienen a mi despacho a contármelo. En este momento tengo presentadas dos denuncias importantes contra la Policía. No estoy segura de que vayamos a tener un juicio justo, pero llegaré hasta donde pueda porque es mi obligación. Las mujeres no viven tranquilas. Se las golpea, se las detiene y ellas siguen saliendo a la calle para manifestarse. No se les puede pedir más.

- ¿Se siente amenazada en Teherán?
   

- Han intentado matarme en dos ocasiones.
   

- ¿Cree que es posible la igualdad entre sexos en países musulmanes?
   

- Desde luego. La situación de la mujer en los países islámicos es tan distinta según dónde viva que demuestra que se pueden dar distintas interpretaciones al papel de la mujer en el islam. En Arabia Saudí, por ejemplo, las mujeres no pueden ni conducir su propio coche, así que imagínese cuáles son sus derechos políticos... En Indonesia, Bangladesh o Pakistán las musulmanas llevan años integradas en la vida pública y se han convertido en presidentas o ministras. Al islam, como a cualquier otra religión, se le puede dar distintas lecturas. En Occidente hay algunas iglesias que casan a los homosexuales y otras que los rechazan de plano.
   

- Entonces, ¿en qué momento de la Historia se ha pervertido el sentido del Islam?
   

- La interpretación machista y patriarcal del Corán es lo que nos ha restado derechos. ¿O es que acaso la Biblia habla de la homosexualidad? Sin embargo, vemos que hay iglesias que la aceptan. Por eso la interpretación es fundamental.
   

- Pero si los clérigos, que son hombres, siguen siendo la voz autorizada, ¿cómo va a producirse el cambio?
   

- Es lo mismo que pasa en el cristianismo y en el judaísmo, donde son los varones los que mandan. El islam en eso no es distinto a otras creencias. Por tanto, el problema no está en la religión en sí, sino en lo que determinada cultura quiera hacer con ella.
   

- ¿No cree que la democracia exige una separación entre la Iglesia y el Estado?
   

- Sí. Los políticos abusan y se aprovechan de las creencias de la gente. Los países religiosos no democráticos arguyen que por ser musulmanes no respetan los derechos humanos, porque deben seguir los preceptos del islam. Pero yo puedo demostrar que el islam puede convivir con los derechos humanos. Le pregunto una cosa: ¿usted cree en la democracia?
   

- Claro.
   

- En una sociedad en la que gana un partido radical islámico, ¿qué pasa?, ¿se puede decir que las elecciones no son válidas?
   

- Siempre que respeten la legalidad internacional.
   

- Yo creo que debemos encontrar una nueva definición de democracia. Hay muchos dictadores que han llegado al poder a través de las urnas, como por ejemplo Adolf Hitler. La democracia es un Gobierno de mayorías, pero esto no significa que los políticos elegidos puedan hacer lo que les dé la gana. La democracia tiene un marco conceptual y no debe salirse de ahí. ¡Este marco deben ser los derechos humanos!
   

- ¿Usted cree que si Irán fuera una democracia al estilo occidental no se habría producido la actual crisis nuclear?
   

- Yo estoy en contra de que cualquier país del mundo tenga la bomba atómica, pero hay que tener en cuenta que algunos países que la tienen, como Francia, no suponen un peligro para la paz mundial.
   

- ¿Cree que después de las sanciones económicas a su país puede llegar un ataque militar?
   

- Espero que EE UU haya aprendido una buena lección de los iraquíes y que sepa que no es tan fácil invadir un país.
   

- Pero los terroristas están matando más iraquíes que estadounidenses en Irak.
   

- Es cierto, pero también mueren americanos. ¿Qué ha conseguido Estados Unidos en Irak hasta ahora?
   

- Después del fracaso estrepitoso de Bush, ¿cómo pueden defenderse los civiles que viven bajo el yugo de un dictador?
   

- Primero hay que preguntarse por qué el gran salvador debe ser siempre EE UU y por qué los que luchan por la libertad tienen que buscar refugio allí. La democracia sólo llega con la lucha de los pueblos y los iraníes ya están llevando a cabo esa lucha.
   

- ¿Qué piensa usted del presidente Mahmoud Ahmadineyad?
   

- Que no le he votado. Hay distintos factores que van a influir en lo que pueda o no hacer Ahmadineyad con el país, y entre éstos se encuentra la situación de los vecinos. También las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU y el curso de las negociaciones.
   

- ¿En qué falló el ex presidente reformista Mohamed Jatami?
   

- Nuestra Constitución no otorga grandes poderes al presidente. Hay un pequeño grupo que acumula toda la autoridad. En la época de Jatami, yo y muchos otros acabamos en la cárcel. Nuestro crimen fue ejercer la libertad de expresión. Cuando un reformista era detenido, Jatami decía cuánto lo lamentaba y no podía hacer más. Ahora los reformistas siguen acabando en prisión. La diferencia es que Ahmadineyad no dice que lo siente. Eso es todo.
   

- Después de su larga lucha por los derechos de la mujer, ¿qué siente cuando en su país la critican por llevar maquillaje, enseñar el pelo o dar la mano a los hombres?
   

- (Guarda silencio) Creo tanto en la libertad que pienso que cada uno puede pensar lo que quiera. Por eso cuando me critican no me afecta demasiado. Lo que me duele es que mientan, que pongan en mi boca palabras que no he dicho.
   

- Da la impresión de que le duele que no la consideren una musulmana devota.
   

- Sí, eso lo dicen mucho. Ellos ven el islam de una forma que no es la mía.
   

- ¿Qué valores ve en sus dos hijas que representen a la nueva mujer iraní?
   

- Una está haciendo un doctorado y la otra, un máster en Canadá. Lo que más me llama la atención de ellas es la pasión con la que desean continuar su formación académica.
   

- Supongo que su marido no lo tendrá fácil.
   

- ¿Por qué cree eso?
   

- Por el hecho de que usted destaque tanto y sea tan criticada en un país tan machista.
   

- Bueno, mi marido opina igual que yo, y me dice que si creemos en la libertad de expresión hay que dejar que cada uno piense o diga lo que quiera.
   

- ¿En qué ha empleado el dinero del Nobel?
   

- He gastado la mayor parte en Irán, en la lucha por los derechos humanos. Tengo en marcha tres ONG, una de ellas para proteger a la infancia. También tenemos un equipo legal para defender de manera gratuita a los presos políticos. Representamos a más del 70 por ciento de todos los detenidos por razones ideológicas. Ayudamos a sus familias y cada tres meses publicamos algo sobre nuestra labor. La tercera ONG se dedica a la desactivación de las minas que dejaron los ocho años de guerra con Irak. Hay más de tres millones de hectáreas de tierra infectada. Cada día de dos a tres personas mueren o resultan heridas.
   

- También existe un gran problema de adicción a las drogas.
   

- Desgraciadamente hay mucha dependencia. La droga es un problema enorme en mi país.
   

- ¿Tiene la impresión de que las mujeres occidentales juzgamos a las musulmanas?
   

- No me gusta generalizar. Hay mujeres occidentales que apoyan el trabajo de las orientales, aunque otras muchas en cuanto ven a una mujer con pañuelo por la calle creen que se han topado con una amiga de Ben Laden. Creo que esa pregunta debe hacérsela una misma.
   

- ¿No cree que el velo se ha convertido en un símbolo político?
   

- No. Acabo de estar en Indonesia y Malasia y he visto a muchas chicas con pañuelo y a otras sin él. Pero en un país como Irán es absolutamente obligatorio llevarlo.
   

- ¿Por eso lo lleva usted cuando está en su país?- Estoy obligada a hacerlo. Es la ley.
   

- En algunos países europeos hay una cierta lucha para que las musulmanas no se cubran la cabeza en favor de la integración.
   

- En muchos países islámicos las obligan a llevarlo y ellas se rebelan, y en Europa quieren quitárselo a la fuerza. Y tampoco se dejan. Yo creo que la mujer debe ser libre para ponerse lo que quiera. Uno de los hábitos de los radicales musulmanes es llevar barba, y en Europa hay hombres que la llevan y otros que no. ¿Por qué sólo se fuerza a las mujeres? No hay una ley en Francia que prohíba la barba, pero sí que se espabilan para aprobar una contra las mujeres que llevan «hijab».
   

- ¿Dónde vive peor la mujer musulmana?
   

- En Arabia Saudí ni siquiera pueden conducir. Y eso que es un gran aliado de Estados Unidos.
   

- ¿Qué fue lo primero que pensó cuando recibió la noticia del premio?
   

- Me alegré. Estaba en París dando una conferencia y, al terminar, recibí la noticia.
   
   

Aquella celda de aislamiento
   

Durante la entrevista, Shirin Ebadi, una mujer diminuta pero sólida como una roca, sólo se emociona en dos momentos. El reconocimiento a la constancia académica de sus dos hijas y el recuerdo de su paso por la cárcel ablandan su rictus severo. Los ojos se le aguan y la nariz se le enrojece (como a la diligente traductora de farsi que se bebe sus respuestas) cuando repasa en voz alta su experiencia en prisión. Acaba sus palabras con un golpe enérgico en la mesa porque hubo otros muchos iraníes que pasaron un infierno más largo y más duro que el suyo.
   

- ¿Qué recuerda de su paso por la cárcel?
   

- Tengo muchas imágenes en la cabeza. Estuve sola en una celda enana, tanto que yo si hubiera sido un poquito más alta seguramente habría tenido que dormir de pie. Había una cama, una alfombra sucia y una manta. Sin almohada. Imagínese qué dolores de espalda para alguien con mis problemas de salud. Nunca he entendido por qué no dan almohadas en la cárcel. La celda de aislamiento carecía de ventana. Sólo había una puerta y una luz que nunca se apagaba. Te despojaban de todo: del reloj, de las gafas. No había forma de saber qué pasaba en el exterior porque no tenías acceso a ningún medio de comunicación ni a un teléfono. No sabías ni qué hora era. Así estuve 25 días, pero tengo clientes que han pasado 14 meses en esta situación.
   
   

Una vida errante
   

Dice que no está cansada de llevar la vida que lleva, aunque su cuello se resiente de tanto ajetreo. Shirin Ebadi se retuerce en la silla mientras contesta pregunta tras pregunta como si devolviera pelotas de tenis. Una tras otra, con diligencia y sin fintar. La espalda le duele «por el estrés y la tensión que supone tanto viaje». Habla y se toca el brazo, la mano, el costado. Y es que la premio Nobel de la Paz de 2003 maneja una agenda de primer ministro. No tiene un solo hueco hasta 2008. Todo el mundo quiere escucharla y ella, como en su país apenas puede hablar, vive una vida errante de conferenciante semiexiliada. El tiempo que le dejan sus compromisos lo pasa junto a su marido en su casa de Teherán, donde continúa ejerciendo como abogada de presos políticos. Lo hace por vocación pura. No cobra nada a sus clientes y sus actividades jurídicas la han metido en más de un lío. En 1999 acabó en la cárcel por defender a la familia de un estudiante muerto a manos de la Policía. Presentó las pruebas pertinentes, el juez le quitó la razón y la abogada acabó entre rejas. Con 59 años tiene un pasado repleto de proezas, como constituye el hecho de haber sido una de las primeras juezas en Irán antes de que la revolución islámica le arrebatara sus derechos. Aunque su rostro es más conocido fuera que dentro, a veces la paran por la calle. Son mujeres que han oído hablar de su esfuerzo y quieren darle las gracias.

La Razón (Bo) (Bolivia)

 


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