Los lÃderes de todas las fuerzas multiplican su presencia en la región del MediodÃa, la parte más pobre del paÃs y hacen de la renta de ciudadanÃa un elemento clave en la urnas.En Italia el dinero está en el norte, el Parlamento y los ministerios en el centro y los votantes, al menos, los últimos votantes, están en el sur. Por eso, las formaciones que durante meses, años o incluso décadas han desatendido o denostado todo lo que esté por debajo del Lacio se vuelcan en los últimos compases de la campaña electoral en viajes exprés al Mezzogiorno.
Palermo, Bari, Caserta, Reggio Calabria, Catania, Crotone
se han convertido de forma inesperada en el corazón del debate. Sin contar la
jornada de hoy, Giorgia Meloni se ha desplazado cuatro veces en la última
semana a la zona; Giuseppe Conte, líder de Cinco Estrellas, ha viajado cinco
veces pero visitando 23 localidades. Matteo Salvini, de La Liga, cuatro. Enrico
Letta, del PD, cuatro viajes. Otro ex primer ministro, Matteo Renzi, dos. Y
Antonio Tajani, la mano derecha de Berlusconi, también dos, pero parándose en
14 pueblos o ciudades. El sur es marco pero el protagonismo lo tienen tres
palabras: renta de ciudadanía.
La renta básica, introducida en 2019, no es en realidad
universal, sino para dependientes, parados y quienes tienen ingresos muy bajos.
Está vinculada a la situación familiar y contempla una serie de trámites y
requisitos para poder acceder a las ayudas, de entre 400 y 720 euros,
aproximadamente. Para la izquierda es sagrada, en especial para Conte, cuyo
Gobierno fue el impulsor. Para la derecha, que lo denomina 'paguita', se ha
convertido en punto clave de su discurso. Argumentan que es un elemento
clientelar, que crea vagos, desincentiva la búsqueda de empleo y sólo sirve
para mantener al sur, donde residen la mayoría de beneficiarios, en la pobreza.
Para la izquierda, la zona y el tema es caladero de votos. Para la derecha
también, pero en la parte rica e industrializada septentrional.
De ahí que no sea sorpresa la proliferación de
desplazamientos, pero quizás sí que tanto Meloni como Tajani escogieran Nápoles
para el cierre de sus campañas individuales (la colectiva se hizo el jueves en
Roma). Meloni llegó a Nápoles este viernes, pero no como se esperaba o para lo
que se podría esperar. Programó el cierre en Arenile di Bagnoli, a las afueras
de la capital del Mediodía. Una zona pobre, de pasado industrial, acerero, pero
que ahora reparte más rentas de ciudadanía que casi ninguna otra área de la
península, la 'paghetta', la 'paguita'.
LAS CLAVES
Los analistas explican la elección según tres variables.
La primera, la necesidad de rascar votos del sur, como todos los demás, pues el
norte parece bastante decidido entre las fuerzas establecidas. En todas sus
incursiones pasadas la líder de Hermanos de Italia aprovechó todas y cada una
de sus oportunidades para arremeter contra Antonio Conte, ex primer ministro y
cuestionado jefe de filas de Cinco Estrellas. Es su caladero y Meloni busca
pescar, pero sobre todo romper las redes rivales.
La segunda razón es la mediática. Meloni en el sur vende
y había decenas de periodistas esperando para escuchar sus palabras, para ver
si venía combativa o relajada (como fue el caso) pero sobre todo por si había
protestas. Las fachadas de los edificios colindantes al singular lugar escogido
para el acto estaban plagadas de pancartas de 'Bella ciao' y párrafos enteros
de la canción partisana, que la semana pasada se convirtió en inesperada
polémica de la campaña después de que Laura Pausini rechazara cantarla en un
programa de televisión español por su contenido político. Y hubo manifestantes,
unos pocos, pero no disturbios.
Hace unas semanas Meloni se enfadó cuando un grupo de
adolescentes protestó en uno de sus mítines con pancartas que se burlaban
parafraseando su mantra de campaña, "siam pronti", "estamos
listos", que tiene ecos del himno nacional. Se quejó al ministerio por la
falta de seguridad, amenazó a los responsables de Justicia e Interior de la
región con hacerles rendir cuentas de sus acciones o inacciones cuando llegue
al poder. Y consiguió un dispositivo policial mayúsculo, digno de un G-7. El
lugar en el Arenile, un oasis verde que parecía un chiringuito chill out de una
playa pija, estaba lleno de simpatizantes y algún curioso, pero nadie protestó
o cuestionó su presencia o sus respuestas.
Su intervención fue tranquila, discreta. Sabe que su
fuerte está en los mensajes virales, en presentarse como diferente, no en la
oratoria sencilla. No tenía tampoco mucha necesidad, pues hablaba para
conversos y en este tipo de situaciones hay más que perder que ganar. Tenía
cita poco después en el Telediario de la noche, frente a Letta, y esa era su
prioridad. No lo ocultó, no disimuló, y tras responder a sencillas preguntas
del público salió como vino, corriendo. Letta la esperaba en la Piazza del Popolo,
curiosamente el mismo emplazamiento escogido la víspera por la coalición de las
derechas. Ilusionado, activo, pero con menos capacidad de convocatoria.
La tercera razón de esa apuesta por el sur es estratégica
e hija de las dos anteriores: la abstención. El equipo de Meloni, que hace
mucho que se ve claramente ganadora, no está tan preocupado de los rivales como
del "partido de la abstención", que prevén masiva. Temen que la
certeza de la victoria desmovilice a sus simpatizantes así que cualquier
oportunidad para recordar que deben acudir a las urnas es bienvenida. La clave,
como en la mayoría de las elecciones contemporáneas, no es lo que dijo o cómo
lo dijo, porque no hubo nada remotamente nuevo , brillante o para la
posteridad, sino cómo su mensaje es distribuido, repetido y amplificado. A
veces por el partido, a veces por sus críticos, la mayoría de veces simplemente
por los medios. A escasas horas para que abran los colegios no hay publicidad
mala.