El cambio en la vida política de Estados Unidos incidirá en la política internacional, da un respiro al mundo.

Aun cuando el corrimiento al centro no significa el abandono de la agenda conservadora en la medida en que todo el espectro político estadounidense se movió a la derecha en los últimos años. Se mantendrá la división en algunos temas cruciales como la migración. Pero los vientos políticos soplan hacia la moderación y los acuerdos bipartidarios.

Los nuevos equilibrios son saludables, México necesita entenderlos y aprovecharlos a favor de los intereses nacionales. Querámoslo o no, en la agenda bilateral el tema de la migración seguirá ocupando un lugar preponderante, primero por los más de 6 millones de indocumentados mexicanos que viven y trabajan en Estados Unidos y que atraviesan por condiciones de vulnerabilidad extrema, así como por el incremento de las tensiones en la frontera con las políticas de control, la Guardia Nacional y la valla de mil 200 kilómetros que está por construirse y que ocasionará más muertos y fortalecerá a los polleros y su vínculo con el crimen organizado.

Pero también porque el clima antiinmigrante -creado por la derecha conservadora y los grupos xenófobos y racistas- y la vulneración de las libertades civiles afecta a los más de 26 millones de mexicanos de primera, segunda y tercera generación.

¿Hay condiciones para avanzar en dos vertientes, tan importante la una como la otra: en la reforma migratoria estadounidense y en la reversión del clima antimigrante y antimexicano en Estados Unidos? Sí, pero a condición de que el próximo gobierno entienda varias cuestiones.

Primero, la necesidad de tener una política nacional de Estado en materia migratoria; la omisión es inaceptable. No se trata únicamente de impulsar una reforma migratoria favorable a los intereses de los mexicanos en Estados Unidos, lo que es sin duda muy importante, sino de lograr articular una política bilateral para la migración. Estados Unidos necesita el trabajo de los mexicanos.

El unilateralismo estadounidense llegó al límite de lo que México puede tolerar si se consideran las fracasadas políticas de control, los muertos al cruzar y los derechos humanos de millones de mexicanos.

No hay nada que interese más a Estados Unidos que la estabilidad de México; la falta de desarrollo económico, la pobreza y la desigualdad están rompiendo la cohesión social. La violencia y las tensiones en la región fronteriza afectan a ambos países.

Es hora de comenzar a plantear lo que el TLCAN dejó fuera: un capítulo social que impulse el desarrollo de México. La experiencia de la Unión Europea es exitosa por lo que ha redituado el apoyo al crecimiento de los países más atrasados. Cuestión de voltear a ver a España hoy, y recordar que en los años 50 estaba detrás de México.

Y, conste, no se trata de que EU solucione nuestros problemas, sino de reconstruir las bases para una auténtica asociación, que permitan disminuir las grandes asimetrías económicas y de oportunidades.

Periodista y antropóloga social