Tras el desastre de Irak, América Latina puede mostrar otro rostro de la política exterior de Bush, al menos eso pretende. Las motivaciones son múltiples, tan simples como contrarrestar la influencia creciente de Chávez en la región, o tan complejas como leer el mensaje de las urnas de las 11 elecciones presidenciales que tuvieron lugar en apenas 13 meses y que plantearon una combinación de estabilidad democrática y urgencia de cambios, acompañada por la aparición de una nueva geografía electoral vinculada a zonas geográficas y niveles de ingreso como fueron los casos de México o Brasil, entre otros.

Basta voltear hacia América Latina para entender que después de casi tres lustros de libre comercio no ha podido superar la pobreza, el desempleo y la desigualdad. La región vive en democracia, pero el libre comercio (no comercio justo) sin un capítulo social y con asimetrías gigantescas entre EU y sus "socios" ha producido crecimiento sin desarrollo ni empleo, con una desigualdad persistente. La migración creciente es uno de sus resultados o válvulas de escape. La gira de seis días inicia en Brasil y termina en México. El tema de los energéticos estará en el centro, en Brasil estará la producción de etanol como parte de una nueva perspectiva energética alterna y limpia. ¿Una nueva alianza, o sólo comercio justo?

La agenda México-EU incluye seguridad y migración. Las amenazas de Al-Qaeda contra instalaciones petroleras mexicanas no son cuestión menor y deberían ser abordadas. Como lo afirma Rossana Fuentes, "desde la perspectiva del Estado mexicano", no desde la perspectiva del presidente Bush. ¿Sabrá el gobierno de Calderón cuál es esa perspectiva mexicana? Estará también sobre la mesa la creciente cooperación con México en el combate al narcotráfico, donde se requiere también una perspectiva mexicana que no sea una simple réplica de las políticas en Colombia -sin el componente militar- pero que tenga en cuenta experiencias y problemas.

La migración deberá ser el tema más importante del encuentro Bush-Calderón; no hay asunto más relevante y sensible en la agenda bilateral. Bush se ha comprometido en las palabras (no en los hechos) con una reforma migratoria con empleo temporal y control de la frontera. Ha sido ambiguo en cuanto a la regularización de los 12 millones de indocumentados -de los que más de seis son mexicanos- y a una vía para la ciudadanía. Pero sobre todo el tema se mantiene en la perspectiva unilateral aun cuando la migración involucra a millones de mexicanos (26 viven y trabajan en EU). Las medidas y leyes adoptadas en los últimos años por Bush y el Congreso tomaron un rumbo tan conservador como efectista y equivocado, sin abrir soluciones. México tiene cada vez más muertos, deportados, detenidos en redadas, mexicanos que viven en la incertidumbre, la vulnerabilidad y el temor. El Congreso demócrata puede impulsar una reforma amplia, pero Bush debe comprometerse. Calderón tendría que manifestar que las acciones unilaterales en materia migratoria lesionan la relación bilateral. El TLCAN requiere un capítulo social para reducir asimetrías.

En América Latina, el presidente de EU tendrá una doble recepción: la de los gobiernos de Lula, Vázquez, Uribe, Berger y Calderón, y la de vigorosas manifestaciones de protesta, de rechazo a Bush y sus políticas en Irak, la del reclamo por un "libre comercio" sin empleo ni desarrollo. Sólo 30% de los latinoamericanos evalúa positivamente a Bush, según Latinobarómetro. Voltear a América Latina es un signo positivo pero aún insuficiente. EU no tiene una política ni un interés permanente en la región. Una golondrina no hace verano.

Periodista y antropóloga social