Con el fin de restablecer la autoridad del Estado en una región donde los narcotraficantes campan a sus anchas, ha lanzado el mayor operativo de los últimos tiempos, con 7.500 militares y policías contra el crimen organizado. Como muestra de que da prioridad al combate a la inseguridad, ha transferido diez mil soldados a la Policía Federal.

Cuando Calderón asumió la presidencia el 1 de diciembre, muchos se preguntaban si podría gobernar el país. Tras ganar las elecciones por un margen muy estrecho, se enfrentaba a una virtual insurrección del candidato derrotado, Andrés Manuel López Obrador, que en un acto de surrealismo se proclamó "presidente legítimo", y debía combatir el caos en el estado de Oaxaca y la creciente violencia del narcotráfico.

Todas estas dificultades iniciales las ha solventado con mano firme. Mientras Calderón afianza su presidencia y aumenta su popularidad con iniciativas bien aceptadas por la opinión pública (como la detención de uno de los principales líderes de las protestas salvajes en Oaxaca), López Obrador pierde en forma acelerada el escaso crédito que le quedaba al seguir en su intento de destruir las instituciones de la frágil democracia mexicana.

El Partido de la Revolución Democrática, que aglutina a la vieja izquierda populista, ha caído en todas las encuestas a un 19% de intención de voto, y López Obrador es hoy el político con la imagen más negativa del país. La evidencia más clara es la soledad que rodea al ex alcalde de la capital - su propio partido, en especial senadores y diputados, lo está abandonando- en su desvarío de mantener la carnavalesca presidencia legítima mediante desangeladas giras por los estados que, ante la escasa concurrencia, se ha visto obligado a aplazar.

Felipe Calderón ha acertado al identificar uno de los principales retos que enfrenta el Estado mexicano: el narcotráfico. No se trata sólo de un tema de inseguridad pública y de consumo de drogas que afecta a los que se encuentran directamente inmiscuidos en actividades ilegales: es todo el país el que padece la descomposición social que ocasiona el imperio de las mafias. El diagnóstico es grave: muchas instituciones e importantes poblaciones están amordazadas por el crimen organizado. El narcotráfico tiene emplazado al Estado mexicano en un pulso por saber quién tiene mayor capacidad de hacer uso de la fuerza. En este sentido, Calderón decidió empezar por su estado natal, Michoacán, para encarar el combate.

De acuerdo con información de los cuerpos de seguridad, los operativos militares continuarán en estados vecinos y, probablemente, se extenderán a Sinaloa, Baja California, Nuevo León y Tamaulipas.

En México nunca se habían movilizado tantos hombres y medios como en Michoacán para dar un golpe al crimen organizado que no admita réplica. En este operativo, el Gobierno se juega un proyecto estratégico para combatir a poderosas bandas de mafiosos, que cuentan en sus filas con ex militares de elite de México y Guatemala y que han convertido varios estados en un territorio de venganzas y crímenes. En Michoacán se han registrado unos 600 - con 27 escalofriantes decapitaciones- de los más de dos mil asesinatos atribuidos este año a los narcotraficantes en todo el país.