Pero todos los análisis existentes, independientemente de su variedad, incluso de su contenido, deben partir no de un examen aislado, sino de investigaciones fácticas, de un contacto recurrente con los participantes de la política pública, de la gestión empresarial, de los medios de comunicación, de líderes, de representantes políticos. Ese, creemos, es el caso de José Piñera, ahora de visita en México, en su acostumbrado compromiso de viajar, venir a ver como vamos, lo bueno, lo malo, pero con los pies en la tierra.

José Piñera, un campeón global de las reformas estructurales, del alto crecimiento, fue arquitecto de tres grandes reformas en su país natal, Chile: la reforma al mercado de trabajo, la gran reforma provisional al sistema de ahorro para el retiro, y la reforma de la ley minera. Las tres reformas han generado frutos de capital importancia para el desarrollo de la economía chilena.

Piñera ha participado en varias causas de la reforma mexicana—desde los debates alrededor del sistema de cuentas individualizadas en 1997, hasta las bases de la apertura al mercado de electricidad, incluso, en algún momento, temas más especializados como una eventual reforma monetaria, así como la idea de re-estructurar el gasto público educativo en un esquema de subsidios directos y dirigidos, a los sectores más necesitados del país. Si bien algunos de nosotros mostramos pesimismo sobre la carga ideológica del debate sobre estos temas, sobre el estancamiento de los cambios estructurales, Piñera ofrece un mensaje de optimismo cauteloso, ciertamente desde afuera, pero también desde adentro.

La apertura norteamericana, el propio paso hacia un sistema de ahorro individual, la alternancia política, la autonomía central, estos y otros cambios son fundamentales para el futuro del crecimiento de la economía mexicana. Una buena noticia, según Piñera, es la búsqueda de nuevas opciones de inversión y diversificación que se están abriendo para los fondos de pensiones mexicanos. Bajo esquemas seguros y transparentes se está buscando ofrecer a los afiliados, mejores rendimientos para sus fondos de retiro, lo cuál es positivo para el desarrollo de la economía, sus mercados financieros y es un importante atractivo para la afiliación voluntaria de más trabajadores.

Es cierto, faltan todavía las grandes reformas al sistema fiscal, al sector energético, a los mercados laborales—pero si bien es el caso de que estos cambios se encuentran atrapados en una dinámica política hostil, por no decir primitiva, es cierto también que no representan una visión hacia atrás, una vuelta de giro, o una agenda de demagogia, como se vive hoy, digamos, en Venezuela, o en Argentina.

Unos dirían, con cierta razón, “toquemos madera.” Pero la realidad es que, tanto en nuestro país como para la región latinoamericana, es falso decir que estamos destinados al subdesarrollo. Al final del día, la comunicación presente y permanente de una agenda de cambio, con los pies en la tierra, es trascendental. Asimismo, dependerá de la voluntad política de los dirigentes, ya sea en el lado ejecutivo como en el legislativo.

Roberto Salinas León es catedrático y consultor mexicano y Académico asociado del Cato Institute.