Las prisiones de Argentina atraviesan una especie de 'jornada de puertas abiertas'. En lo que va de año ya se han evadido 32 convictos al ritmo de dos por día, después de que en 2013 se escaparon por lo menos 134 internos en medio centenar de huidas registradas en todo el país.

La última escapada tuvo lugar en la comisaría de La Tablada, localidad del cinturón urbano de Buenos Aires, el martes pasado. De allí se marcharon 10 presos a las 7.30 de la mañana a través de una puerta trasera de la dependencia policial que comunica con un patio exterior.

Nadie explicó cómo consiguieron traspasar las rejas cerradas con llave y desaparecer sin dejar rastro. Entre los prófugos hay personas acusadas de simples robos hasta culpables de delitos graves. A raíz de esta huida, la Dirección de Asuntos Internos de la Policía de la provincia de Buenos Aires dijo que separaría en forma preventiva de sus funciones al jefe de la comisaría y a otros nueve uniformados.

En Río Gallegos, capital de la provincia patagónica de Santa Cruz, de la que era oriundo el fallecido presidente Néstor Kirchner (2003-2007), se escaparon el martes dos delincuentes que limaron los barrotes en la zona de la cocina, que da a un patio interno.

En Rosario, ciudad del noroeste copada por una 'guerra' de narcos, se produjo otra insólita fuga, cuando un presidiario vinculado a la banda narcocriminal "los monos" huyó el martes de la Jefatura de la Unidad Regional Dos de la policía provincial.

Mientras tanto, en varios portales de Facebook han aparecido publicadas fotografías de presos que posan dentro de los pabellones armados con 'facas', cuchillas y machetes caseros que ellos mismos fabrican con las láminas metálicas de las camas.

Los del penal de San Felipe, donde el 2 de enero hubo una revuelta con heridos y promesas de venganza, acompañaron las fotos con mensajes de apoyo a los amotinados.

Pero sin duda la más célebre fuga sucedió el pasado agosto en el penal de máxima seguridad de Ezeiza -40 kilómetros al suroeste del centro porteño-. Eran 13 reos los que purgaban sus penas en la celda 22 del pabellón B, módulo 3, y huyeron a través de un boquete en el suelo y un túnel, que cavaron durante meses. Luego atravesaron los tres anillos de alambre de espino que rodean la cárcel y burlaron las torres de vigilancia.

A raíz de la ya conocida como 'gran evasión', dimitió el entonces jefe del Servicio Penitenciario Federal, el 'cristinista' Víctor Hortel. Él había impulsado la creación de la agrupación 'Vatayón Militante', que adoctrinaba a los convictos dentro de las prisiones y los hacía participar en mítines políticos. Este grupo fomentaba la participación de condenados por homicidio en grupos de simpatizantes 'kirchneristas'. Algunos incluso tenían permiso para salir de la prisión y acudir a fiestas.

La presidenta Cristina Fernández destituyó a Hortel por el abogado Alejandro Marambio, que ya había sido jefe de prisiones de 2007 a 2010. Pero Marambio renunció el lunes 13 alegando "motivos personales" y hasta ahora no han encontrado sustituto.