Gerardo Ruiz Mateos llegó a la secretaría de Economía sólo por su cercanía y confianza con el presidente Felipe Calderón, y nada más. No tenía, y ahora se aprecia, experiencia alguna, y es el primer titular de esa dependencia que no es economista, lo que ya aflora.
En uso de sus facultades legales, Calderón designó a este ingeniero industrial y de sistemas para esa posición y hoy, a unos cuantos meses de haber llegado a esa Secretaría en relevo de Eduardo Sojo, el pasado 6 de agosto, no ha superado el proceso de adaptación y se le aprecia flotando en el cargo, etapa no superada del señor ministro.
Este secretario del gabinete Calderón, que ocupa su primer cargo público con exposición, se fue de viaje oficial a París y allí padeció el síndrome de la distancia, muy propio de mediados del siglo pasado, cuando los funcionarios que viajaban al extranjero y creían que sus declaraciones no llegarían nunca a México, se permitirían unos disparates formidables, como es el caso ahora.
En cuanto Ruiz llegó a París reveló que este año se perderán en México 300 mil empleos, mientras aquí el presidente Calderón seguía en su esfuerzo de llamar al club de los optimistas.
Lo peor se registró ayer, todavía en París, que bien vale una barbaridad, al declarar que, de no ser por la ofensiva del gobierno Calderón contra el narcotráfico, “puedo asegurar que el siguiente Presidente de la República sería un narcotraficante”.
Tamaño despropósito retrata la arrogancia de alguien que se presenta como el estratega que no es y conocedor íntimo de un tema que le es ajeno, política y narcotráfico.
Pero no tiene la culpa él.
La decisión final será del Presidente, al que le complica el ya complicado ejercicio de gobierno y que, así como en uso de sus facultades constitucionales lo nombró, igual lo puede remover.
Pero no lo veo en ese ánimo.
No por ahora.