En alguna ocasión un italiano se jactaba ante un embajador de lo bruto que somos los mexicanos y sostenía que si Italia tuviera un kilómetro de frontera con Estados Unidos sería la gloria. El diplomático mexicano le contestó que estaba de acuerdo; si México tuviera un kilómetro de frontera con Estados Unidos sería la gloria, pero desgraciadamente tenemos 3 mil 300 kilómetros, lo cual es radicalmente distinto, por no decir un infiernito. Tenemos pues 3 millones de metros de razones para que la elección en Estados Unidos nos interese casi tanto como la nuestra.

La experiencia dice que la elección primaria (los famosos cacus) de Iowa termina siendo premonitoria sobre los candidatos que tendrán los demócratas y los republicanos. De 1970 a la fecha sólo en un par de ocasiones la candidatura no fue para el ganador del cacus de Iowa, un estado que ni es representativo ni mucho menos importante en la economía y la cultura estadunidense, pero que ha tenido el tino de votar por los que ganan, al grado de convertir esa elección casi en premonición. Pues bien, resulta que el cacus de Iowa lo ganaron los candidatos más radicales y menos esperados de cada partido.

La primaria de los republicanos la ganó Mike Huckabee, un sureño en toda la expresión de la palabra. Nació y creció en Arkansas donde aprendió a tocar guitarra eléctrica a los 11 años, pero no para ser estrella de rock sino músico de una iglesia bautista. Su carrera como político es casi tan importante como su carrera como ministro eclesial. Fue presidente de una cadena de televisión de contenido religiosos y presidente de la Convención Bautista del estado de Arkansas. Llegó de rebote a la gubernatura de su estado tras la renuncia Jim Guy Tucker por el escándalo Whitewater. Terminó el periodo y se reeligió dos veces más para completar diez años de administración bastante exitosos. Huckabee es un conservador en toda la extensión de la palabra pero un republicano poco ortodoxo, pues en materia de impuestos y estado bienestar es mucho más cercano a las ideas demócratas. Pero quizá lo que más define a Huckabee es que es un ex gordo. Hace cinco años pesaba 50 kilos más que ahora y tras un diagnóstico de diabetes se propuso bajar de peso y lo hizo de manera impresionante. Huckabee es tenaz por definición e iluminado por convicción.

Barack Hussein Obama, el ganador de la otra convención es el perfil del perfecto demócrata: joven, negro e hijo de emigrantes. Su padre, un keniano que migró a Estados Unidos, y su madre, una estadunidense de color de un pueblo del estado de Kansas. Barack nació en Hawai, donde sus padres fueron a estudiar, y creció entre estas islas y Tailandia. Estudió en dos de las mejores universidades de su país: ciencias políticas en Columbia y derecho en Harvard. Un niño genio que llegó a convertirse en el primer afroamericano en dirigir la prestigiada revista Harvard Law Review. Pero además de buen estudiante Obama era un activista en Chicago, lo que lo llevó a las filas del partido demócrata. La carrera de Barack Hussein es lo más meteórico que se pueda imaginar. Comenzó a destacar en un discurso a favor de la candidatura de Hillary Clinton (hoy su oponente) hace cuatro años. En julio de 2004 logró que se le reconocieran todos sus derechos de nacionalidad y unos meses después llegó al senado por el estado de Illinois, el tercer senador negro de la historia de Estados Unidos y podría convertirse en el primer candidato afroamericano a la presidencia de ese país y en el primer candidato con nombre de enemigo público: Hussein.

En Iowa no ganaron los favoritos y no se ve fácil que estos dos personajes logren las respectivas candidaturas. Pero si Iowa no falla tendremos una de las elecciones más interesantes de la historia en Estados Unidos y una elección donde los mexicanos nos estaremos jugando mucho más de lo imaginado. La posición de Huckabee respecto a la migración mexicana es absolutamente radical y la visión de Obama respecto al TLC está más enfocada a la defensa de los trabajadores estadunidenses. Sin duda para México y para América Latina en general, Barack Obama sería un presidente mucho más empático, aunque no exento de problemas. La pregunta es si los electores están dispuesto a llevar a un afroamericano, hijo de un emigrante a la presidencia. Si muchos demócratas se cuestionaban la posibilidad de que una mujer, por más que se llamara Hillary Clinton, sería aceptada por los electores, en el caso de Obama la pregunta es aun más evidente. Tanto Hillary como Barak son representantes de las minorías en una clase política dominada por hombres blancos, es decir por decenas de John Edwards.

De lo que podemos estar seguros es de que ésta será una de las elecciones más sui géneris de la historia estadunidense que comenzó con Huckabee cantando “Obama en las alturas”, al ritmo de gospel.  

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