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30/05/2010 | México - ´Narcopolítica´; coqueteos y arrimones

Diego Petersen Farah

¿Dónde termina el narco y comienza la política? ¿Qué entendemos por narcopolítica: cuando alguien vinculado al narco participa en política o cuando alguien que participa en política respalda al narco? ¿Pueden existir en América Latina hoy el uno sin el otro?.

 

La detención del candidato de la izquierda al gobierno de Quintana Roo, Greg Sánchez, por lavado de dinero pone en la mesa una vez más esta compleja relación entre dos sistemas de poder que se coquetean y se arriman, y que conviven más de lo que confiesan.

El sistema de poder del narco y el de la política tienen normalmente un punto de contacto, que son las fuerzas de seguridad pública. Como en general a ninguno de los dos les conviene una guerra abierta (en realidad detrás del discurso de la estrategia fallida hay una invitación a la coexistencia pacífica) siempre hay voces que claman por el entendimiento. El problema viene cuando el sistema ilegal se hace más poderoso que el Estado. La falta de institucionalidad, la inestabilidad y la debilidad financiera de los Estados en América Latina hace que la relación se pervierta, normalmente por dos vías. La primera es cuando el narco infiltra la esfera de la política, con candidatos, con dinero en campañas, con designaciones de funcionarios, con voz en las cámaras, etcétera. Lo vimos con toda claridad en Colombia cuando los diputados de los narcos, por órdenes expresas del capo Pablo Escobar, votaron la ley que impedía la extradición, y lo hemos visto en México con candidatos y funcionarios impuestos en todos los partidos. La segunda es cuando la política pretende controlar al narco desde el poder, tal como sucedió en Cuba, o en México en los años de la Dirección Federal de Seguridad. La teoría es que se puede usar al narco para fortalecer al Estado, pero invariablemente es el narco, por su capacidad corruptora, el que impone su lógica al Estado y no al revés.

La guerra al narco, como pomposa y convenientemente llamó el gobierno federal a esta necesidad de recuperar territorios donde la hacienda y la fuerza la tenía, o la tiene, la mafia, no tienen ningún sentido si no hay un fortalecimiento real del Estado. Por lógica elemental de sumas y restas el narco en México no puede ser más importante que el narco en EU: el número de consumidores y el incremento del precio de la droga entre México y Nueva York (se multiplica por cinco) nos da una idea de los flujos que genera el negocio de la droga en Estados Unidos. La diferencia está en la fuerza del Estado de uno y otro lado de la frontera.

Podemos coincidir o no en si la guerra de fuego que el gobierno mexicano emprendió contra los cárteles de la droga es la mejor estrategia. Pero la madre de todas las batallas es la reforma que nos dé un Estado más fuerte financieramente (reforma fiscal), más fuerte institucionalmente (una reforma política que le quite poder a los partidos y fortalezca instituciones), y más justo (una reforma a la seguridad social para todos). Esto, curiosamente, es lo que los partidos no quieren discutir.

El Universal (Mexico)

 


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