La irreversible mutilación nasal le confiere aspecto de estatua remota. De hecho, fue durante la satanización de Stalin iniciada en 1956 por Nikita Jruschov en el XX Congreso del PCUS -donde responsabilizó al dictador (muerto tres años antes) de las ejecuciones masivas de «comunistas honrados e inocentes»- cuando las estatuas del tirano fueron retiradas de plazas y calles.

Medio siglo después de aquella persecución iconográfica, Stalin vuelve a asomar la nariz en Moscú. Ocurrió en septiembre en el hall de la estación Kurskaya, donde el nombre del tirano reapareció con todas sus letras en una línea del himno soviético que reza «Stalin nos enseñó a ser fieles a la nación, y nos inspiró en el trabajo y en las grandes hazañas». Los liberales clamaron al cielo, pero el arquitecto en jefe de Moscú, Alexander Kuzmin, hizo oídos sordos al runrún opositor y propuso incluso devolver al hall la estatua original de Stalin que fue retirada en los años 50, lo que obligó a intervenir al alcalde Yuri Luzhkov, que dijo que los rumores sobre la reaparición del Padrecito en el subterráneo capitalino no tenían fundamento.

Envalentonados en los últimos años por la mano izquierda demostrada por el Kremlin en cuestiones de memoria histórica (el debate sobre el entierro de Lenin está congelado y en 2001 se recuperó la música del himno soviético), los nostálgicos del comunismo no ocultan sus colores. «Lo que hizo Stalin, especialmente como jefe militar supremo, lo convirtió en inmortal», dijo el líder del Partido Comunista, Guenadi Ziuganov, el 21 de diciembre, durante la celebración del 130º aniversario del nacimiento de Stalin ante la tumba del dictador.

En medio de las crecientes críticas de la oposición y de la Iglesia Ortodoxa, que denuncian la revisión de la figura de Stalin, los poderes han salido al paso de la polémica. Primero lo hizo el presidente, Dimitri Medvedev, que en noviembre recordó en su videoblog que «millones de personas murieron como resultado del terror y de acusaciones falsas», en la condena más rotunda de los crímenes estalinistas formulada en esta década. Días después, el 3 de diciembre, el ex presidente Vladimir Putin, hoy primer ministro, no quiso ser menos durante el maratón de preguntas que cada año responde ante las cámaras. «Desde luego, en aquel periodo presenciamos no sólo un culto a la personalidad [de Stalin] sino crímenes masivos contra nuestro propio pueblo», dijo. Aunque reconoció los logros del estalinismo -«que transformó un país agrario en uno industrializado»- y elogió la victoria sobre el nazismo, el jefe del gobierno tachó de «incalculable» su coste en vidas humanas. Aún así, un 54% de los rusos admira la capacidad de liderazgo de Stalin.

Un nieto del dictador, Evgueni Dzhugashvili, echó leña al fuego en otoño al denunciar a Novaya Gazeta por manchar la memoria de su abuelo en un artículo. Aunque finalmente lo perdió, el juicio atizó el debate sobre Stalin, que goza de gran aceptación entre jubilados y veteranos de la Segunda Guerra Mundial.