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16/01/2006 | Vietnam: dignidad y pragmatismo

Manuel Camacho Solís

Cuando se visita Vietnam, no puede uno dejar de hacerse dos preguntas que son fundamentales para este país y para casi todos los demás que se esfuerzan por salir del subdesarrollo. ¿Cómo resolver el pasado? ¿Cómo pasar de ser una economía muy pobre a una economía de desarrollo intermedio?

 

Se puede mantener una identidad nacional y al mismo tiempo tener éxito en la carrera que significa el crecimiento económico en las condiciones actuales de la economía mundial.

La experiencia de Vietnam es alentadora. El país está mirando al futuro. Está resolviendo su pasado de invasiones y guerras sin transmitir odio a sus jóvenes. Está haciendo frente a su pobreza, adoptando decisiones que le permitan beneficiarse de las corrientes internacionales del comercio y la inversión.

La manera como el país ha superado el dolor de la guerra es verdaderamente ejemplar. Cuando uno mira a la geografía mundial, lo más común es observar cómo se transmiten de generación en generación los odios derivados de las guerras y los conflictos religiosos. Eso -que sería ampliamente explicable en el caso de Vietnam- también es algo que el país ha resuelto sorprendentemente bien.

Las nuevas generaciones conocen su historia. Admiran a Ho Chi Minh. Están orgullosas de que su país no fue derrotado por Estados Unidos, tampoco por Francia, ni antes por China, o por ningún otro país durante casi mil años.

Los vietnamitas sienten un gran orgullo: se saben parte de una historia de valentía y dignidad. Pero esa conciencia no la están convirtiendo en un instrumento de movilización del régimen político ni del partido comunista que gobierna el país.

Lo que les están transmitiendo a sus jóvenes es una visión distinta. Una visión que mira al futuro y que busca establecer relaciones constructivas con todos los países del mundo. El mejor ejemplo fue el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Si para el presidente William Clinton su visita a Vietnam en 2000 fue un gran triunfo diplomático, para esta nación fue un gran triunfo moral.

Resolver el pasado le ha quitado cargas a la necesidad de tomar un rumbo económico diferente y exitoso. A partir del nivel de destrucción que trajo la guerra y de la disolución de la Unión Soviética, Vietnam se enfrentaba a enormes dificultades para poder crecer. Con una población de 83 millones y un crecimiento en la demanda de empleos de más de un millón por año, con una situación de pobreza extendida, un error en la estrategia de desarrollo sin duda habría retrasado las posibilidades de crecimiento.

El país decidió abrirse y está teniendo éxito. En 2005 su economía creció a 8%. Sus exportaciones a 21%. La inversión extranjera directa a 25%. Pero lo más importante es cómo ha logrado incrementar su ahorro interno, pues en los últimos 10 años ha logrado duplicar su porcentaje, pasando de un 17% a un 34%, mientras que, simultáneamente, han crecido sus niveles de consumo.

Estas cifras llaman la atención cuando estuvieron en medio la crisis asiática de 1997, los huracanes, el impacto en la fiebre aviar y el cambio en el valor de las materias primas. El crecimiento se nota: por todos lados aparecen nuevas fábricas, edificios, reparación de pequeños comercios y obras de infraestructura. El ambiente, en una escala ciertamente menor, se parece al que se observaba a principios de los años 90 en China.

El crecimiento alto del producto interno per cápita ha ido acompañado de una notable reducción en sus niveles de pobreza. De acuerdo con estándares internacionales, la pobreza disminuyó de 60% a 20%. El país se ha beneficiado de la igualdad que se alcanzó en su periodo revolucionario y del énfasis que recibieron la educación y la salud pública durante el periodo de planificación centralizada. Pero sin el crecimiento sostenido no habría igualdad, ni se habría reducido la pobreza.

El país está aún muy lejos de consolidar su crecimiento de los últimos años. Los problemas están por todos lados. Los riesgos al crecimiento empiezan a parecerse a los de otros países: problemas en la asignación de créditos que podrían comprometer la estabilidad de su banca, rigideces heredadas de la planificación central, problemas de infraestructura, disponibilidad de cuadros gerenciales para las nuevas empresas, riesgos de sobrecalentamiento. Sí, pero todos ellos son riesgos asociados a que el país crece y está generando expectativas positivas.

Los inversionistas de la región (Japón, China y Corea del Sur) ven en Vietnam un conjunto de factores positivos que los lleva a pensar que incluso podría ser éste un nuevo tigre asiático. Les complace su estabilidad política, el espíritu de trabajo, la actitud amistosa de su gobierno hacia todos los países de la región, sus bajos salarios y la creciente participación del país en la reglas del comercio internacional. Este año entrará a la Organización Mundial del Comercio. De manera sorprendente, el país empieza también a recibir inversión extranjera en áreas de mayor avance tecnológico.

En un mundo donde la inmensa mayoría de países no tiene oportunidad de salir del subdesarrollo, da gusto ver cómo una nación esforzada y digna intenta construir su propio espacio para acceder al grupo de los países de desarrollo intermedio. Más sorprendente aún es observar su vocación de paz después de tantas guerras.

Como en la leyenda: el cielo le dio al emperador la espada mágica para defender al país, pero una vez alcanzada la victoria, la tortuga sagrada se la quitó para que se dedicara a construir la prosperidad de su pueblo.

Diputado federal (PRD)

El Universal (Mexico)

 



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