Cientos de semitalentos se encuentran en el Gulag político de Chávez, totalmente olvidados.
Se ha dicho con harta frecuencia que sin Chávez no hay revolución. De hecho, el mandatario no ha tomado las previsiones para la sucesión, a la usanza de los modernos dictadores de facto. Fidel Castro le transfirió el mando a su hermano Raúl en Cuba. Papa Doc se lo dejó a Baby Doc en Haití, al menos por un rato. Néstor Kirchner hizo elegir a su esposa y luego falleció antes de aspirar nuevamente a la presidencia de Argentina. Ollanta Humala se prepara para el mismo truco en Perú, seguramente con la esperanza de saltarse la parte de la muerte súbita. Muamar Gadafi de Libia y Saddam Hussein de Irak planeaban transferir el mando a sus hijos favoritos antes de que sus naves zozobraran. La familia Kim se adentra a su tercera generación en Corea del Norte, siendo su único aval una bomba nuclear. La familia Assad ya va por su segunda generación en Siria, aunque una feroz rebelión azota las calles.
Antes de contraer cáncer, Chávez habló de gobernar Venezuela hasta su ancianidad. Ahora lucha por mantenerse hasta las elecciones en octubre de 2012. Las esposas no cuentan: se han ido, de allí que la transmisión de mando no sea posible. Sus hijos son muy jóvenes e inexpertos, pero cantidad de parientes de Chávez tienen las manos metidas en el gobierno, y de ellos, Adán parece ser el más fuerte. Es cercano a los cubanos, quienes son los que detentan realmente el poder detrás del trono. Pero después de Hugo, sabrá Dios qué pasará con los cubanos.
En el partido de gobierno no se vislumbra ningún sucesor. A aquellos que se han vuelto muy prominentes, que pudieron haber eclipsado al jefe, Chávez les ha mostrado la salida. Cientos, si acaso no miles, de semitalentos se encuentran ahora en el Gulag político de Chávez, totalmente olvidados. Aquel que recite de un tirón los nombres de la retahíla de vicepresidentes ejecutivos de Chávez o que recuerde con exactitud la cantidad de ministros que se han designado es un genio. El culto a la personalidad no dura cuando la personalidad se evapora. Y por cuanto la revolución de Chávez solo existió en su mente, no hay legado, ideología ni práctica que pueda pasarse a la próxima generación. Todo lo que quede después de Chávez será una rebatiña por el poder.