Este paro nacional pretende aprovechar el impulso creado por las explosiones de protesta que ocurrieron a partir de marzo pasado; asimismo, el boicot tiene el propósito de hacer sentir -como nunca antes- la fuerza económica de los hispanos y de transformarla en energía política para exigir una reforma migratoria humanitaria y justa.

Recuérdese que los hispanos integran una fuerza laboral de más de 20 millones de trabajadores, quienes representan más de 13% de la población activa en la economía estadounidense. Su poder de compra es cuantioso y tiene un enorme potencial de crecimiento: ascendió en 2005 a 768 mil millones de dólares y alcanzará más de un billón de dólares en 2010. La capacidad de compra de la población hispana es superior al Producto Interno Bruto actual de México o de Brasil.

El boicot es una vía legítima que busca hacer visible lo invisible, aprovechar el potencial económico de la población latina a favor de una causa justa y propiciar su organización y movilización política. La idea ha sido bien recibida en diversos círculos. Una encuesta reciente en algunas ciudades estadounidenses reveló que la gran mayoría (71%) de los migrantes hispanos está dispuesta a brindar su respaldo al boicot.

Esta medida ha recibido torrentes de apoyos, entre los cuales sobresale el del Senado de California que también reconoció las contribuciones de los migrantes.

Sin embargo, entre las organizaciones y liderazgos latinos no hay consenso acerca de la pertinencia y efectividad del boicot como instrumento de lucha en esta coyuntura política. De hecho, existe una marcada división entre quienes abogan por la estrategia de impulsar de manera alterna otras actividades (manifestaciones, vigilias religiosas y campañas de empadronamiento de votantes, entre otras) y quienes creen que el boicot es el mejor método para seguir avanzando en la consecución del objetivo de legalizar la estancia de los indocumentados en la Unión Americana.

Las organizaciones que se oponen al boicot piensan que esta medida envía una señal negativa al promover que los estudiantes no asistan a la escuela. Sostienen, en contraste, que es más positivo hablar en ese espacio pedagógico de la migración y de sus enormes contribuciones. También existe preocupación por los despidos masivos que pudiera provocar el boicot. Este riesgo es real y una mane_ra de mitigarlo es solicitando a los empleadores la autorización de faltar al trabajo.

En el liderazgo de algunas organizaciones hispanas hay intranquilidad de perder con el boicot el terreno ya ganado y de generar tanto un efecto contraproducente entre los legisladores, como de rechazo entre los ciudadanos estadounidenses. Sin embargo, la información disponible indica que este riesgo existe con boicot o con el uso de otros métodos ya ensayados. A pesar de estas y otras diferencias entre quienes apoyan o se oponen al boicot, no existe una ruptura entre estos grupos: se mantienen canales abiertos de comunicación y la coincidencia en torno de objetivos comunes.

Los disensos expresan reacomodos obligados en un movimiento tan amplio que integra variados intereses y enfoques tácticos diferentes. En todo caso, se reconoce que las diversas vías de expresión son importantes tanto para alentar la participación de la comunidad latina, como para explorar la efectividad de caminos alternos.

La decisión de ir (o no) a trabajar es estrictamente personal y debe ser tomada con libertad, responsabilidad y madurez. Cualquiera que sea su elección, los migrantes y sus comunidades tendrán a su alcance el día de hoy diversas opciones para enfrentar la indiferencia.

La vía de expresión y participación más efectiva en el mediano y largo plazos está en la promesa que encierra la consigna ¡hoy marchamos (boicoteamos), mañana votamos!

r_tuiran@yahoo.com.mx

Economista y demógrafo. Premio Nacional de Demografía