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10/05/2006 | Empujando a China al Keynesianismo

Mario Teijeiro

El extraordinario crecimiento chino se ha acelerado a un ritmo del 10% anual en el último trienio. Las reservas internacionales crecen rápidamente y ya alcanzan a U$S 850,000 millones (38% de su PBI).

 

Su economía es la cuarta a nivel mundial y cada vez tiene más peso a través del comercio y de sus excedentes financieros. No es sorpresa entonces que la economía china merezca una atención especial de las potencias industriales. A las presiones para la revaluación del Renmimbí le han seguido ahora presiones para que China cambie su estrategia económica. ¿En qué consisten y cómo se explican esas presiones?. ¿Serían positivas para el crecimiento chino y el crecimiento mundial?.

Presiones coordinadas

Las críticas a China van más allá del tema cambiario y se suma ahora una recomendación más ambiciosa: que cambie su estrategia económica. En Febrero del 2006 Rodrigo de Rato afirmó que “la mejor contribución que China podría hacer para arreglar los desequilibrios mundiales es aumentar su consumo reduciendo el ahorro preventivo”. “En China, más demanda doméstica implica más consumo, no mas inversión”, opina también Raghuram Rajan, Consejero Económico del FMI. Luego se sumó el Subsecretario del Tesoro, Timothy Adams, quien el 29 de Marzo ante el Senado declaró que “China debería cambiar su estrategia de crecimiento liderada por la inversión y las exportaciones, a otra basada en un mayor consumo”. Ahora hasta Stiglitz coincide con las recomendaciones del FMI y el Tesoro: “China tiene un problema poco común: un nivel de ahorro excesivo”, afirma en un artículo publicado en Clarín el 16 de Abril.

El diagnóstico es que los chinos ahorran excesivamente porque no tienen un sistema de seguridad social que los proteja de la enfermedad y la vejez y porque tienen un acceso limitado a los seguros y al crédito bancario. Para esta visión existe una falla institucional que se corrige desarrollando en China el Estado Benefactor (gastando más en Educación, Salud y Previsión Social), privatizando la banca estatal y desarrollando el mercado de capitales. La idea es que si los chinos no tuvieran que prever por su salud y su vejez y tuvieran un fácil acceso al crédito, se preocuparían menos por sus contingencias futuras y consumirían más. La apreciación del Renmimbí sería un instrumento más de la nueva estrategia que al modificar los precios relativos, facilitaría el cambio hacia una economía con más consumo y menos inversiones y exportaciones.

La explicación keynesiana

Pero, ¿cómo es posible considerar como problema ahorrar mucho, cuando ello permite invertir y crecer mucho y sacar de la pobreza a cientos de millones de personas?. ¿No es un contrasentido hablar de estrategia de crecimiento basada en un mayor consumo?. ¿Cómo se explican estas recomendaciones keynesiana a China?. Una primera explicación es que en las relaciones económicas internacionales sigue prevaleciendo la misma lógica del viejo keynesianismo fundador del FMI, que consideraba que el consumo era reactivante y el ahorro recesivo.

Producida la crisis de 1930, la devaluación fue la respuesta natural de los países que veían caer sus exportaciones, tenían que evitar la quiebra generalizada de la actividad económica y ajustar el consumo a las disminuidas posibilidades externas. Pero los países que devaluaron fueron acusados de “exportar recesión” con el argumento que, con una demanda mundial escasa, le robaban mercados y exportaban recesión a los países centrales.

A partir de esta experiencia histórica, el objetivo de la creación del FMI en 1944 fue evitar que en tiempos de crisis se reiteraran las devaluaciones competitivas que perjudicaban a los demás países. Una función central que se le asignó al FMI fue otorgar préstamos a los países en dificultades financieras transitorias para evitar que recurrieran a devaluaciones y medidas proteccionistas que aumentaran su producción y bajaran su consumo (en definitiva, que aumentaran su ahorro).

El paralelismo con China hoy es inmediato. China es acusada de manipular un tipo de cambio ultra competitivo para exportar agresivamente y acumular enormes reservas. Pero ya no puede ser acusada de exportar recesión, pues es evidente que la lógica keynesiana está obsoleta. Tuvo cierta validez en el mundo posterior a la crisis de 1930, cuando los mercados financieros centrales paralizados por sus corridas bancarias y donde consecuentemente ahorrar significaba atesorar billetes que no retornaban demanda al circuito económico. Se trataba del mismo impacto recesivo que experimentamos en nuestro país cuando la gente corría con sus dólares al colchón.

Pero en las actuales circunstancias, los países superavitarios como China vuelcan sus ahorros al mercado financiero mundial, permiten aumentar el crédito y bajan las tasas de interés en todo el mundo. En circunstancias normales, más ahorro significa más inversión y más crecimiento global. La lógica keynesiana es la antítesis del sentido común y de cómo funcionan las economías en circunstancias normales. La economía mundial se encuentra en un período excepcional de crecimiento gracias a los países que ahorran mucho, no gracias a los que consumen mucho.

La explicación proteccionista

Una segunda explicación para las recomendaciones keynesianas a China es que calmarían las resistencias proteccionistas dentro de las economías desarrolladas. Desde el año pasado existe un proyecto de ley en el Congreso americano para establecer un arancel uniforme del 27.5% a todas las importaciones chinas si China no revalúa significativamente su moneda. El hecho es que las industrias más afectadas por el aluvión chino tienen poder de lobby y están detrás de esta medida.

Las resistencias proteccionistas son una realidad, pero de ninguna manera se justifican. Son muchos los sectores que también se benefician pudiendo exportarle a China e invirtiendo en ese país. Los ahorros chinos contribuyen por otro lado a bajar la tasa de interés y mantener el auge mundial de la construcción. China es una locomotora que contribuye a un crecimiento económico mundial con muy pocos antecedentes históricos.

También es cierto que una medida unilateral contra las importaciones chinas estaría en contra de las reglas de la Organización Mundial del Comercio. Por eso prefieren que China revalúe abruptamente su moneda, como se logró que Japón hiciera en 1986. 

La explicación geopolítica

La tercera explicación de las recomendaciones keynesianas son los temores geopolíticos que genera el espectacular crecimiento chino. El temor de los halcones de la política americana es que Occidente le está dando a China la oportunidad de desarrollar una economía privada eficiente que consolidará un poder político autoritario. Si, como prueba la historia, los regimenes autoritarios son más propensos a las ambiciones imperiales y a las reivindicaciones históricas usando el poder militar, el crecimiento chino sería un dolor de cabeza potencial para la estabilidad de Asia y la “pax americana” en esa zona.

Es notorio que el acelerado crecimiento chino está fortaleciendo al régimen político autoritario. El éxito económico de por sí valida políticamente al régimen pero además, lo provee de enormes recursos. El crecimiento económico ha permitido un crecimiento espectacular de la recaudación impositiva, que ha pasado en sólo seis años del 12% al 20% del PBI. Por otro lado la excepcional tasa de ahorro china (¡que ya llega al 50% del PBI!) produce un enorme crecimiento en los depósitos de la banca estatal, que puede así sostener con crédito barato al sistema de empresas públicas. El viejo sistema estatal se sigue fortaleciendo con el crecimiento privado.

¿Qué hacer entonces?. La política exterior americana está jugada a la idea opuesta, que el progreso económico desatará presiones crecientes para la democratización política. El objetivo es llevar a China hacia el crecimiento económico con democracia, como se hizo con otros países asiáticos. Pero al proceso se lo percibe hoy como desequilibrado, con demasiado progreso económico y muy poco progreso político. La tarea de lograr que China crezca y se democratice simultáneamente es difícil, pues no se trata de un país fácilmente influenciable como fueron, ocupados tras la guerra, Japón y Corea. China es un país con un fuerte nacionalismo, que sospecha de la ingerencia externa.

De todas maneras se intenta convencer a China para que adopte reformas económicas que puedan acelerar la democratización política. Las presiones para la privatización y extranjerización de la banca apuntan a cortarle el abastecimiento financiero al viejo sistema planificado de empresas públicas y a fortalecer la inversión y el consumo privado. Detrás de la idea de desarrollar el Estado de Bienestar y aumentar el consumo, está la intención de acelerar el interés ciudadano por la participación política y la democratización del régimen.

Propósitos coincidentes

Es evidente entonces que la recomendación de cambiar la estrategia económica atiende simultáneamente a varias inquietudes occidentales. Si China consume más y ahorra menos, disminuirán los desequilibrios globales que preocupan al FMI. La apreciación del tipo real de cambio disminuirá el crecimiento exportador y calmará las reacciones proteccionistas. Quizás China se democratizaría más rápido, calmando las ansiedades geopolíticas de los halcones.

Pero también es evidente que si China adoptara la receta keynesiana, abortaría su alto crecimiento, como ocurrió con Europa primero y con Japón después de la apreciación del Yen en 1986. Esto serviría a los intereses americanos, si estos coincidieran con tener aliados que crezcan, pero no tanto como para desafiar su liderazgo. La recomendación keynesiana no es buena ni para el crecimiento chino ni para el crecimiento de la economía mundial.

La reacción China

En su reciente visita a USA, el Presidente Hu defendió el alto crecimiento chino en función de la necesidad de incorporar al mercado a otros cientos de millones que viven en la pobreza. Reiteró además la vocación pacifista de la política exterior China y especuló que los crecientes lazos comerciales con otros países no harán sino consolidar las perspectivas de paz. Por otro lado insinuó que China avanzará muy gradualmente en la revaluación del Renmimbí y en los aumentos del consumo. Los chinos se toman su tiempo y experimentan de a poco, más aún cuando las cosas están funcionando.

Las perspectivas inmediatas son entonces que el crecimiento y los superávit chinos continuarán beneficiando a la economía mundial. Mientras tanto Occidente debe tomar conciencia que los actuales desequilibrios son beneficiosos para el crecimiento mundial y que si por reacciones proteccionistas se hicieran insostenibles, son los países desarrollados los que tienen que bajar su consumo. Una solución a los desequilibrios que sea compatible con el crecimiento mundial no pasa por “esclerotizar” a China con recetas keynesianas sino por eliminar el déficit fiscal en USA y desarmar el Estado Benefactor en Europa.

Las recomendaciones económicas a China deben limitarse a aquellas reformas que aceleren el desmantelamiento de la economía planificada, en particular la banca estatal y las empresas públicas, a liberar completamente las importaciones, a permitirle a los individuos y a las empresas chinas a invertir libremente en el exterior y a prestar más atención a los problemas de contaminación del medio ambiente. Un sector privado pujante y con crecientes vínculos internacionales será el mejor freno para cualquier desborde totalitario.

 

Latin Liber (Argentina)

 


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