“Esto va en la dirección de un nuevo tráfico de cerebros, y nunca lo aceptaremos” , afirmó categórico Konare.

Los disturbios del año pasado en barrios franceses de población emigrante más la avalancha de africanos sin permiso de entrada hacia las costas de las españolas Islas Canarias son acontecimientos que han agravado la larga y profunda crisis migratoria entre África y Europa.

Sin embargo, es la nueva ley de emigración francesa –que intenta poner orden en el caos y descontrol emigratorio que caracteriza a otros países, principalmente a España- la que ha contribuido a añadir tensión a esas difíciles relaciones entre los dos continentes, donde uno exporta sin parar población hacia otro que ya no puede absorber más recién llegados.

Para hoy viernes está previsto que se dé la aprobación final a la nueva ley emigratoria francesa, auspiciada por el ministro del interior del país, Nicolas Sarkozy, una ley que restringe de forma severa los reagrupamientos familiares y, sobre todo, intenta ordenar la admisión de nuevos emigrantes según las necesidades laborales que Francia pueda absorber.

Desde África, la nueva legislación se observa como un nuevo “tráfico” de personas, esta vez de sus “cerebros”, puesto que Francia ha admitido que no necesita más mano de obra no cualificada pero que sí podría aceptar a trabajadores especializados o con alta formación procedentes de países africanos.

Durante la reciente visita que Sarkozy realizó a varios países africanos, se organizaron manifestaciones que recibieron al político francés con gritos de “racistas, fuera”. Mientras tanto, el ministro de asuntos exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, continúa con sus esfuerzos de procurar que los países africanos controlen la salida de sus emigrantes ilegalesy acepten las repatriaciones de quienes sean devueltos desde España tras intentar entrar de forma ilegal en el país.

Sin embargo, este proceso de autoresponsabilización africana para con su propia población tiene un precio, y no sólo diplomático. En este sentido, esta misma semana se ha sabido que el gobierno español repatrió “en secreto” a 189 senegaleses que habían entrado a las Islas Canarias sin los permisos emigratorios correspondientes.

Los policías españoles que custodiaron a los senegaleses –que fueron repatriados en siete vuelos nocturnos- entregaron 300 euros a cada una de las personas devueltas a su país. La aceptación de los repatriados se produjo inmediatamente después de que el gobierno español concediera un crédito de 20 millones de euros al gobierno senegalés con cargo a los presupuestos españoles de cooperación internacional que, casi con total seguridad, nunca será devuelto. El ministerio de asuntos exteriores español no prevé más repatriaciones de entre los miles y miles de africanos que llegaron de forma irregular a territorio español

La exigencia de dinero por parte de los países africanos emisores de emigración ilegal para colaborar en la vigilancia de sus salidas o en la reaceptación de los repatriados ha sido una constante durante toda esta crisis, en la que, además, países como el propio Senegal han lanzado acusaciones hacia Europa sobre la supuesta “injusticia planetaria” que se estaría produciendo “desde el alba de los tiempos” para justificar lo que, incluso desde allí, se califica como “asalto” de miles de sus jóvenes hacia España.

Tras una reunión con Konare, Moratinos señaló: “España considera a la Unión Africana como un aliado clave en los esfuerzos para llevar a África por la vía del desarrollo y de la paz, y esperamos a ver a la Unión Africana en Rabat”.

Los próximos días 10 y 11 de julio se celebrará en Rabat una conferencia Unión Europea-África. La Unión Africana no asistirá como tal a la cumbre puesto que Marruecos no pertenece a la organización. Por ello, la Unión Africana pretende otra cumbre, esta formal, entre la organización que agrupa a los países del África negra y la Unión Europea.

En medio del peloteo de cumbres, declaraciones y desafíos, las barcas cargadas de emigrantes continúan llegando diariamente a las costas canarias, la mayoría cansados pero vivos, pero otros muertos, en la fatal culminación de un viaje que también deja regadas de cadáveres las rutas clandestinas desde el continente más pobre del planeta hacia una realidad que será más dura de lo que pensaron pero que, a pesar de todo, siempre preferirán a sus propios países de origen, incluso si se ven obligados a vivir en un campo español para emigrantes, según ellos mismos reconocen.