La revolución cultural que el actual Gobierno está tratando de llevar adelante implica una revitalización de las lenguas vernaculares, en el caso específico de la provincia Murillo, donde se encuentra la ciudad de La Paz, estamos hablando del aymara.
Aunque no se ha hecho nada respecto a una reglamentación, Don Evo ha amenazado a los servidores públicos con que si en dos años no hablan la lengua ancestral que Ludovico Bertónio sistematizara, serán despedidos.
El tema no me afecta, simplemente porque es difícil que jamás llegue a trabajar para el Estado, y aprender un idioma más resulta un desafío interesante. Como en mi caso no es obligatorio, no me rebelo, aunque sigo cuestionándome en un par de puntos. Tengo entendido que don Evo Morales no habla correctamente ni quechua ni aymara, (le tocará renunciar dentro de dos años, porque si no ha podido dominar hasta ahora ninguna de esas lenguas que tan caras le son, ¿no será que Su Excelencia es dura para aprender idiomas? Sucede hasta entre los más inteligentes, recuerde usted amigo a Goni, que bruto no es, pero que desportillaba el castellano que era una pena.
El asunto va por preguntarse, ¿qué es lo que el Gobierno quiere decir con hablar un idioma autóctono, qué clase de evaluación habrá para determinar si un funcionario público puede quedarse en su puesto, será dominar la gramática, tener un vocabulario de mil o dos mil palabras, será tener una pronunciación adecuada? ¿Adecuada para quién?
Querer revitalizar un idioma parece de lo más correcto, pero, ¿no es más bien una pretensión absolutamente artificial? Pienso en el latín, lengua madre de la civilización occidental, lengua oficial de la institución más poderosa y longeva de occidente, que simplemente, ha pasado a ser una lengua muerta sin rasgado de sayo o hábito alguno.
La idea de aprender aymara me ha llevado a navegar en la red, buscar información, y ¡Oh sorpresa!, sabe Ud., hay un diccionario a disposición, el de Bertónio, ¿Quién lo ha puesto? Pues nada menos que el Gobierno de Chile. No se escandalice no nos están robando nada, sucede que allí habitan unos 50.000 aymaras, y como parte de un plan de revalorizar a las minorías se ha armado la página web con el mencionado contenido. (Señor Presidente, con todo respeto le pido que ahora no vaya a llevarle de regalo a la señora Bachelet un diccionario castellano - aymara). Una vez más, nuestros vecinos están de vuelta cuando nosotros recién nos levantamos. Promover el aymara no es una mala idea, hacerlo obligatoriamente sólo puede crear anticuerpos y es difícil que tenga resultados, la cultura es un animal muy caprichoso, las cosas rara vez resultan como se planean, peor si en vez de plan sólo hay consigna.
*Agustín Echalar es periodista independiente.