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11/12/2015 | Argentina - Cristina acorralada

James Neilson

No fue un traspaso de poder como los que ya son rutinarios en otros países democráticos. Fue una ruptura, una más nítida que las de 1973 y 1983, cuando militares entregaron, de manera extrañamente respetuosa, los símbolos de poder a sus sucesores civiles a sabiendas de que el nuevo gobierno podría castigarlos por los delitos que habían cometido, como en efecto sucedió durante la gestión del presidente Raúl Alfonsín.

 

Con todo, aunque sería posible atribuir la actitud asumida por Cristina al desprecio que dice sentir por la "democracia burguesa" y por una Constitución a su juicio demasiado "liberal" que, para su indignación, no le permitió prolongar su reinado hasta nuevo aviso, no se habrá debido a sus presuntas preferencias ideológicas sino a la conciencia de que ha dejado de estar por encima de la ley. Para ella, se trata de un cambio traumático.

A muchos les sorprendió que, Twitter mediante, la pronto a ser expresidenta se haya afirmado "una mujer sola", pero la autocompasión así manifestada puede entenderse. Sin fueros, salvo los informales que le brindará su condición de expresidenta, tendrá que enfrentar una multitud de causas. Margarita Stolbizer ya ha puesto en marcha algunas. Habrá muchas más. Para que la situación en que se encuentra sea aún más incómoda, en el transcurso de la "década ganada" Cristina logró llenar la "corporación" judicial de enemigos. Mientras estuvo en la Casa Rosada, la mayoría prefirió guardar silencio ya que, al fin y al cabo, estaban en juego su carrera y sus ingresos. Los más cautos seguirán manteniendo un perfil bajo por temor a que el kirchnerismo se recupere pronto de los golpes –muchos asestados por Cristina misma– que acaba de recibir, pero algunos, tal vez muchos, querrán aprovechar la oportunidad para desquitarse.

Para frenar la ofensiva judicial en su contra, la expresidenta tendría que convencer a jueces neutrales de que sus negocios privados, en especial los hoteleros, eran compatibles con su investidura, que su marido fallecido no violó ninguna ley comprando dos millones de dólares luego de obtener información privilegiada y que es perfectamente natural que su propio patrimonio haya crecido a un ritmo endiablado. También le será necesario explicarles que no hubo nada raro en el asunto de los célebres fondos de Santa Cruz que, según parece, se han esfumado. ¿Podrá hacer todo eso la doctora? De tratarse de una ciudadana común, no le sería dado salir airosa del brete tremendo en que se ha metido pero, claro está, Cristina nunca será una ciudadana común.

Como ella sabe muy bien, de ahora en adelante su destino personal no dependerá de la astucia de abogados defensores o la intervención oportuna de ciertos jueces sino del poder político que consiga retener. Así las cosas, le hubiera sido mejor aprovechar la transición para congraciarse con Mauricio Macri, aseverándose firmemente comprometida con las instituciones republicanas, con la esperanza de que él llegara a la conclusión de que no sería de su interés permitir que su antecesora corriera el riesgo de terminar entre rejas, pero Cristina no pudo con su genio. Eliminada dicha alternativa, espera conservar el poder político suficiente como para intimidar a los resueltos a obligarla a rendir cuentas ante la Justicia por las infracciones cometidas por ella misma, su marido y su primogénito, Máximo; pero todo hace pensar que su conducta reciente le habrá costado el apoyo de sectores importantes del peronismo que tienen motivos de sobra para sentirse hartos de la arbitrariedad prepotente que siempre ha caracterizado su estilo particular.

Queda, pues, "la militancia" conformada por agrupaciones como La Cámpora, la Túpac Amaru de Milagro Sala y los fascistas de Quebracho que, según parece, cuentan con la aprobación de los servicios de inteligencia. Si sólo fuera cuestión de defender un "modelo" socioeconómico amenazado por "el neoliberalismo", tales militantes estarían más que dispuestos a movilizarse, pero es razonable suponer que muchos serán reacios a rebelarse contra el orden democrático en nombre del presunto derecho de Cristina a enriquecerse por medios claramente ilegales.

Atenuar las consecuencias concretas de años de populismo rabioso sería difícil aun cuando los responsables hubieran sido dechados de honestidad personal. El que no lo fueran, sino que, por el contrario, con pocas excepciones resultaran ser sumamente corruptos, hará todavía más ardua la eventual recuperación del país. Se trata de la parte más desagradable de la "herencia". Aunque Macri y sus acompañantes no quieren llevar a cabo una serie de purgas políticas, ya que por principio propenden a minimizar la importancia de las distintas ideologías, tendrán que hacerlo puesto que sí quieren librar una guerra implacable contra la corrupción. Entienden que una amnistía, según la cual una horda de corruptos conservarían buena parte de lo que han conseguido en los años últimos, sería contraproducente, puesto que los tentados a permanecer fieles a las tradiciones populistas la tomarían por una invitación a continuar saqueando al país a la espera de que tarde o temprano las autoridades les permitan blanquear lo robado. Asimismo, una eventual decisión de en efecto cohonestar la corrupción sería más que suficiente para destruir la coalición que se ha formado en torno a Macri.

La "epopeya" kirchnerista siempre se ha asemejado más a una huida hacia adelante que a un "proyecto" político genuino. Una proporción sustancial de las medidas tomadas por el matrimonio santacruceño se debió a su voluntad de cubrir las huellas que iba dejando. Desde el vamos, Néstor Kirchner y su esposa procurarían desprestigiar la verdad "burguesa" tratándola como un maligno invento reaccionario, para entonces procurar reemplazarla por otra "revolucionaria", por entender que les resultaría peligrosa. Fue por tal motivo que se esforzarían por construir una ideología propia basada en mentiras sistemáticas, como las difundidas por el Indec. Por desgracia, el "relato" resultante no trajo beneficios al país. Sólo sirvió para justificar la irracionalidad de quienes lo gobernaban. Al subordinar absolutamente todo a su propia popularidad, por tratarse de lo único que mantendría a raya a los cazadores de corruptos, los kirchneristas se negaron a pensar en el mediano plazo, con el resultado de que, una vez más, el país está al borde de una catástrofe socioeconómica.

Río Negro (Argentina)

 



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