Pero el hecho cierto es que una semana después de que el congresista Mark Foley tuviera que dimitir por hacerse público el escándalo del envío de correos electrónicos sexualmente explícitos a adolescentes, muchos colegas republicanos continúan sin saber cómo lidiar con la sordidez del asunto. Y lo más grave, siguen sin saber qué se puede hacer para evitar que la cita con las urnas se convierta en una acusación nacional contra el partido. Porque lejos de diluirse, el «efecto Foley»  continúa derramándose sobre la vida política de Washington.

El legislador de Florida y ex presidente del «caucus» congresional contra la explotación de menores  guarda silencio en un centro de rehabilitación para alcohólicos, mientras los medios de comunicación estadounidenses se detienen estos días en transcribir minuciosamente, uno a uno, los mensajes sexuales que el legislador envió a los becarios adolescentes.

La cadena ABC, que destapó el escándalo, sigue a la cabeza de las revelaciones.  En las últimas horas, otros tres becarios que hicieron prácticas en el Congreso en 1998, 2000 y 2002 han hecho públicos nuevos ejemplos  de sexo cibernético.

Las filas republicanas no ocultan su preocupación. Nuevas encuestas efectuadas después de que estallara el escándalo muestran que los votantes van a tener en cuenta los intercambios entre Foley y los becarios a la hora de ejercer su derecho al voto. La mitad de los estadounidenses considera el asunto «muy importante» o «extremadamente importante» a la hora de elegir a un candidato.

Por su lado, los demócratas aseguran en sus actos de campaña que el «caso Foley» es un ejemplo de cómo los republicanos están más preocupados por mantener su mayoría en el Congreso que por proteger a los jóvenes becarios del Capitolio o en aclarar un turbio escándalo de interés nacional.

El analista John Zogby ha declarado a «The Washington Times» que este escándalo tiene más trascendencia de cara a las urnas que otros escándalos de Washington más políticos y más difíciles de entender para el público. «Al final, las parejas casadas, los padres y los abuelos son los que votan republicano, y se les ha hecho un daño importante». Según Zogby, los últimos sondeos muestran que hay un alto número de indecisos entre los votantes evangélicos. El efecto de que éstos no acudan a las urnas podría ser devastador para el Partido Republicano.

Otros expertos en demoscopia cercanos al Partido Demócrata señalan que mientras el nivel de aprobación del presidente Bush continúe por debajo del 40 por ciento, los republicanos tienen pocas posibilidades de mantener la mayoría que mantienen en el Congreso desde 1994. El 7 de noviembre estará en juego un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes.