Estambul - Las conversaciones de los matarifes saudíes, al descubierto.
El año pasado el despotismo saudí fue capaz de
descuartizar a un periodista incómodo y repartirlo entre cinco maletas, en su
propio consulado en Estambul. Mucho más difícil le está resultando a Riad
esconder la verdad de aquel día negro para la reputación del príncipe Mohamed
bin Salman. La turbadora conversación entre el malogrado Jamal Khashoggi y sus
matarifes ha sido transcrita en su totalidad, esta semana, por el diario turco
Sabah.
“¿Ha llegado ya la res para sacrificar?”, pregunta Maher
Abhulaziz Mutreb, agente de inteligencia saudí. “Sí, ya está aquí”, le responde
otro, pasada la una de aquel fatídico dos de octubre.
Detalles macabros que fueron dosificados en su día,
aparecen ahora de forma secuencial. La transcripción también incluye
conversaciones del personal consular días antes de la trampa o la cháchara del
comando de matarifes mandado desde Riad, horas antes del asesinato.
El forense Mohammed Abdah Tubaigy se muestra pasmosamente
locuaz, como un carnicero en la plaza. Explica que Khashoggi es demasiado alto
y gordo como para caber en una bolsa y que habrá que descuartizarlo, pero que
para él no supone ningún problema, aunque vaya a ser la primera vez que lo haga
“con un cadáver todavía caliente”. A medida que él vaya rebanando, explica,
Mutreb deberá ir empaquetando al periodista en bolsitas.
Tanto Tubaigy, como Mutreb, que a todas luces seguían
órdenes, estarían entre los cinco acusados, de un total de veintiuno, para los
cuales el fiscal saudí pide pena de muerte.
Las últimas informaciones precisan que el veterano
periodista reformista fue asfixiado y descuartizado en un despacho de la
segunda planta del consulado saudí. También detallan la negativa de Jamal
Khashoggi a mandar un sms tranquilizador a su hijo, cuando aún creía que se
limitaban a secuestrarlo con destino a Riad. De ahí que dedujera que lo iban a
drogar -señaló una toalla- y que no opusiera una fuerte resistencia física
-inútil- hasta que quedó claro que el objetivo no era otro que asfixiarlo.
El sonido de aquel escalpelo forense serrando las
extremidades de Jamal Khashoggi, perseguirá durante mucho tiempo a Mohamed Bin
Salman, elegido como delfín hace dos años. Sin embargo, el hombre que podría
confirmar la implicación del príncipe, Saud al Qahtani -su mano derecha para
asuntos de seguridad- se encuentra desaparecido desde antes incluso de ser
“despedido”.
Al-Qahtani exhaló su último tuit el pasado 23 de octubre.
Desde entonces, rumores, ya que no se le ha visto y nada se sabe de él. Un
intelectual palestino de los Hermanos Musulmanes tuiteó desde Noruega que
fuentes fiables le habrían confiado que Al-Qahtani habría sido envenenado.
Las filtraciones turcas -producto del espionaje- forzaron
a Riad a confesar que Khashoggi no había salido del consulado por su propio
pie. Aunque primero aseguraron que la muerte era producto de una pelea,
finalmente no tuvieron más remedio que admitir que había sido un asesinato
premeditado.
Aun así, Riad nunca ha explicado qué hizo con sus restos.
La relatora de la ONU para ejecuciones extrajudiciales, Agnès Callamard,
lamenta haber contado con “poca colaboración de EE.UU. y ninguna de Arabia
Saudí”.