El gobierno de Finlandia paga ese monto a parados con buenos resultados. Se benefician 2000 finlandeses de 26 a 58 años que, escogidos al azar de 175.000 desempleados en 2016, reciben una renta de 560 euros al mes por dos años a fin de tener para gastos básicos, preservar la salud y la buena disposición, elementos importantes para convivir en sociedad.
El
desempleo entonces en Finlandia llega al 8%. Para el efecto, la agencia
de seguridad social del país, Kela, cuenta con 20 millones de euros
hasta diciembre de 2018. Los resultados preliminares se conocen en
febrero de 2019, los definitivos en 2020. El propósito del experimento
es estudiar la naturaleza del empleo y facilitar el ingreso del
ciudadano a la fuerza laboral con mayor motivación. Según Minna
Ylikännó, directora de Kela, los mayores beneficios de la prueba se
dieron en salud y bienestar de los participantes en comparación a miles
de desempleados que no participaron. “Menos problemas de salud, estrés,
humor y concentración… mostraron más confianza en su futuro y en la
capacidad de moldearlo.” Como precedente, los habitantes de Alaska,
EEUU, reciben una renta básica de $2,072 mensuales desde 1982 del gas
natural y petróleo que se extrae del territorio. Se apunta a que el pago
de un salario universal ha de ser beneficioso. Hoy en ese Estado
norteamericano cada ciudadano recibe $2.072 al año; una familia de
cuatro recibe como $8.248.
Hace más de cien años Finlandia intentó una revolución socialista en la
que los trabajadores urbanos y del campo, cansados de sus miserables
condiciones de trabajo, se rebelaron. La reacción de terratenientes y
conservadores, y de la clase media, fue violenta. Estalló la guerra
civil con matanzas y, después de meses, los capitalistas aplastaron la
rebelión que costó 35.000 vidas. Traumatizados y emprobrecidos los
derrotados tardaron décadas en recuperarse. A. Partenen y T. Corson en
el NYT citan al profesor de historia finlandés, P. Ketunen, diciendo que
los terratenientes promovieron la afortunada idea del “heroico
individualismo,” del “agricultor independiente” de ningún sindicato,
esto durante la primera mitad del siglo XX lo que previno el retorno del
socialismo como fuerza política. Pero luego surgió la segunda guerra
mundial.
El país luchó sangrientamente y a un elevado costo contra la
expansionista Unión Soviética. Después de la guerra, los sindicatos y
sus simpatizantes se fortalecieron en momentos en que el país se
industrializaba, se educaba y expandía sus relaciones internacionales.
Los empleadores, presionados por políticos, sopesaban las necesidades de
los trabajadores y, tras evitar nuevos conflictos y proteger sus
intereses, los capitalistas cambiaron de táctica y negociaron con el
gobierno la manera de incorporar a los trabajadores al cometido
capitalista de modo que ellos también participasen de él. Incluso
aceptaron lo inaceptable para el mundo capitalista: pagar más impuestos
para dar mejores beneficios sociales estatales a los trabajadores lo que
hasta hoy se traduce en un adecuado sistema de salud, educación fiscal
desde el jardín de infantes hasta el doctorado universitario, vacaciones
pre y post natales pagadas, seguros de desempleo, etc. ¿Socialismo?
Pues no tanto porque el país es internacionalmente conocido como
capitalista de éxito inédito. En la semana del 8 de diciembre de 2019,
Sanna Marin, de 34 años de edad, tomó posesión como primer ministro de
Finlandia, la más joven de la historia del país.