“Voy también a agradecer el que el gobierno de Estados Unidos tenga un trato respetuoso de nosotros”. Con esa frase zanjó ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador cualquier duda de que viajaría a Washington, como le han pedido que haga.
AMLO, el agradecido con este gobierno de Estados Unidos.
AMLO, el que se puso en la posición de no poder decir que no a Donald Trump
luego del 'rescate' del oso petrolero. AMLO, el que en su periodo presidencial
no ha querido viajar a ningún foro internacional, ni buscar una entrevista
personal con los jefes de Estado que no han insultado a México. AMLO, el que de
nuevo se pone a la baja altura de Peña Nieto.
¿En qué consiste el trato respetuoso del que habla AMLO?
¿En que allá le mandan y él acata? ¿Qué va a agradecer? ¿Que nos amenazaron con
construir un muro, y lo están construyendo? ¿Qué dijeron que impedirían que
llegaran los migrantes –no sólo mexicanos– y el gobierno de López Obrador puso
al Ejército y a eso llamado Guardia Nacional a reprimir centroamericanos?
¿Agradecer a Trump que encarcele migrantes en jaulas? ¿Que separe a niños de
sus padres? ¿Que no ceje en su intento, bloqueado hasta ahora por la Suprema
Corte de EU, de cancelar el sueño de miles de dreamers, niñas y niños que sin
culpa llegaron sin papeles a suelo estadounidense, donde hoy son acosados desde
la Casa Blanca?
Gracias presidente Trump por permitirme hacer el trabajo
sucio, y por darme la oportunidad de pagarlo con los impuestos de los
mexicanos. Qué más se le va a ofrecer al señor Trump. ¿Que además le agradezca
en persona? Con gusto, ¿cuándo tiene tiempo de recibirme para ir a verle a
donde usted disponga? ¿Que yo no viajo en avión al extranjero? Nombre, ¿quién
le dijo eso? Usted bien vale una visa. Diga rana, y yo salto.
Cuando en agosto de 2016, Peña Nieto invitó a Trump a Los
Pinos, el candidato que nos llamó violadores y narcotraficantes pulverizó lo
poco que quedaba de ese gobierno. La crisis fue tal que el secretario de
Hacienda de entonces, e instrumentador de la nefasta visita, hoy vive en
Estados Unidos (¿casualidad?).
Al saberse de aquella visita, la incredulidad y la
indignación crecieron a la par entre la opinión pública. El presidente de la
fama de la corrupción era, además, un político que se prestaba a galvanizar las
posibilidades, que para aquella fecha lucían remotas, de que Trump ganara la
presidencia de EU.
Casi cuatro años después, a Peña Nieto la historia le
cobrará tan caro favor para la humanidad. Trump resultó tan o más pernicioso de
lo que los pronósticos vaticinaban. Al punto de que hoy es un apestado dentro y
fuera de su país, tanto que ha sido vomitado incluso por gente que se prestó a
algunas de sus peores ideas, como el exasesor de seguridad nacional John
Bolton, que hace unos días publicó un nuevo libro en el que, por si hiciera
falta, se confirma el errático, antipatriótico y egocéntrico carácter de quien
busca reelegirse en noviembre.
Apestado y todo, el instinto mediático de Trump sigue
intacto. Así que va a desafiar aquello de que no hay buenas segundas partes y
pondrá, de nuevo, en el escenario a un presidente de México para dejar en claro
que si como candidato se inventó una gira donde lo trataron como estadista,
como mandatario puede exhibir su capacidad de hacer que AMLO haga lo que él
quiera: desde un muro en el sur mexicano, hasta una visita sin precedente más
que en (¡ouch!, AMLO) los tiempos salinistas, aquellos en los que Carlos apoyó
a Bush padre.
López Obrador no va, lo llevan. Todo lo que prometió
respecto a una relación de dignidad, de respeto con el imperio, ha quedado en
el baúl de los apuntes de un candidato que ya en la presidencia se achicó
frente al mandatario estadounidense. Igual que Peña. ¿Pues qué tendrá esa silla
que los iguala para mal?
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/salvador-camarena/amlo-ese-agradecido-con-trump