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23/08/2020 | Argentina - Opinión: Banderazo

Santiago González

A poco de cumplir sus nueve lunas, el gobierno de Alberto Fernández alumbró el 17 de agosto la primera protesta masiva en su contra. Un tuitero describió el reclamo con admirable síntesis: "Miles salimos a las calles a decirle a Fernández que está gobernando mal". Ese fue el sentido amplio de las manifestaciones que se replicaron en las principales ciudades del país.

 

No hubo críticas directas al presidente ni ataques a su persona (no fue el caso de su compañera de fórmula, cuya presencia en el escenario político argentino sigue siendo indigerible para una gran parte de la población). Las marchas se caracterizaron por la ausencia de identificaciones partidarias, la profusión de banderas argentinas, y los centenares de pancartas de fabricación doméstica mediante las cuales los manifestantes exponían los motivos por los cuales piensan que Fernández está gobernando mal: la presión del Ejecutivo sobre los otros poderes del Estado, el proyecto de reforma judicial, la intención de alterar la composición de la Corte Suprema, el manejo de la crisis por el virus corona, la impunidad, la corrupción, la inseguridad, la rebaja de las jubilaciones.

Como se ve, los primeros son enteramente atribuibles al actual gobierno, el resto forma parte de los reclamos históricos de los argentinos, que el actual gobierno tampoco parece interesado o capaz de resolver.

Así como no se advirtieron en las marchas impugnaciones al actual presidente tampoco hubo expresiones de nostalgia por el anterior presidente, y la presencia en ellas de algunas figuras identificadas con el ambiente cambiemita no pasó del testimonio personal. Las contradicciones internas expresadas en vísperas de la protesta por la cabeza de la alianza y por su representante máximo en el ejercicio de la función pública diluyeron la influencia del grupo supuestamente opositor y le impiden ahora capitalizar políticamente el reclamo.

LA CLASE MEDIA, PROTAGONISTA

Las clases medias, en todas sus gamas, fueron las grandes protagonistas de las movilizaciones del lunes; salieron a la calle identificándose con banderas argentinas, y en nombre de sí mismas. Esas clases medias declararon a quien quisiera escucharlas que no han encontrado todavía una expresión política que las represente.

La incapacidad para reconocer una oportunidad suele ser defecto grave en un dirigente, o por lo menos algo que los dirigidos no suelen perdonar. Le pasó a Mauricio Macri, que tuvo la ocasión única de cambiar el rumbo de la Argentina y quedar inscripto en el libro de su historia, y la echó a perder. Le pasó, en estos seis o siete meses, a Alberto Fernández.

A comienzos de año, Fernández era un enigma; su gabinete, mezcla de allegados personales y representantes de intereses especiales, una promesa de dificultades; su compañera de fórmula, un anticipo de conflictos. Su desempeño inicial ante la aparición del virus le valió niveles de aprobación pocas veces alcanzados, y pocas veces perdidos tan rápidamente.

Con una secuencia imparable de errores, mentiras y torpezas -unas propias y otras resultantes de las maquinaciones de su jefa política- malogró la ocasión de afirmar su autoridad, consolidar una base propia de poder y conducir el país por el camino de la institucionalidad, la moderación y el diálogo que había prometido. La Argentina enfrenta un escenario extremadamente difícil, que se vuelve más difícil por la debilidad del gobierno y por su probada disposición a hacer tonterías.

***Santiago González, Periodista. Editor de la página web gauchomalo.com.ar

La Prensa (AR) (Argentina)

 



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