Si ideología es, como lo expresa Kart Mannheim, ideas que son parte de la existencia del sujeto y que son guía en situaciones de vida, que influyen en sus opiniones, percepciones e interpretaciones, no estamos hablando de cualquier cosa, y menos cuando un régimen exige de sus súbditos entrega absoluta a sus mandatos, hasta el punto de pedirles la vida para defenderlo, entonces la situación se nos torna importante.

La ideologización nos viene por grados, puede tratarse de una construcción mental de un grupo o clase, de una forma de pensar de una época o incluso, de mentiras y distorsiones de la realidad que de manera calculada y con intención se nos trata de vender para obtener o justificar intereses. La experiencia con la ideologización se hace verdaderamente preocupante con un tipo que llamo de "inmersión total", o sea, cuando un Estado reconstruye y construye al hombre, la famosa prédica del socialismo de trabajar por un "hombre nuevo", no es más que la ideologización total del hombre por el Estado, una meta que intentó el stalinismo, el nazismo y otros sistemas totalitarios.

Una cosa es clara, la ideologización es una batalla por la mente de los individuos y si quien da la batalla es el propio Ministerio de Educación, con sus expertos en la modificación de la conducta, con sus ingenieros sociales y un ejército de docentes, en contra de niños inocentes e indefensos, en ambientes controlados y con una labor diaria de reversión psicológica y alteración de las conductas, en contra igualmente de la familia, la Iglesia y las instituciones clave de la sociedad, entonces la ideologización se convierte en un crimen.
 Claro está, será un crimen, una vez que la revolución deje de existir, cosa que para el actual ministro de Educación es algo que está muy lejano de que ocurra, él, como muchos revolucionarios tienen una percepción milenaria de su líder y del proceso, creen que es eterna y por ello se permiten desplantes de guapetón como el de: "Vamos a ideologizar, ¿y qué?..."  Es la clara señal que el profesor Aristóbulo se ha convertido en ejemplo de ese "nuevo hombre" que necesita el proceso, un lavador de cerebros, un instrumento del poder para la deshumanización del pueblo.

Marx fue el primero que advirtió sobre el problema de la ideologización al señalar que toda oligarquía en el poder la usaba como herramienta de dominio; le toca ahora a los chavistas y el plato que nos sirven no podía ser más repugnante e intragable.

Ese plato fue brillantemente descrito por el historiador venezolano Manuel Caballero ya que consta de: "…la exaltación a la guerra, el antifedaralismo, la obsesión unitaria, el culto del pueblo, el culto de la tradición, el irracionalismo, el odio al pensamiento, el odio al liberalismo, el llamamiento a las clases medias frustradas, el repudio a los gobiernos parlamentarios, la intolerancia al desacuerdo, la obsesión por el complot, el patriotismo, la xenofobia, el antisemitismo, la misoginia, el pueblo -el Volk, il populo- como amalgama de la patria, la nación y la raza, entidad monolítica que expresa la voluntad común, la masa como protagonista, el desprecio de los partidos y las instituciones, el militarismo".

Siempre pensé y lo he hecho público, en Venezuela se está dando una lucha espiritual entre las fuerzas del bien y del mal, está llegando la hora de enfrentar a los demonios, un enfrentamiento inaplazable y en el que nos jugamos la vida de nuestros hijos. No podemos permitir la ideologización bolivariana.

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