La pasarela de nombres del mundo de la política mexicana en la corte de NY, comenzando por el de Calderón, es una crónica sobrecogedora que pone el dedo en la llaga de la expansión del poder de los cárteles. Pero aquí el gobierno no da muestra de querer entrar a profundidad en la dimensión del narco en la democracia. En su estrategia de seguridad, ni en la reforma electoral, figuran propuestas para atacarla, como si se tratara sólo de un problema del pasado.
Por el ángulo que se vea, el juicio a García Luna en EU
es un escaparate de complicidades entre autoridades y crimen organizado que
obliga a investigar acusaciones y líneas abiertas en el proceso. Las “bombas”
declarativas de los testigos son una exhibición profusa de los peligros del
dinero del narco para la democracia. Sin embargo, las detonaciones no se
escuchan ni mueven el interés de gobierno y partidos, a pesar de la amenaza
para las elecciones estatales y la presidencial en 2024.
Desde su cobertura en la conferencia mañanera, López Obrador
lamenta lo “vergonzoso” del juicio para el país y reclama probar las
acusaciones contra Calderón, siguiendo la ruta del dinero de los negocios
ilegales. Pero lo hace como si fuera un observador de un partido de beisbol,
que arenga en el espectáculo para apabullar a sus adversarios en el terreno
político. Por primera vez en el juicio, Calderón fue nombrado por el exfiscal
de Nayarit, Édgar Veytia, que dijo saber, de segunda mano, que él protegía al
Cártel del Pacífico, tras de que otros testigos acusaran a su secretario de
Seguridad Pública de recibir sobornos de ellos.
La radiografía sobre la operación del narco en los hilos
de la política no es asunto menor para actuar con indiferencia; con
independencia del valor probatorio de testigos que sostienen acusaciones en sus
dichos. No basta con sólo conocerse, debe investigarse. Es una grave omisión no
hacerse cargo de lo que se sabe si da lugar a un problema mayor, como arriesgar
la estabilidad del Estado por la entrada del dinero del narco a las campañas.
Parece una doble moral por condenar un problema político y, a la vez, usarlo
sólo como arma letal para sepultar a los enemigos.
La fiscalía de Gertz está desaparecida y en otras áreas,
como la electoral, la reforma ni siquiera plantea cómo atacarlo. En la corte de
NY, el fiscal ha orientado los testimonios a mostrar la expansión del poder del
narco en el territorio gracias a la cobertura de autoridades federales,
estatales y municipales desde hace dos décadas. En México se ha denunciado su
afianzamiento territorial sin destapar la protección política, por ejemplo, en
las elecciones de 2021 a través del financiamiento de candidatos en estados
como Michoacán y Sinaloa para ganar influencia. El Tribunal Electoral, al
final, sólo pudo acreditar su intervención en cuatro municipios, pero las
alarmas crecen sobre la vulnerabilidad de la democracia.
Su verdadera dimensión no se conoce, pero lo más grave es
que ni en ninguna iniciativa del gobierno se vea reflejada la preocupación por
esto. En la electoral, su foco está puesto en la reestructura del INE bajo el
criterio de la austeridad, pero nada dice sobre la seguridad y mecanismos para
blindar las urnas del narco. En todo caso, ese aspecto se relega a instancias
federales, como la FGR o la UIF, aunque el INE tiene obligaciones en la
fiscalización del dinero en las campañas.
Si el árbitro podrá hacer aún menos para cumplir con esas
facultadas, de esas instituciones federales tampoco se puede esperar mucho por
su casi nulo expertis para investigar estos delitos. Ya comenzado el juicio de
García Luna, la UIF presentó su primer litigio en el extranjero contra García
Luna para recuperar 400 millones de dólares por lavado de dinero procedente de
corrupción política. Y el gobierno anunció que hay otras carpetas de investigación
con el superpolicía de Calderón en el país, pero sin precisar su contenido.
Su estrategia ha sido otra, evitar operativos a gran
escala contra los cárteles, incluida la investigación de sus finanzas. Y
defender que lo más importante de juicios escandalosos como el de García Luna
es que todo esto se conozca para que nunca se repita, como si eso fuera
suficiente para disolver el vínculo entre la política y el narco.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/jose-buendia-hegewisch/juicio-garcialuna-o-el-narco-en-la-democracia-mexicana/1569196