La campaña, que había estado animando a seleccionar "no comprometido" como forma de protesta a su gestión de la guerra de Israel, ha sido el desafío político más importante de Biden por ahora.
Las primarias de Michigan han sido las primeras que los
Partidos Demócrata y Republicano han celebrado simultáneamente. Y han
demostrado que las dos formaciones concurren a las elecciones del 5 de
noviembre con dos candidatos a los que poca gente quiere: Joe Biden y Donald
Trump. El castizo "nunca segundas partes fueron buenas" parece que va
a ser el verdadero eslogan que los votantes estadounidenses han abrazado, dado
que tanto Biden como Trump ya se enfrentaron en los comicios de 2020, que ganó
el primero.
Ahora es la hora de la revancha para Trump. Pero el
candidato republicano volvió a dar muestras de debilidad. El ex presidente, por
su omnipresencia mediática que se remonta a los años ochenta y que ha alcanzado
niveles sin igual desde que entró en política hace casi nueve años, es conocido
por absolutamente todos los estadounidenses. Sin embargo, incluso en un estado
que ganó - contra pronóstico - en 2016, y en el que su mensaje populista,
proteccionista y conservador en materia social cala entre una buena parte del
electorado no arrasó.
De hecho, con el 93% de los votos escrutados, Trump tenía
el 68,2% de los votos, frente al 26,5% de la otra candidata republicana, Nikki
Haley. Desde luego, ganar por más de 40 puntos es una victoria sonada. Pero no
lo es parta las expectativas de Trump ni para la situación del electorado, que
muestra un empate técnico aunque el republicano lleva cierta ventaja en los
sondeos y cuenta además con el sistema electoral a su favor, que le puede
permitir fácilmente ganar las elecciones aunque saque menos votos que Biden.
El problema es que a estas alturas de las primarias,
Trump tenía que arrasar. El hecho de que haya casi un tercio de republicanos
que no le quieren arroja dudas sobre sus posibilidades en noviembre, cuando
necesite el apoyo de todo su partido más el de algunos independientes parta
alcanzar el 48%% del voto con el que se coronaría como presidente. Haley está
jugando un papel similar al del candidato de izquierda Bernie Sanders en las
primarias demócratas de 2020, cuando su obstinación y resistencia no derrotaron
a la favorita, Hillary Clinton, pero sí demostraron que ésta era una candidata
más débil de lo que parecía sobre el papel.
Por parte de Biden no hay rivales dignos de tal nombre.
En su caso, el problema es la falta de entusiasmo entre sus votantes, combinada
en Michigan con la petición de una parte de los propios demócratas de votar
"no comprometido", que es una especie de voto en blanco para
demostrar el rechazo al apoyo que la Casa Blanca está prestando a Israel en la
guerra de Gaza. Con el 89% escrutado, ese voto de castigo era del 13,5% y,
aunque es probable que cayera hasta cerca del 10%, es un problema muy grave
para Biden en un estado que ganó por tan solo 150.000 votos en 2020. Para
acabar de preocupar más a los demócratas, el total de papeletas depositadas en
sus primarias fue un 20% inferior a las de los republicanos.
¿Se debe eso a falta de entusiasmo o a simplemente le
hecho de que el duelo Trump-Haley genera más morbo y anima a la gente a votar
por uno de los dos? Posiblemente sea una combinación de ambos factores. Pero de
lo que no cabe duda es de que Biden no emociona, a pesar de jugaba en casa, con
unos sindicatos a los que ha mimado en estos tres años como no lo había hecho
ningún presidente en la Historia de EEUU, y que en Michigan tienen un poder
considerable gracias a la base industrial de automoción del estado. También es
verdad que es el estado con mayor porcentaje de población de origen árabe - el
3,1% -- lo que explica el voto de castigo. Pero no es menos cierto que los
jóvenes, cuyo voto necesita a Biden para ser reelegido, no están votando,
debido a una serie de factores entre los que está el apoyo de la Casa Blanca a
Israel en Gaza.
https://www.elmundo.es/internacional/2024/02/28/65decdf5e85ece696c8b456e.html