Abraham Lincoln, en la guerra de la secesión de Estados Unidos, definió de manera simple la democracia: "El gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo". Se supone que la ley fundamental se basa en que todos los individuos tienen los mismos derechos y que la política está condicionada al servicio del desarrollo del pueblo. Inclusive la monarquía hereditaria y el dictado de las religiones han operado como el máximo juez de todos los aspectos de la nación, de la política, de la economía, de la religión y de la ley, invocando el bienestar del pueblo.

No se concibe la caída del imperio romano, ni el feudalismo que sustituyó a los reinados, si no se tiene en cuenta la presencia importante del cristianismo. Las Cruzadas por ejemplo abrieron las grandes rutas del comercio, y las guerras religiosas modificaron la geografía política de Europa. Y hasta la reforma protestante del siglo XV es una presencia religiosa con ideas liberales. La conquista del nuevo mundo fue un impulso religioso que permitió establecer las colonias de América. La Revolución Francesa se alzó para decapitar a Dios, que era como destruir por completo la monarquía francesa y establecer un nuevo orden.

De nuevo se recuerda el apotegma latino nihil novum sub solem, esto es, "nada nuevo bajo el sol". Nada nuevo hay en la historia reciente de los conflictos internacionales que abarcan de manera predominante los territorios que riegan los ríos gemelos del Tigris y el Éufrates. Los ríos nacen en las montañas de Armenia, y en la primavera, cuando comienzan a fundirse las nieves, sus aguas se salen de madre, inundan la llanura y depositan su limo fertilizante.

Estos son los territorios donde se supone que el Antiguo testamento narra la creación del género humano entre los bosques, donde la primera mujer fue engañada por el demonio saboreando la manzana prohibida, que es el signo que distingue la inocencia de la maldad, y la presencia de las pasiones malignas que conducen a la humanidad hacia su trágico destino.

La era que se inicia en el siglo XIX descubre el aprovechamiento de los oscuros y ocultos secretos de la tierra: el oro negro del petróleo. Así cambia el destino de la que fue la tierra de Adán, el país de los sumerios, que recogieron el conocimiento de las antiguas ciencias egipcias.

Pero aquí las riquezas del petróleo y el utilitarismo de las guerras se esconden detrás de la supuesta democracia de nuestros tiempos. En la antigua Babilonia y en la soñada Bagdad, el capitalismo estadounidense trata de imponer el orden que suprima las antiguas y solemnes dinastías religiosas.

¿Pero cómo es la democracia tipo estadounidense? El mundo va cada día más hacia la tramposa versión yanqui: autoridades electorales parciales, distritos creados con criterios partidarios, listas de electores manipulados e instrumentos de votación poco confiables que cambian de uno a otro estado de la Unión Americana, en la que son las entidades federativas las que cuentan el voto definitivo, al margen de las personas físicas.

La ausencia del arco iris que cruzó el horizonte después del diluvio universal es hoy el sombrío escenario de las guerras criminales, que como en el caso del territorio de Irak, está minando y destruyendo a los miles y miles de humanos que nada tienen que ver con la supuesta democracia occidental.

jodeortiz@gmail.com

Escritor