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El Universal (Mexico)

 

17/06/2007 | El miedo total

Jorge Eugenio Ortiz Gallegos

Los cuatro jinetes de un nuevo Apocalipsis son los siguientes: la sobrepoblación, la contaminación del ambiente, el agotamiento de los recursos naturales y la tecnología que parece disparada para destruir al género humano, lo mismo a los multimillonarios que a los pobres.

 

A medida que la demanda de alimentos aumenta, las áreas cultivables del mundo disminuyen por obra de la erosión y de la contaminación. Al mismo tiempo crece la necesidad de energía, que reclaman las industrias para dar mayor trabajo y bienes para la población; pero mayor energía significa mayor contaminación del ambiente por los gases, el humo o por los residuos de las grandes plantas atómicas que producen electricidad.

La disminución de las áreas cultivables incluye también menores fuentes de alimentos en el mar. Un mar ya abrumado, entre otras cosas, por materiales plásticos, cuyos sobrantes son regresados por ríos y drenajes. El mar se convierte en una flotación indefinida, donde el oxígeno disminuye para alimentar a los seres, las algas y al plancton.

La población tiene cada vez menores oportunidades de nutrirse y se refugia en los antros, en los espectáculos de radio y televisión. El progreso, venerado por los siglos como una especie de dios, es un ser esquivo, que toma ya las características de un monstruo hipócrita, iluso y mentiroso. Secretamente el progreso es un enemigo del hombre y su futuro.

¿Cuántos expertos formando sociedades de estudio que dependen de comunidades como Massachussets o la Rand Corporation hacen pronósticos empleando modernos métodos con el auxilio de la tecnología electrónica? La nueva ciencia, la futurología, es una concepción que aterra aún más que la vieja astrología o la antigua astronomía que trataba de avizorar el porvenir.

En el fondo de todos los razonamientos originados en reuniones públicas y privadas hay una disputa formal por la posesión del poder. Los intelectuales se dividen en dos frentes: unos pretenden sustituir al régimen vigente en lo político y en todos los movimientos de los imperios que hay en el mundo, y otro grupo muy importante se apodera de los medios de comunicación masivos.

Podemos generalizar diciendo que el intelectual es pésimo político. Su visión es muy diferente del campo de la acción política dominado por fuerzas que no son las de la razón. En el entendimiento suelen verse las cosas de un lado, del propio. De esa manera las ideas se convierten en pasión subjetiva mucho más impactantes y notorias que la objetividad.

José Ortega y Gasset afirmaba: "Hay que decidirse por estas dos tareas incompatibles: o se viene al mundo para hacer política o se viene para hacer definiciones". El intelectual estará siempre tratando de formular teorías que definan los hechos, y entre tanto la batalla de la realidad se pierde en la batalla política. Los esquemas vigentes y la formulación de nuevos planes concluyen siempre en la realidad oscura, así sea publicitada por los medios electrónicos de radio y tv.

Es evidente que la mayoría de los políticos sólo usa la razón para hacer sus machincuepas ante la opinión pública y que después se repliega en el instinto de la acción directa. El político es, por tanto, el hombre que hace las revoluciones, el que impone la violencia, el que hace y deshace las leyes, es el que hace la evolución integral.

La humanidad tiene un vasto e inconsciente temor de que el punto final de la existencia sea el de una guerra nuclear, cuya magnitud conduciría a la desaparición de todas las cosas creadas por el hombre, que han hecho posible la existencia de una larga estancia de la humanidad a través de los siglos.

jodeortiz@gmail.com

Escritor



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