09/06/2010 | La guerra afgana:¨Los talibanes viven de sus amigos del Pérsico¨
Xavier Mas De Xaxás
Richard Holbrooke, representante especial para Afganistán de la Administración Obama.
El vestíbulo del hotel Arts de Barcelona no es un
lugar muy adecuado para entrevistar a un diplomático que habla bajo y con la
cautela propia de quien lleva toda la vida obligado a callar. No había
alternativa y el pasado viernes, a primera hora de la mañana, Richard
Holbrooke, artífice de la paz en Bosnia y el hombre de Obama para Afganistán,
repasó en una entrevista con La Vanguardia los obstáculos que minan su misión:
conseguir que afganos y pakistaníes vivan de espaldas al fundamentalismo y la
violencia.
¿No le recuerda
Afganistán un poco a Bosnia? Otra sociedad multiétnica con sufrimiento
acumulado...
La verdad es que no. En Bosnia cada bando tenía su
gobierno, pero en Afganistán es más complejo. Los talibanes no son un
movimiento único y organizado, sino todo lo contrario. Están los talibanes
afganos y los pakistaníes, y luego están los afines a Al Qaeda y otros grupos
que operan desde Pakistán y golpean en el corazón de Afganistán.
Usted repite que no
habrá paz en Afganistán sin solucionar los problemas de Pakistán.
Sí, deben coexistir.
¿No sería necesario
realizar ajustes geopolíticos?
¿Como cuáles?
Reconsiderar la
frontera, la línea Durand, tan conflictiva desde el imperio británico, y
modificar la Constitución del 2004 para dar más autonomía a las regiones.
Sí, mucha gente ha sugerido renegociar la Línea
Durand, pero eso causaría un enorme problema añadido para ambos países.
¿No ayudaría a anular
los santuarios de los talibanes, Al Qaeda y otros grupos?
No lo creo, aunque es cierto que mientras estos
santuarios se mantengan no habrá solución. ¿Ha estado usted en Afganistán?
No
Pues sobre el terreno se ve de inmediato la enorme
importancia que tienen estos santuarios.
Ustedes utilizan
drones para atacar esas áreas. La ONU critica esta estrategia con dureza. Afirma que supone una licencia para matar con
impunidad.
No podemos decir mucho en público sobre este
programa pero, evidentemente, la gente debe entender que gracias a estos
aviones sin piloto hemos podido eliminar a sujetos muy peligrosos y que la
seguridad, no sólo en la región, sino también en Europa y EE. UU., ha
aumentado.
¿No cree que la
Constitución del 2004 fue un error al concentrar tanto poder en el presidente y
en el gobierno de Kabul?
Creo que si se analiza a fondo la Constitución se
aprecia que no es bien bien así. Afganistán está muy descentralizado, como lo
ha estado siempre.
¿Cuál es entonces la
raíz del problema afgano?
Treinta años sin conocer la paz. Afganistán ha
sufrido más guerras que ningún otro país excepto, tal vez, Congo. El tejido
social está desgarrado y es necesario un buen liderazgo.
¿Karzai es un buen
líder?
Es un líder político muy habilidoso. Mucha gente
lo subestimó.
Se impuso en unas elecciones marcadas por la
corrupción. Sí, fueron un desastre, pero no hay duda de que, de haberse
celebrado la segunda vuelta, habría obtenido más del 50% de los votos. Su
victoria es legítima.
La corrupción, como
usted ha denunciado, golpea a su gobierno.
La está combatiendo.
El cultivo de opio se
dispara.
No. Está estabilizado, y lo que estamos reconstruyendo
poco a poco es la agricultura. Hay muchos programas sociales y económicos sobre
los que nadie dice nada.
¿Cómo luchar contra el
opio?
Por ejemplo, perseguimos a los narcotraficantes, no a
los agricultores. Antes les quitábamos sus cosechas y fue un error. Sin
recursos, estos campesinos se echaban en brazos de los talibanes. Ahora vamos
en busca de los almacenes donde se secan las semillas de amapola y
desmantelamos los bazares donde se vende la droga.
¿Es esta una guerra
para erradicar el opio?
En absoluto. No tendría sentido. Se cultivaría en
otro lugar. El opio demuestra la corrupción que hay en Afganistán, pero no es
la causa de la guerra.
Financia a los talibanes...
Aún sin opio, los talibanes obtendrían dinero de sobra
para sus actividades a través de la corrupción, la extorsión y las ayudas de
sus amigos en el golfo Pérsico.
La anunciada ofensiva
en Kandahar coincide con la cosecha de amapolas.
No es bien bien una ofensiva. Es una campaña.
Kandahar no es Faluya. Los militares no esperan grandes combates, aunque ya
veremos. Lo que buscamos es aumentar nuestra presencia para construir una base
de seguridad sobre la que colocar una estructura política fuerte que permita
aplicar los programas de desarrollo económico y social.
La gran esperanza para
el nuevo Afganistán.
Es la clave.
¿Cómo definiría usted
la victoria, cuál es el objetivo final?
Yo no hablaría de victoria, planteada así. No esperamos
obtener un éxito militar mayor al que logramos en Bosnia, es decir, suficiente
para implantar las nuevas estructuras políticas y económicas con ayuda de la
comunidad internacional.
El éxito, entonces...
Tendremos éxito el día que Afganistán pueda
hacerse cargo de sus propios asuntos políticos, económicos, sociales y de
seguridad.
¿Cómo va la formación
de soldados y policías?
Aún es pronto para evaluarla, pero no hay duda de
que si no podemos formarlos para que nos sustituyan nuestra estrategia
fracasará, no tendrá éxito.
Más tiempo llevará aún
reconstruir el tejido social.
Efectivamente. No hay y no debe haber una fecha de
caducidad al compromiso internacional de ayudar al desarrollo de Afganistán. No
cometeremos el error de 1989, cuando nos fuimos tras la derrota de la Unión
Soviética.
¿Por cuánto tiempo
deberá prolongarse esta ayuda?
Por mucho.
¿Bajo paraguas de la
OTAN o de la ONU?
De la OTAN. No creo que la ONU pueda hacerlo.
Las ayudas deben ser
también para Pakistán.
Es fundamental. Pakistán necesita agua y energía,
además de escuelas, hospitales y carreteras. Es un país en graves dificultades.
Karachi, con 18 millones de habitantes, la más grande del mundo musulmán, no
tiene suficiente electricidad. EE. UU. ha aumentado la ayuda y la UE debería
hacer lo mismo. Insisto en que sin ayudar a Pakistán no se podrá hacer nada en
Afganistán.
**Complicidad seguratas-talibanes
Tras varios incidentes que refuerzan las sospechas, EE. UU. está investigando
si las compañías privadas de mercenarios afganos contratadas para proteger
convoyes de la OTAN están compinchadas con los talibanes: a veces les pagan
para que no ataquen y, otras, para que simulen ataques que refuercen la
necesidad de ser contratados.
La Vanguardia (España)
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