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25/02/2010 | Dudosa unidad en Cancún

Eduardo Ulibarri

Si algo puso de manifiesto la cumbre conjunta del Grupo de Río y la Comunidad del Caribe (Caricom), que concluyó el martes en Cancún, es la enorme distancia que existe entre realidad y retórica en nuestro hemisferio.

 

La actividad, denominada Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, acordó crear un nuevo organismo que sirva como punto de encuentro permanente entre los gobiernos de América, con excepción de Estados Unidos y Canadá. Es decir, la apuesta al panamericanismo bolivariano nunca cumplido.

Pero, a la vez, puso de manifiesto las enormes diferencias que existen sobre el real significado de la democracia, el respeto al estado de derecho, la manera de abordar los desafíos del desarrollo y la conducción de las relaciones entre vecinos. En este caso, la realidad de las discrepancias inevitables y crecientes.

El clímax fue el virulento enfrentamiento verbal entre los presidentes de Colombia, Alvaro Uribe, y Venezuela, Hugo Chávez. Pero la disparidad en visiones y objetivos es mucho más extendida. Sus implicaciones no pueden ser obviadas por la retórica.

La cumbre constituyó uno de los más ambiciosos proyectos diplomáticos hemisféricos en años: un multitudinario happening con los mandatarios, o sus representantes, de los 15 países miembros del Caricom y los 22 del Grupo de Río, entre ellos Cuba. El único excluido fue Honduras, por decisión de los anfitriones y presión de otros miembros.

Para México fue una oportunidad dorada de ``recargar'' su liderazgo diplomático continental, en particular sus nexos con el Caribe. También aprovechó la ocasión para contrarrestar la influencia de Venezuela en esa zona, y para balancear el peso creciente de Brasil en América Latina.

Por su complejidad, organizar el encuentro también constituyó un éxito mexicano.

Nada de lo anterior es despreciable, sobre todo para los anfitriones. Sin embargo, la gran interrogante que se abre es cuál será el futuro de lo que, desde el punto de vista retórico, constituyó la decisión más relevante: la constitución del nuevo organismo.

Una cosa es el acuerdo, tomado por aclamación; otra, los detalles de su funcionamiento, de los cuales dependerán, finalmente, su éxito o fracaso y su impacto sobre el hemisferio.

Entre los temas por definir, además del nombre, están su naturaleza, sus ámbitos de acción, a qué entidades sustituirá, cuál será su naturaleza jurídica, cuáles los procedimientos de afiliación o retiro, y cómo se vinculará con la pléyade de entidades ya existentes, a escala regional o subregional. Particular importancia tiene la Organización de Estados Americanos (OEA), imposible de desconocer por decisiones de los ejecutivos.

Pero lo más importante para el futuro de América Latina y el Caribe será si el nuevo organismo se orientará por caminos de sensatez, realismo y pragmatismo, con una apuesta gradual a la pretendida ``unidad'', o si se precipitará en la grandiosidad retórica, el maximalismo y el populismo.

Aunque los grados y matices de las diferencias son múltiples, en la cumbre se manifestaron dos actitudes centrales: de un lado, los países con gobiernos más sensatos, como Chile, Colombia, Costa Rica, México, Panamá, Perú y varios de los caribeños; por otro, el eje del Alba, encabezado por Venezuela y coreado, principalmente, por Bolivia, Cuba y Nicaragua, con un ambiguo respaldo brasileño.

l objetivo central de Chávez y sus aliados más duros es la confrontación con Estados Unidos. Para ellos, cualquier otro propósito debe subordinarse al objetivo del conflicto.

La mayoría de los gobiernos parece encaminada a buscar opciones de cooperación, no de choque; de colaboración puntual, no de objetivos extremos. La gran pregunta es en qué medida lograrán prevalecer.

A su favor juega que, a partir de ahora, y durante un año, el liderazgo rotativo del Grupo de Río lo tendrá Chile, y su próximo presidente, Sebastián Piñera, está muy lejos de las veleidades chavistas. Pero no se pueden desdeñar la insistencia, prepotencia y petrodólares de Chávez. Tampoco, que la próxima cumbre será en Caracas, el peor escenario para la sensatez.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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