A veces se critica al cristianismo aduciendo en su contra elementos que realmente eran y son ajenos a él, o se adjudica erróneamente a ideologías, que resultaron profundamente antihumanas, la inserción en la sociedad de principios que son profundamente cristianos. Por eso, para establecer juicios justos hay que saber discernir entre lo condicionado por los tiempos o por otras herencias culturales, como el feudalismo o el emperador, y lo imperecedero propiamente cristiano, como el pensamiento jurídico en forma de derechos y deberes, la dignidad de la persona, la conciencia de la responsabilidad personal, el amor al prójimo o la idea de orden establecido en función del bien común.

Hay un rasgo esencial que distingue la cultura occidental hasta el Renacimiento de la Cultura Occidental después de la Primera Guerra Mundial. Hasta el Renacimiento, Occidente se presentaba como una unidad que se enfrentaba con el mundo pagano, sólo al final se dejó sentir la tensión interna entre Roma y Bizancio. Actualmente, Occidente es escenario de una tensión interna, donde la religión cristiana es la piedra de choque. Así, cada vez más, la cultura occidental se presenta en dos perspectivas: o con la Iglesia o contra la Iglesia, o un Occidente que respete lo cristiano o un Occidente que lo aniquile.

La solución está en el respeto mutuo, en el aprender a convivir en la pluralidad, sin complejos y sin engaños. Para los cristianos, se presenta de nuevo el reto de propagar la fe a través de uno nuevo testimonio de ella, como en los primeros años de la era cristiana, de ser más coherente que nunca con lo que se profesa, de esparcir la caridad de Cristo por el mundo, pero también de dialogar sin temores. El mismo debate sobre el origen cristiano de la cultura occidental forma parte de este diálogo cultural que esperamos sea fructífero para ambos y no fuente de violencias y rencores.

El mandato de Cristo de ir y predicar (Cf. Mt 28,18-20) no implica crear una cultura determinada. De la fe cristiana pueden nacer muchas culturas, según las circunstancias históricas. Por eso Occidente no es igual que cristianismo. Occidente no es la cristiandad, ni se identifica con la cultura cristiana; el cristianismo ha sido y es sólo como su alma. Además, la historia nos ha mostrado cómo el espíritu cristiano ha dado origen a algunas formas de cultura que más tarde perdieron su alma cristiana e incluso se mezclaron con viejas tradiciones paganas rescatadas.

Para los cristianos, Occidente, como cualquier sociedad, se convierte en campo de misión para anunciar a Cristo no como un fenómeno cultural, sino como Aquel que nos salva, y esto, como toda actividad humana, tiene unas claras implicaciones culturales.