Según esta información, en 2009 se decomisaron más de 300 instrumentos de tortura: navajas, astillas, engrapadoras, sierras, embudos, martillos, mazos, pinzas, ácidos, bates, picahielos y hasta sal en grano para las heridas.
Y se detalla que, en un operativo militar realizado en el municipio de Camargo, Tamaulipas, el 13 de abril de 2010, se localizó una bodega de Los Zetas con “seis tablas de tortura”, en las que se colocaba a las víctimas para azotarlas o desgarrarles la piel.
Las fuentes castrenses señalaron que Los Zetas y los Beltrán Leyva son las organizaciones delictivas que más recurren a la tortura. Lo mismo que La Familia michoacana y La Línea, sólo que éstas añaden el tiro de gracia.
Y agrega Cunjama:
“Los instrumentos de tortura hallados en los decomisos son evidencias de que, en lo interno, las organizaciones criminales tienen una división del trabajo muy marcada, como cualquier empresa. Tienen personal dedicado exclusivamente a torturar y, digamos, un departamento o área de tortura.
“Así trabajen en un cártel, no todas las personas son capaces de dedicarse a esta actividad tan cruel. El torturador necesita tener un perfil muy especial. Un requisito indispensable es que debe carecer de todo sentimiento de culpa, para que así pueda sacarle los ojos a una persona o descuartizar a un niño. Esta característica es importantísima.”
El criminólogo menciona a Teodoro García, El Teo, y a Santiago Meza, El Pozolero, como algunos narcos capturados que confiesan haberse dedicado a estas actividades específicas.
“Desde el punto de vista académico, la figura de El Pozolero es muy controversial, pues su actividad era desaparecer cadáveres, lo mismo que hace un cremador en cualquier agencia funeraria. Es la misma función. Sólo que este hombre era un eslabón de una cadena criminal que opera fuera de la ley; por eso nos resulta tan monstruoso”, comenta Cunjama.
Capturado en 2009, El Pozolero trabajaba para el cártel de Tijuana. Su función era “cocinar” los cadáveres de los adversarios, metiéndolos en recipientes con ácido y sosa cáustica.
Mientras que a El Teo –detenido el año pasado y quien servía al mismo cártel– se le atribuyen más de 300 ejecuciones, precedidas por largas sesiones de tortura.
Un caso muy sonado es el de El Ponchis, un niño de 14 años del Cártel del Pacífico Sur que se dedicaba a torturar y asesinar. Por internet llegaron a circular fotografías suyas en las que aparecía degollando a sus víctimas o portando rifles de alto poder.
La historiadora Evelyn Valle insiste en que las prácticas sanguinarias de estos torturadores –los degüellos de El Ponchis y la desintegración con líquido que llevaba a cabo El Pozolero– son muy viejas.
“El narcotráfico está incorporando métodos ya utilizados anteriormente. Está repitiendo las mismas actividades para dar tormento y muerte. Sólo que ahora, por ejemplo, practica el degüello con instrumentos más simples”, dice.
La especialista deambula por los oscuros recintos de lo que fue el Palacio de la Inquisición. Eran las mazmorras donde se confinaba a los herejes en la época colonial. Hoy, ahí se exhibe Cárceles de la Inquisición; procesos y tormentos, una amplia muestra de los instrumentos de tortura utilizados por la Iglesia novohispana en ese mismo sitio: el cepo, el potro, el garrote, el péndulo, tenazas para quitar la piel, látigos, horquillas…
Valle se detiene ante una tosca silla de madera, cuyo respaldo es un asta con un collarín de acero, el cual se abre o se cierra al mover un torniquete. Explica al reportero:
“Este es el famoso ‘garrote’. El cuello de la víctima se metía al collarín que, al irse cerrando, ocasionaba la muerte. Una variante era ‘La catalana’, en la que del collarín salía poco a poco una punta metálica que provocaba el degüello.
“Se censura mucho a las sociedades de entonces por recurrir a estas crueldades. Pero en la actualidad estamos repitiendo sus mismos métodos e incorporando otros nuevos. El narcotráfico volvió a sacar nuestro lado salvaje.”
Indica que la vieja práctica de la lapidación se manifiesta hoy con los llamados “entambados en cemento”; consiste en meter a la víctima –colocada de pie– en un tambo, para luego rellenarlo con cemento fresco que, al petrificarse, inmoviliza totalmente al torturado hasta provocarle la muerte por sed o inanición.
Prácticas inefables
En noviembre de 2007, en una playa cercana a Acapulco, Playa Olvidada, la policía guerrerense y la Armada de México encontraron los cadáveres de dos entambados en cemento, una práctica que se ha extendido a otros puntos del país.
A los tambos también se acostumbra llenarlos de agua y meter en ellos a las víctimas, provocándoles la muerte por ahogo. “Son las muertes con agua, que han sido muy comunes y variadas, ya que pueden practicarse con muchos instrumentos, como embudos puestos en la boca de los torturados”, indica Valle.
Y precisa que el desollamiento de personas vivas es otra vieja tortura que, en México, resurge con toda su crueldad. En enero de 2010, por ejemplo, ocurrió un caso macabro; con el rostro desollado de una víctima se cubrió un balón de fútbol: era una esférica y siniestra máscara de piel humana que podía rodar.
Uno de los desollamientos más recientes se perpetró en abril pasado, en Tepic, Nayarit; recargado en los barrotes de un puente se encontró el cadáver de un despellejado al que le cortaron las manos.
Valle y Cunjama coinciden en que hasta el momento no se han detectado prácticas de canibalismo entre los cárteles, que representarían un retorno más radical al México bárbaro.
“El caso más reciente que se acerca al canibalismo es el de El Caníbal de la Guerrero. Pero fue un caso aislado y muy al margen del narcotráfico. Por su parte, El Pozolero provocó que nuestro humor negro jugueteara con la antropofagia. Pero él realmente no hacía pozole para comer. ¡Vaya! ni siquiera era pozole”, comenta Cunjama.
–¿Esta violencia es un resabio proveniente de los sacrificios humanos del pasado prehispánico?
–¡No! Aquellas torturas y sacrificios tenían una finalidad muy distinta; se ofrecían a los dioses. De entonces a la fecha se interpone un periodo de cinco siglos de civilización occidental y católica. ¡Nada qué ver!
Cunjama indica que, a través de las narcomantas y el internet, el crimen organizado está difundiendo sus métodos de tortura:
“Es una violencia muy visible y novedosa, que además están reproduciendo y explotando los medios de comunicación, porque se dieron cuenta del atractivo morboso que despiertan los cuerpos destazados y mutilados… La tortura se convirtió en un redituable bien de consumo.”
–¿Qué utilidad tiene investigar los métodos de tortura del narcotráfico?
–Saber frente a qué estamos, conocer cómo se está dando este extendido fenómeno criminal. Después le damos una explicación. Con base en nuestras investigaciones, a la parte política le tocará frenar esta imparable ola de violencia que está sacudiendo a nuestro sistema moral, social y psicológico. Todos nuestros valores se están viniendo abajo, ¡todos!