Aquellos que han tenido oportunidad de viajar a algún país desarrollado habrán podido atestiguar el enorme consumo energético de estas naciones, pues pese a que las condiciones del clima no son extremas todos los meses del año, casi todos los edificios públicos y condominios privados cuentan con sistemas activos de calefacción o enfriamiento del aire y del agua durante todo el año, es conocido que existe una mayor cantidad de vehículos por número de habitantes, la automatización de los servicios en casas y oficinas conllevan permanentemente a un mayor consumo de energía eléctrica, etcétera.

Los países en vías de desarrollo, en cambio, no siempre cuentan con ese nivel de infraestructura urbana o con ese parque vehicular; sin embargo, su consumo energético es aún más ineficiente, toda vez que gasta más energía per cápita para producir menos ingreso per cápita. Además de que se utilizan —con mayor frecuencia— tecnologías de producción de energía altamente contaminantes como la quema del carbón.

Un ejemplo: Nueva Zelanda se ha impuesto como meta alcanzar en pocas décadas que 90% de la electricidad que consume su país se genere con fuentes renovables de energía. Por el contrario, en México 42% de la electricidad es generada a través de hidrocarburos, cerca de 8% con la quema de carbón y sólo 11.4%, 3.24% y 0.109% de la electricidad se genera con energía hidráulica, geotérmica y eólica, respectivamente.

Consideremos, además, el hecho de que nuestras reservas probadas de petróleo, aquellas que pueden ser realmente explotadas hoy en día, sólo alcanzan para los próximos 10 ó 15 años al ritmo de producción actual, lo que podría impactar ampliamente el gasto gubernamental, ya que los ingresos petroleros representan alrededor de 34% del presupuesto público federal.

Para que nuestro país pueda seguir siendo un exportador neto de crudo y autosuficiente en combustibles, requiere hacer cuantiosas inversiones en exploración, refinación y producción durante los próximos años; de lo contrario, en muy poco tiempo estaremos comprando casi la totalidad de nuestros combustibles al extranjero.

Si deseamos tener futuro como nación, requerimos una reforma energética de carácter integral. No obstante, el modelo de política energética de ninguna manera deberá buscar asimilarse al existente en los países desarrollados, en donde no sólo cuenta la alta capacidad de producción energética sino también un consumo insostenible a largo plazo.

Lo que requerimos es impulsar toda clase de energías alternativas y renovables que en mediano o largo plazo puedan proveernos de energía suficiente para crecer como país. Ello implicará innovar, por ejemplo, en materia de construcción, logrando que las casas habitación y los edificios puedan mantener ciertos rangos de temperatura al interior, sin depender de los sistemas de calefacción o aire acondicionado. Requerimos un transporte público más eficiente y menos contaminante, requerimos reforzar los programas de ahorro de energía.

Pero indudablemente necesitamos una reforma energética integral para involucrar más a todos los sectores del país en la planeación y producción de la energía que requiere nuestra nación en los próximos años, a fin de que los mexicanos puedan tener mayores oportunidades de ingreso con un consumo energético razonable y sustentable.

Presidente nacional del PVEM