Como bien sabemos, la quema de estos combustibles es responsable de las emisiones que están ocasionando el cambio climático, pero durante la extracción y consumo también se ocasionan daños ambientales irreversibles al mar.
Apenas el pasado 22 de abril se hundió la plataforma petrolera Deepwater Horizon de la empresa Transocean, ubicada en el golfo de México. Dicha instalación explotó y se incendió mientras perforaba un pozo a mil 525 metros de profundidad. Desde entonces hasta la fecha en la que se escribe este artículo, el pozo de petróleo abierto en el fondo del mar ha estado derramando alrededor de 190 mil litros de crudo por día al océano. La fuga petróleo ha creado una mancha circular en el mar que cubre un área de alrededor de 74 mil 70 kilómetros cuadrados, aproximadamente la superficie del estado de Michoacán.
De acuerdo con la bióloga María Guadalupe Lomelí y el ingeniero químico Ramón Tamayo, ambos investigadores de la UNAM, este tipo de grandes accidentes reciben mucha publicidad pero son mucho más frecuentes en pequeña escala. Durante los primeros diez meses de 1990 ocurrieron derrames de petróleo crudo por más de 128 millones de litros, cifra muy superior a lo vertido al mar en la década anterior, que fue de 105 millones de litros.
Además, para algunos investigadores el 50% del petróleo que llega a los mares y los océanos, no es producto de accidentes de buques-tanque o fugas de plataformas petroleras, sino que proviene de tierra firme al ser arrojado al suelo por las personas en las ciudades y en zonas industriales, que luego son arrastrados por las corrientes fluviales hasta terminar en los océanos. El petróleo derramado en el mar proviene también de los desechos de millones de barcos que recorren todos los días los mares, pues se calcula que alrededor de mil 500 millones de toneladas al año son transportadas a través de los mares y que en el proceso de carga y descarga se pierde el 1% de ese petróleo.
La formación de una película impermeable sobre el agua en las zonas de derrame de petróleo obstruye el intercambio de oxígeno y CO2 y desvía los rayos luminosos que aprovecha el plancton para llevar a cabo el proceso de fotosíntesis. Además, estas capas sumamente viscosas de combustible cubren la piel y las branquias de los animales acuáticos, provocándoles la muerte por asfixia; cubre también las plumas de las aves y la piel de mamíferos marinos como las tortugas, ballenas, focas y nutrias de mar, afectando el aislamiento térmico natural de los animales y su capacidad para flotar, por lo cual mueren de frío o porque se hunden y ahogan.
Los componentes más pesados del petróleo se hunden hasta el fondo de lecho marino, matando organismos que habitan en las profundidades como los cangrejos, ostras, mejillones y almejas. De hecho, los ecosistemas marinos contaminados por petróleo refinado, requieren entre diez años o más para su recuperación. Finalmente, la contaminación de las playas por petróleo también es causa de serios problemas económicos a los habitantes de las costas, toda vez que se pierden ingresos por la actividad pesquera y la turística.
Por todas estas razones, sorprende la cándida expresión de la Secretaría de Medio Ambiente en México, al decir que el derrame más reciente en el golfo de México no era una amenaza para nuestro país, pues las corrientes marinas están llevando la mancha de petróleo a las costas norteamericanas, no a las costas mexicanas del golfo de México.
**Presidente del PVEM- Partido Verde Ecologista de México