Este año se recuerdan 50 años del levantamiento de los tibetanos ante la brutal represión de la China de Mao Zedong donde murieron 87.000 personas, 6.000 monasterios fueron saqueados, y opositores fueron enviados a cárceles con cadenas perpetuas y a campos de trabajo.

A raíz de aquello, su líder político y religioso Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama, se exilió en India. Desde entonces, no han cesado sus esfuerzos en reclamar la libertad religiosa y política para el Tíbet.

La ocupación del Tíbet ha sido muy conocida por la figura carismática y pacifista del Dalai Lama y por el gran apoyo internacional con que cuenta. Incluso gano el Premio Nobel de la Paz.

El Dalai Lama pide la autonomía y la libertad religiosa y cultural ancestral del Tíbet, y dice que la región les pertenece a los tibetanos desde el siglo XIII, época de la dinastía Yun.

Para los tibetanos, que obtuvieron una independencia de facto tras la caída del último emperador Pu Yi en 1911, su territorio fue invadido con el fin de terminar con su cultura. Hasta antes del ataque se decía que vivían en Shangri-La, un mundo paradisíaco similar al escrito en la novela Horizontes perdidos del escritor Hilton, que sigue fascinando al mundo.

El líder tibetano presentó en 1987 ante el Congreso de EEUU un “Plan de paz de cinco puntos” y en 1987 en Estrasburgo “Nuevas sugerencias de siete puntos”. En ambos solicitaba que el Tíbet se convierta en una zona de paz y sigue con la lucha por medios no violentos. Pero, para los chinos, el Dalai Lama exige la independencia y busca el separatismo.

Para los chinos fue una manera de terminar con el régimen teocrático y feudal donde utilizaban a los campesinos como siervos así como sus tierras. Según ellos, con la ocupación pudieron liberar a 1 millón de esclavos. El Libro Blanco dice: “estos 50 años han permitido al Tíbet avanzar del atraso al progreso, de la pobreza a la abundancia, de la autocracia a la democracia”. Respecto al desarrollo, los tibetanos señalan que quienes manejan la economía son los chinos y el grupo étnico “Han” y que ellos son discriminados en su propio territorio.

China continúa con la represión. Según Amnistía Internacional: “esta incluye detenciones arbitrarias, arrestos arbitrarios, detención y prisión de manifestantes pacíficos y otros presos de conciencia, tortura, maltrato, violaciones a la libertad de expresión, asociación y reunión y el derecho del pueblo tibetano a mantener su cultura, su lenguaje y su religión. Hoy, ni turistas ni la prensa extranjera tienen ingreso al territorio.

La pregunta es, qué sucederá después del fallecimiento del Dalai Lama, de 73 años. A pesar de su apoyo mundial, China se niega a negociar y lo seguirá haciendo ya que la ocupación fue parte de su política comunista. Es un país con un régimen dictatorial, económicamente poderoso que no cederá su dominio colonizador sobre el Tíbet.

El Tíbet jamás volverá a ser Shangri-La.