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13/10/2005 | Alimentando a los hambrientos de un estado fracasado

Doug Bandow

Aparentemente, los habitantes de Corea del Norte nuevamente se están muriendo de hambre. EE.UU. ofrece asistencia con 50,000 toneladas de alimentos, pero el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) espera conseguir mucho más. En el caso de Corea del Norte, sin embargo, probablemente menos sea mejor.

 

La así denominada República Democrática Popular de Corea (RDPC) puede encontrarse en cualquier lista que enumere las peores tiranías del mundo. El régimen Stalinista constituyó un horror con respecto a los derechos humanos, no supo administrar la economía, desvió recursos valiosos hacia un programa de armas militares y nucleares sobredimensionado, y permitió que cientos de miles o hasta tal vez millones de personas murieran de hambre durante la última década.

Es díficil mantenerse al margen cuando la gente se muere de hambre. Anthony Banbury, Director de Asia de PMA, teme que inlcuso después de la donación de EE.UU., “si no se reciben nuevas donaciones, el 80% de los 6.5 millones de personas que estamos tratrando de asistir no recibirán ayuda y se encontrarán en una situación desesperante”.

Lamentablemente, ceder ante la tentación de ayudar solo fortalecería el régimen de Kim Jong-il y como consecuencia, prolongaría el sufrimiento del pueblo de Corea del Norte.

Corea del Norte es un verdadero estado totalitario, tal vez el más parecido al de 1984 de George Orwell. Amnistía Internacional enumera una letanía de violaciones de los derechos humanos más básicos: tortura, ejecuciones, hambre, prisiones degradantes, prensa controlada.

Pyongyang también sigue la línea de la Unión Soviética de Stalin y de la China de Mao al imponer una dictadura política a través de la policía secreta y los campos penales. Norbert Vollersten, un médico que pasó 18 meses en Corea del Norte, escribió sobre “las ejecuciones en masa, la tortura, las violaciones, los asesinatos, y otros crímenes en contra de la humanidad” que se llevan a cabo en las prisiones de Corea del Norte. Más escalofriantes son los informes, no verificados pero creíbles, del uso de prisioneros para pruebas con armas químicas y biológicas.

¿Cómo puede ser que un país tan pequeño encarcele a tanta gente? Es fácil si casi todo es un delito. Un reciente informe del Comité por los Derechos Humanos en Corea del Norte de EE.UU. explica que “cómo en los tiempos de Stalin, los habitantes de Corea del Norte son arrestados por delitos absurdos, como leer un periódico extranjero, cantar una canción popular de Corea del Sur, o ‘insultar a las autoridades’ de la dirigencia de Corea del Norte”.

El sistema siempre ha sido asesino. Pero la condición de los prisioneros ha empeorado infinitamente con el colapso económico.

Además, el hambre ha generado nuevas instalaciones para detener y escarmentar a aquellos que intenten huir del país.

De cualquier manera, es díficil, incluso para el régimen más repulsivo, seguir adelante cuando tanta gente quiere irse. China debería avergonzarse de detener refugiados desesperados y entregarlos a Corea del Norte.

El gobierno chino también permite que Corea del Norte opere fuerzas de seguridad dentro de China. Se cree que estas fuerzas secuestraron a Kim Dong-shik, un ministro de Corea del Sur que intentaba ayudar a refugiados de Corea del Norte en el año 2000.

Corea del Sur también tiende a desalentar a las personas que desean escaparse de la RDPC, pero por otras razones. Una combinación de temor a la acción militar por parte de Corea del Norte y un sentido de camaradería étnica hicieron que Seúl implementara políticas que tiendan a un aplacamiento de Pyongyang.

Una extrema sensibilidad a las visiones de la RDPC es evidente hoy en los esfuerzos de Seúl para desalentar a los refugiados de Corea del Norte. El año pasado, 1,900 refugiados de Corea del Norte lograron llegar a la República de Corea. Pero Seúl aparentemente cree que es demasiado. En 2005, hasta el mes de abril solo habían llegado 130 refugiados.

Corea del Sur ha reducido considerablemente la ayuda a los refugiados que llegaron recientemente. También ha intentado controlar a los activistas que organizan protestas e impedir que potenciales refugiados logren entrar por la fuerza a misiones diplomáticas de la República de Corea.

Además, anunció Chung Dong-young, el Ministro de Unificación de Corea del Sur, que “el gobierno se opone claramente a protestas organizadas. Para la gente del Norte, vivir en el Norte con sus familias es necesario tanto para los individuos como para la co-existencia y la co-prosperidad”. El Vice-Ministro de Unificación, Rhee Bong-jo agregó que el gobierno está reforzando los procedimientos de investigación para “lograr un efecto disuasivo”.

Aunque no existe razón por la cual el Sur se desvie de su camino y sea hostil a Pyongyang, no debe desentenderse de cuestiones de derechos humanos. Sin embargo, la República de Corea se abstuvo durante tres años seguidos cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas, un foco partidario cuestionable de derechos humanos, aprobó una resolución en el 2003 expresando “su profunda preocupación por los informes de graves violaciones sistemáticas a los derechos humanos” en el Norte.

Pero Corea del Sur hace más que ignorar a los refugiados. Durante los últimos cuatro años Norbert Vollertsen hizo campaña en contra de Pyongyang y ayudó a refugiados de Corea del Norte. Su obra ha avergonzado tanto a Corea del Sur como a Corea del Norte. Por lo tanto, Seúl lo mandó a casa en junio, argumentando que sus “actividades políticas” violaban su visa de turista. EE.UU. ha presionado a China para que cambie su política.

Sin embargo, algunos funcionarios que critican la situación, como el Senador Sam Brownback, (Republicano-Kansas), autor de la Ley de Derechos Humanos de Corea del Norte (NKHRA, por sus siglas en inglés), no creen que el Departamento de Estado haya hecho suficiente. Pero la influencia de EE.UU. sigue siendo limitada, a pesar de su condición de potencia. Tratar con Pekin es particularmente difícil, ya que Washington también busca que China lo ayude a disuadir a Corea del Norte de desarrollar armas nucleares, reducir las exportaciones textiles, y más.

Sin embargo, Washington, podría hacer más que recibir a refugiados que escapan del infierno de Corea del Norte. Hasta el momento, EE.UU. ha sido inusualmente reticente a aceptar refugiados de Corea del Norte. Se ha otorgado el estatus de asilado solamente a 9 refugiados desde el año 2002.

EE.UU. no debe preocuparse por verse inundado de refugiados: la mayoría de los habitantes de Corea del Norte naturalmente prefieren vivir en Corea del Sur. Además, llegar a América del Norte es una gran hazaña. De hecho, solamente 100 habitantes de Corea del Norte lograron llegar a EE.UU. luego de que se aprobara la NKHRA el año pasado.

Pero ninguno ha logrado el estatus de asilado político. Un individuo, Ju Young-hak, pasó tres noches fuera del Departamento de Estado. Las regulaciones de EE.UU. no favorecen a refugiados que fueron primero a un tercer país, como Corea del Sur. Por eso, informa el Departamento de Estado, se están considerando nuevos procedimientos que “permitirían que EE.UU. aceptara refugiados de Corea del Norte que tienen razones convincentes para establecerse en EE.UU. en vez de en Corea del Sur u otro país”.

¿Pero por qué no aceptar a cualquier habitante de Corea del Norte que quiera venir a EE.UU. por la simple razón de que es un país libre y próspero? Parecería ser razón suficiente. Nick Eberstadt del American Enterprise Institute, escribió: “A pesar de las dificultades, Corea del Sur se convirtió en el país más libre de la península. Ahora su tarea es extender esa libertad hacia el Norte, aunque signifique un refugiado a la vez”. Si la República de Corea no lo hace, entonces debería hacerlo EE.UU.

No es fácil desarrollar políticas públicas adecuadas para Corea del Norte. La principal meta de EE.UU. sigue siendo disuadir al Norte de su trayecto nuclear. Por esa razón, vale la pena proveer algo de ayuda como parte de un desmantelamiento verificable del programa de armas nucleares de Corea del Norte. En ese caso, la ayuda no debería ser prestada con la condición de una mejora en los derechos humanos, pese a cuánto lo deseáramos.

Sin embargo, EE.UU. debe dedicarse a ayudar a los habitantes de Corea del Norte en vez de al gobierno. Al principio de este año, el Ministro de Reunificación de la República de Corea, Chung, básicamente se disculpó ante el Norte por el hecho de que sus habitantes se atrevían a buscar la libertad en el Sur: “Corea del Norte considera el asunto de los refugiados como una amenaza a su régimen”, pero “destruir al Norte no es nuestra política”.

Esto es un quiebre moral y práctico. EE.UU. y sus aliados deberían destruir el sistema totalitario de Corea del Norte. No por medio de la violencia, ya que el costo de cualquier guerra sería muy alto. Pero claramente no deberían apoyar el régimen de Kim Jong-il.

Traducido por Marina Kienast para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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