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07/04/2005 | EE.UU: Utilizando Nuestro Ejército Para Intereses De Otros

Doug Bandow

El presidente Bush podría desear la liberación de naciones extranjeras, no obstante, la mayoría de los estadounidenses creen que su prioridad debería ser la situación en Irak. Cuánto tiempo permanezcamos en Irak debe ser decidido sobre la base de intereses estadounidenses, no iraquíes.

 

Una razón por la cual el ejército estadounidense está gravemente desplegado es porque Washington continúa manteniendo guarniciones alrededor del mundo. Acuerdos tradicionales con Asia y Europa han sido suplementados con intervenciones esporádicas en otras partes, incluyendo la actual ocupación en Irak.

EE.UU. debe defender a los países extranjeros y establecer sus tropas en el extranjero de acuerdo a su propio interés, no de acuerdo a los intereses de otros países. Lamentablemente, los analistas y los responsables de formular las políticas estadounidenses, a menudo ignoran este principio fundamental. Por ejemplo, Frederick Barton, Bathsheba Crocker y Craig Cohen del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos proponen permitirles “a los propios iraquíes” votar sobre la continuación de la permanencia militar estadounidense.

Estaría bien si los iraquíes decidieran votar para que los estadounidenses se retiren. Pero si ellos deciden lo contrario, esto no ofrece ninguna razón por la cual EE.UU. deba permanecer. Washington debe soportar el costo y el riesgo de la vida de sus soldados únicamente si al hacerlo está sirviendo los intereses de EE.UU., independientemente de lo que los Iraquíes opinen.

Es un error común. Oficiales estadounidenses han dicho en repetidas ocasiones que Washington planea permanecer en Corea del Sur por cuanto tiempo así lo deseen los surcoreanos.

Pero, la República de Corea está capacitada para defenderse por sí misma. Que ellos prefieran ahorrar dinero al depender de EE.UU. no es una justificación para garantizar la seguridad norteamericana.

De hecho, otras naciones y personas rutinariamente esperan que EE.UU. sirva sus intereses. El año pasado, cuando la administración anunció su intención de retirar dos divisiones de tropas armadas de Alemania, los ciudadanos de los pueblos donde se encontraban las tropas se quejaron.

Digamos que una invasión Rusa no era lo que les preocupaba. Más bien, temían perder los ingresos financieros que los soldados estadounidense les aportaban.

Hace dos años, los islandeses se quejaron cuando Washington decidió cerrar su base aérea en Keflavik. Razonablemente Washington señaló que ya no existía una amenaza soviética para Islandia, por lo que ni siquiera era necesario disponer de un ejército.

No obstante, el embajador de Islandia para EE.UU., el señor Helgi Agustsson advirtió: “El 11 de septiembre no debió de suceder tampoco. Un enemigo siempre busca los vínculos más débiles”. El Primer Ministro David Oddsson dijó de mala manera que buques navales no serían bien recibidos si los Estados Unidos retira sus aviones F-15.

Cuando la violencia estalló en Timor Oriental, en aquel entonces ocupado por Indonesia en 1999, manifestantes se aglomeraron frente a la embajada estadounidense en Portugal—Timor Oriental estuvo por un tiempo bajo su dominio—demandando la intervención de Washington. No importó que Portugal haya contribuido a la crisis y haya fracasado en crear un ejército capaz de reaccionar.

De la misma manera presuntuosa, pero por razones más comprensibles reaccionaron los liberianos en el verano de 2003. Habían sufrido décadas de conflictos y guerras civiles.

Como Liberia fue colonizada por esclavos norteamericanos liberados, la nación de África Occidental fue considerada como cliente de Washington. Hace dos décadas, un reporte del Senado concluyó de esta manera: “Es valido decir que ante los ojos de otras naciones africanas y gobiernos del occidente, el bienestar de Liberia es responsabilidad de EE.UU.”.

Obviamente los liberianos se sentían de la misma manera. Durante una manifestación en la capital de Monrovia, una pancarta leía así: “Tío Sam debe llegar cuanto antes”. Doug Collier, un funcionario de asistencia dijo que los liberianos le preguntaban, “Por qué EE.UU. no llega a salvarnos?”

A pesar que Nigeria envió tropas, la acción no fue vista como suficiente.

Un refugiado expresó: “simpatizamos con los nigerianos, pero queremos que norteamericanos e ingleses les ayuden y que garanticen la estabilidad de nuestro país”.

Es posible comprender porqué los liberianos deseaban la ayuda estadounidense. Pero las tropas estadounidenses no son el peón que debe ser movido arbitrariamente por el mundo en el juego de ajedrez de otros países.

Este tema confunde incluso a los aliados más cercanos de Washington. El presidente de Corea del Sur Roh Moo-hyun se queja: “Hasta ahora, cualquier cambio en la medida de la fuerzas de las tropas estadounidenses ha sido determinado por EE.UU. de acuerdo a sus consideraciones estratégicas, sin el consentimiento de Corea del Sur”.

¿Sobre qué, considera él, debe basarse el desplazamiento estadounidense? ¿Sobre la consideración estratégica de Corea del Sur?

Llevar la estabilidad y democracia a Irak no es cualquier tarea. EE.UU. no puede permanecer si su presencia no es querida. Un deseo iraquí de que las tropas permanezcan no es causa para mantenerlas ahí.

Más allá de esto, el hecho que los surcoreanos quieran ser defendidos o que los alemanes gocen de los beneficios de los gastos por parte de las tropas estadounidenses es irrelevante para la política de EE.UU. El desplazamiento de las fuerzas estadounidense debe ser regido por los intereses estratégicos de EE.UU.

Los Estados Unidos es un país poderoso y benévolo. No obstante, su ejército no debería ser utilizado para hacer cumplir los deseos de otros. Solamente la protección de los intereses estadounidenses justifica el sacrificio de vidas estadounidenses.

Doug Bandow es Académico Titular del Cato Institute.

Traducido por Ericka Briceño para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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