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26/04/2014 | El informante vs. Mugabe en la ONU

Doug Bandow

Robert Mugabe de Zimbabue es un líder autoritario y corrupto. Las Naciones Unidas es una organización derrochadora e ineficiente que tolera autoritarios y corruptos. Desafortunadamente, los dos juntos no componen una música agradable.

 

Pero no todos en la ONU son corruptos. Un héroe es Georges Tadonki, un camerunés que durante un tiempo dirigió la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) en Zimbabue. Los otros tres héroes son los jueces en un Tribunal de Disputas de la ONU, quienes el año pasado fallaron a favor de Tadonki en una demanda en contra de la distinguida organización internacional.

Pronto sabremos si los miembros del panel de apelaciones poseen el mismo coraje. Ese fallo se espera pronto mientras circulan rumores de que estos jueces podrían reversar la decisión del Tribunal de Disputas y absolver de su mala conducta a la organización.

En 2008 el presidente Robert Mugabe, que asumió el poder en 1980, estaba ocupado arruinando la otrora colonia inglesa. Elementos de un Estado de Derecho y de una democracia sobrevivían en Zimbabue, pero Mugabe y ZANU-PF, el partido gobernante, emplearon una violenta intimidación para permanecer en el poder. Estaban relativamente preparados, como Sansón, para derrumbar el templo. La buena gobernabilidad era lo último que se les cruzaba por la mente.

Aunque la oposición ganó el voto parlamentario y el líder de la oposición Morgan Tsvangirai lideró en la encuesta presidencial inicial, la violencia orquestada por el régimen provocó que se retirara de la contienda en la que se enfrentaría a Mugabe. La presión internacional resultó en que el régimen se viera obligado a aceptar un gobierno de coalición en el cual el partido ZANU-PF controlaba todas las agencias de seguridad. El año pasado Mugabe ganó la reelección en una elección que fue en gran medida libre el día en que la gente acudió a votar, pero no justa antes de eso o de ahí en adelante, dado que el candidato oficialista controlaba el acceso a la prensa y a los electores. Mugabe recientemente cumplió 90 años y todavía está en el poder.

En 2008 Tadonki, que había estado asignado a la misión en Zimbabue por seis años, advirtió acerca de las epidemias de cólera y de violencia. El periodista Peta Thornycroft entrevistó a Tadonki en ese entonces, concluyendo que el oficial de la OCHA no tenía reparos al momento de hablar, convirtiéndose así en “otro tipo de voz en la ONU —una a la cual yo no estaba acostumbrado a escuchar en Zimbabue”.

Desafortunadamente, el jefe de misión de la ONU Agostinho Zacarias aparentemente era un burócrata internacional más tradicional e hizo caso omiso a las advertencias de Tadonki. Para fines de ese año 100.000 personas habían sido infectadas con cólera y miles habían muerto. Zacarias “nos obligó a publicar una cifra muy baja”, explicó Tadonki: meses luego de que se había iniciado la epidemia la ONU todavía estaba prediciendo solamente 2.000 casos. Durante las campañas electorales cientos también habían sido asesinados por pandilleros del gobierno, quienes lograron destruir la democracia.

Resulta que Zacarias, desde hace mucho un miembro activo de FRELIMO, una fuerza guerrillera de Mozambique, conoció a Mugabe cuando este estaba combatiendo en contra del gobierno de la supremacía de la raza blanca. Zacarias también era amigo de otros funcionarios del partido ZANU-PF. Luego de que el partido oficialista ignoró las denuncias de que el país estaba en crisis, Zacarias produjo evaluaciones culpando de los problemas del país a factores como la falta de lluvia.

En abril de 2008 Tadonki advirtió a las oficinas principales de la ONU que el equipo de Zimbabue “no estaba preparado para enfrentarse a las consecuencias de una emergencia que se cocinaba en silencio” y que vaciló al momento de responder “frente a actos de violencia política”. Zacarias negó las advertencias conforme Zimbabue descendía hacia un caos mortal.

Naturalmente, ninguna acción buena quedó libre de castigo. Luego de la extendida discordia entre los dos funcionarios de la ONU, Tadonki fue despedido en enero de 2009, en medio de los problemas humanitarios en Zimbabue. Formalmente fue acusado de publicar estadísticas sobre la epidemia de cólera sin la aprobación requerida y recibió una mala evaluación de desempeño, pero quedan pocas dudas de que esto se trataba de una retaliación por estar en lo correcto y por avergonzar a Zacarias —que ahora sirve para la ONU en Sudáfrica. Sin embargo, funcionarios de alto rango en la Bahía de Tortuga respaldaron a Zacarias.

La controversia demuestra que algo está muy mal con el sistema de la ONU. El escritor Armin Rosen dijo: “Este caso involucra más que un solo burócrata de la ONU gozando de una relación incómodamente cercana con uno de los gobiernos más opresivos de la tierra. El sistema de la ONU también ha sido cómplice de un tóxico estatus quo organizacional en Zimbabue, incluso cuando esto implicaba arruinar la carrera de un empleado que el tribunal [de Apelaciones de la ONU] concluyó que era un talentoso profesional humanitario y un valiente informante —e incluso si esto significaba poner en riesgo las vidas de miles de ciudadanos de Zimbabue”.

Tadonki decidió luchar, aunque luego de que sus finanzas habían sido arruinadas tuvo que pedirle al bufete de derecho internacional Amsterdam & Peroff que se ocupe del litigio a manera pro bono (los abogados finalmente recibieron un reconocimiento internacional por su trabajo). El año pasado el Tribunal de Disputas de la ONU, basado en Kenia, escuchó su caso y los jueces Vinod Boolell, Nkemdilim Izuako, y Goolam Merran emitieron un fallo de 104 páginas.

Ellos concluyeron “que el Solicitante no fue, en todo momento material, tratado de manera justa y con respeto al debido proceso, con equidad y según los valores centrales del Carta Constitutiva de la Organización” y que la administración de la OCHA ignoró “los valores humanitarios” de la ONU. El tribunal ordenó a la ONU a disculparse por su mal comportamiento, a investigar el maltrato que recibió Tadonki, a hacer responsables a sus superiores por su mala conducta, a cubrir los costos del litigio de Tadonki, a pagarle su salario desde que fue despedido hasta la fecha del juicio, y a proveer $50.000 por “daños morales debido a la aflicción emocional extrema y por el daño físico sufridos por el Solicitante”.

Los jueces explicaron que: “Este caso ha sacado a la luz no solo la ineptitud administrativa y la conducta arrogante sino también la mala fe de quienes ocupan los altos cargos administrativos en la OCHA. Esta mala administración y mala fe fueron agravadas por un puro sentido de injusticia en contra del solicitante, quien fue acosado desde un principio”. Tal vez todavía peor fue el ambiente más grande en el cual esta mala conducta se dio. El tribunal señaló que: “Había un drama humanitario desenvolviéndose y la gente se estaba muriendo. Parte de la población había sido abandonada y sometida a la represión. La controversia entre Tadonki y Zacarias era hasta qué punto estas preocupaciones humanitarias deberían ser expuestas y abordadas y el riesgo que había de enfurecer al gobierno de Mugabe”.

Nadie quisiera que la ONU incomodara a un dictador…

Zacarias y sus superiores no estuvieron contentos con argumentar la sustancia del caso. En su opinión el Tribunal indicó que “las repetidas alegaciones realizadas por el Demandado en contra del Solicitante son innecesarias, gratuitas y dirigidas a socavar la credibilidad del Solicitante ante el Tribunal. No solo los documentos adicionales entregados por el Demandado son totalmente carentes de relación con la denuncia original del Solicitante y con los asuntos a ser decididos por el Tribunal, están principalmente enfocados en manchar la reputación del Solicitante ante este Tribunal”. Los jueces mencionaron adicionalmente “el abuso manifiesto del proceso por parte del Demandado, quien innecesariamente complicó la conducción y la administración de este caso”.

De hecho, el asunto acerca del carácter funcionó en la dirección opuesta. Los jueces escribieron que “Las cosas empezaron a complicarse cuando [Tadonki] empezó a hacer su trabajo”. En cambio, Zacarias quería que Tadonki “permanezca en silencio”. Los jueces dijeron que, “Hay evidencia clara y sin refutación de una serie de acciones positivas que el Solicitante realizó durante su breve paso por Zimbabue, mientras que tuvo que confrontar a dos ‘colegas’ hostiles, específicamente RC/HC Zacarias quien sintió que estaba en una posición todopoderosa y que era intocable, y [el sub-director de la OCHA, Farah] Muktar quien de hecho era ‘el enemigo en casa’”. La “actitud pasiva” de la administración agravó los problemas para Tadonki, quien “se convirtió en un perseguido simplemente porque él tenía el coraje de informar a las oficinas principales de la OCHA en Nueva York de que Zimbabue estaba a vísperas de una crisis humanitaria mientras que RC/HC Zacarias estaba pretendiendo lo contrario”. El liderazgo de la OCHA “persiguió y sacrificó” a Tadonki.

El Tribunal concluyó que “la agenda política en la que RC/HC Zacarias estaba involucrado junto con el gobierno de Zimbabue importó mucho más que cualquier preocupación humanitaria que la OCHA podría haber tenido”. Peor aún, “La principal responsabilidad de la ONU y de Zacarias debería haber sido ante la abatida población civil de Zimbabue”. En cambio, ambos fallaron en cumplir con sus obligaciones —incluso conforme conspiraban en contra de alguien que los había rebasado”.

Los jueces concluyeron su opinión devastadora al indicar que ningún nombre había sido ocultado: “Es la opinión considerada de este Tribunal que cuando los individuos ocupan cargos públicos altos, si las circunstancias así lo ameritan, sus acciones que conducen a injusticias deberían ser expuestas abiertamente. Esto también es un componente de la justicia y rendición de cuentas transparentes de los servidores públicos, como ha sido reiterado por la Asamblea General”.

El veredicto de Tadonki fue importante como un remedio para la injusticia cometida en contra de él. También ofreció esperanzas de que la rendición de cuentas no está ausente en la ONU. Al menos algunas personas buenas trabajan para esta organización internacional.

Pero la resolución final depende del proceso de apelación, que está acercándose a tomar una decisión. Ojalá Georges Tadonki y los tres jueces del tribunal no sean los únicos funcionarios de la ONU dispuestos a hacer lo correcto, sin importar cuál sea el costo.

Este artículo fue publicado originalmente en The American Spectator (EE.UU.) el 1 de abril de 2014.

El Cato (Estados Unidos)

 



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