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28/12/2005 | Solamente reformas auténticas resolverán la inmigración ilegal

Daniel T. Griswold

Los habitantes de Arizona pagan un precio inaceptable cada día por el deterioro del sistema de inmigración de EE.UU. El problemático flujo de humanidad que cruza el desierto de Arizona refleja una regulación inmigratoria fundamentalmente desconectada de las realidades de la vida estadounidense.

 

Dos tendencias inexorables impulsan la inmigración ilegal: la economía de EE.UU. continúa creando oportunidades para trabajadores no calificados en importantes industrias de Arizona como el turismo y la construcción, así como en los sectores de ventas, de preparación de alimentos, de agricultura y servicios.

Al mismo tiempo, la cantidad de estadounidenses que están dispuestos a realizar esas tareas continúa decreciendo ya que nos estamos volviendo más viejos y mejor educados. Sin embargo, nuestro sistema de inmigración no ofrece ningún canal legal para que mexicanos—u otros—pacíficos y trabajadores, entren al país para llenar esos puestos, incluso de manera temporal.

La experiencia muestra que solo el cumplimiento, sin reforma, está destinado al fracaso. Desde que el gobierno federal hizo más riguroso el régimen de la inmigración ilegal en los años 80, el gasto en la Guardia Fronteriza se incrementó diez veces y las horas del personal en la frontera ocho veces. Por primera vez en la historia de EE.UU., hemos allanado y multado a compañías estadounidenses que a sabiendas contratan trabajadores ilegales. Hemos construído cercas millas hacia adentro del desierto.

Pero el problema solamente empeora. Hoy se estima que 11 millones de inmigrantes residen ilegalmente en EE.UU. (500,000 en Arizona), con un crecimiento anual total de 400,000 o más.

Desgraciadamente, tanto para los habitantes de Arizona como para los inmigrantes nuestras políticas han producido consecuencias perversas y mortales. El cumplimiento más estricto de la ley en zonas urbanas como San Diego y El Paso han desviado el flujo de personas hacia áreas desérticas más remotas a lo largo del límite entre Arizona y México.

De acuerdo con una investigación de Cato, un trabajador que cruza la frontera ilegalmente hoy es más probable que logre cruzar sin ser atrapado, más probable que se quede en el país una vez que entró, y más probable que muera en el intento.

De hecho, el año fiscal que finalizó en septiembre registró el record de muertes en la frontera EE.UU.-México, con 464 muertes, más de la mitad de las muertes en Arizona. Recientemente se encontró a una madre muerta cerca de Dateland con su hija de 3 años deshidratada acurrucada a su lado en estado de shock. Morgues y camiones refrigerados improvisados están llenos de cuerpos no indetificados. Más de 3,500 personas murieron a lo largo de la frontera durante la última década. ¿Cuántos más morirán hasta que reparemos este sistema deteriorado?

Una reforma inmigratoria práctica permitiría que trabajadores entren a EE.UU. temporalmente para ocupar puestos que pocos estadounidenses quieren. Esos trabajadores podrían entrar sin riesgos, a través de puertas de entrada normales, ordenadas y legales, en vez de furtivamente a través del desierto en la noche. Una reforma auténtica también legalizaría a los millones que ya se encuentran en el país, no a través de una amnistía sino a través de un proceso de registración que incluiría una multa y una condición temporal. Si un trabajador legalizado quisiera quedarse permanentemente, debería solicitarlo por separado y a través de los canales normales.

Una reforma inmigratoria auténtica disminuiría drásticamente el flujo de trabajadores ilegales que entran a través de Arizona al abrir un canal de entrada legal. Los trabajadores legales probablemente calificarían de manera más fácil para seguros de salud y de auto y para invertir en capacitación de lenguaje y trabajo. El aumento en los impuestos y cuotas que deberían pagar podría usarse para compensar por los costos relacionados con los gobiernos estatales y municipales de Arizona.

Estaríamos más seguros como nación ya que sabríamos quién entra y quién está en nuestro país. Vaciaríamos un pantano de contrabando y fraude de documentación. Podríamos focalizarnos en combatir terroristas y otros criminales en vez de hombres y mujeres que solamente quieren trabajar y ayudar a sus familias.

Los habitantes de Arizona son demasiado listos como para creer que solo con lanzarle más dinero al control de fronteras se resolverá este fastidioso problema.

Traducido por Marina Kienast para Cato Institute.
 
Daniel T. Griswold es Director del Centro de Estudios de Política Comercial del Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 


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